El populismo arraiga en Europa
La crisis y la falta de respuestas de los partidos tradiciones impulsan estos movimientos
El c¨®mico italiano Beppe Grillo alerta a Europa de una contienda muy particular. ¡°No estamos en guerra con el Estado Isl¨¢mico ni con Rusia, sino con el Banco Central Europeo¡±, sentenciaba esta semana, micr¨®fono en mano, en el Parlamento Europeo. El l¨ªder del Movimiento 5 Estrellas, uno de los mejores ejemplos de c¨®mo el descontento ciudadano revoluciona la pol¨ªtica, arremete contra Alemania y pide un refer¨¦ndum para que Italia decida si sale del euro. Pero Grillo no est¨¢ solo. La semilla populista arraiga cada vez m¨¢s en el continente y se propaga por dos v¨ªas: el creciente apoyo popular a los movimientos a contracorriente y el contagio que provocan en los grandes partidos, incluso en los gobernantes.
Los grupos que explotan ese malestar para oponer los deseos del pueblo a los de la clase dirigente suman casi una cuarta parte de los esca?os de la Euroc¨¢mara. Diferentes opciones eur¨®fobas, populistas y antiinmigraci¨®n han ganado peso en Alemania (Alternativa por Alemania), Austria, los pa¨ªses n¨®rdicos (Dem¨®cratas de Suecia) y casi en cualquier lugar con elecciones, con los casos paradigm¨¢ticos de Francia y Reino Unido, donde los nacionalistas y anti-UE Frente Nacional y UKIP fueron las fuerzas m¨¢s votadas en las elecciones europeas. ¡°El comportamiento, especialmente en la extrema derecha, es una verg¨¹enza para el Parlamento. Tenemos que mostr¨¢rselo a los ciudadanos¡±, sugiere Manfred Weber, presidente del Partido Popular Europeo en la Euroc¨¢mara. Este l¨ªder de la familia a la que pertenecen muchos gobernantes europeos, avisa sobre el efecto arrastre de esos discursos: ¡°Lo peor es intentar copiarlos; los fortalece¡±.
Pero eso es precisamente lo que ocurre. Un buen ejemplo lo ha propiciado esta semana una sentencia del Tribunal Europeo de Justicia, que alivia a quienes creen que las prestaciones que reciban ciudadanos europeos en otro pa¨ªs comunitario diezman los recursos p¨²blicos. El regocijo mostrado por los Gobiernos alem¨¢n y brit¨¢nico por un fallo que denegaba ayudas a una mujer rumana afincada en Alemania porque no buscaba empleo muestra hasta qu¨¦ punto la tentaci¨®n populista magnifica el problema.
¡°El ascenso de estos grupos es l¨®gico por la combinaci¨®n de una grave crisis econ¨®mica y los desaf¨ªos que enfrenta la democracia representativa. No es dif¨ªcil ser pesimista: la atm¨®sfera pol¨ªtica, no solo en Europa, se envenena con el ascenso de los populistas, en paralelo a los gui?os de los grandes partidos a algunas de sus propuestas debido al desd¨¦n que cosechan los partidos tradicionales entre unos votantes cada vez m¨¢s desesperanzados¡±, apunta el analista Branko Milanovic.
Los grandes partidos se sienten acechados por fuerzas que los consideran parte de una casta alejada de los ciudadanos. Podemos, el partido que ha acu?ado este t¨¦rmino, tiene una intenci¨®n de voto directa cercana al 17%, seg¨²n la ¨²ltima encuesta del Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas. ¡°Los partidos de izquierda tradicional los acusan de populismo, pero la cuesti¨®n es si deber¨ªamos pensar en el populismo como algo peyorativo o simplemente como una estrategia pol¨ªtica particular. Creo que es una estrategia pol¨ªtica que deber¨ªa probarse¡±, argumenta Lasse Thomassen, experto de la Universidad de Londres.
Como Milanovic, Thomassen distingue entre el populismo de derechas, habitualmente nacionalista y que acusa a la inmigraci¨®n de los problemas del mercado laboral, y el de izquierdas, que engloba una amalgama de grupos que suelen compartir su desd¨¦n por los m¨¢s ricos, incluidos los pol¨ªticos ¡°que entienden la pol¨ªtica como una forma de enriquecerse, seg¨²n ese punto de vista¡±.
Las crecientes muestras de populismo en Europa han multiplicado el inter¨¦s de los acad¨¦micos, que advierten, no obstante, de la ambig¨¹edad de la etiqueta. ¡°Esa categor¨ªa es como una gran cesta en la que metemos todo aquello que no nos gusta. Grupos como Aurora Dorada en Grecia o Jobbik en Hungr¨ªa no son populistas, sino antidemocr¨¢ticos. Yo dir¨ªa que los populismos son los que orientan su discurso hacia la parte emotiva del cerebro, como puede hacer el Tea Party en EE UU¡±, abunda Takis Pappas, investigador de la Universidad de Sal¨®nica.
La falta de horizontes que ha generado la crisis alimenta a todas estas formaciones. ¡°Hace falta un cambio en las pol¨ªticas: salir de la austeridad y crear puestos de trabajo. De esa forma aumentar¨¢ la confianza de los ciudadanos. Los populismos no proponen soluciones, solo una negaci¨®n de la clase dirigente europea y nacional¡±, reflexiona Gianni Pittella, presidente del grupo socialdem¨®crata en la Euroc¨¢mara.
Catherine Fieschi, directora de Counterpoint ¡ªlaboratorio de ideas brit¨¢nico¡ª, recuerda que estos movimientos ¡°estaban en Europa desde mucho antes de la crisis: en los ochenta en Francia y en Holanda, por no hablar de los a?os treinta¡±. Para Fieschi, muchos son t¨®xicos: la c¨²pula de Aurora Dorada fue encarcelada por asociaci¨®n criminal, y el Jobbik h¨²ngaro ve en los jud¨ªos ¡°un riesgo para la seguridad nacional¡±. Pero lo fundamental es la semilla que plantan en la ciudadan¨ªa. ¡°En casi todos los casos insisten en que no estamos gobernados por la derecha o la izquierda, sino por pol¨ªticos que solo se preocupan de sus bolsillos. Y la crisis les ha dado un ¨ªmpetu incre¨ªble¡±, cierra esta experta. La paradoja es que puede que solo ese fen¨®meno sea capaz de despertar a las democracias liberales del sopor en que andan sumidas desde hace tiempo.
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