Iguala y el autoritarismo criminal-subnacional
Los jefes territoriales de hoy responden a los carteles, ejercen su poder de manera criminal, obscena y exhibicionista
La dimensi¨®n territorial es una de las problem¨¢ticas centrales en el estudio de la transici¨®n. Las relaciones centro-periferia pueden ser conflictivas durante estos procesos, especialmente en sistemas federales. Si esos conflictos son intensos, la democratizaci¨®n ser¨¢ desigual y contradictoria, pudiendo conformarse un sistema pol¨ªtico dual. En ¨¦l coexistir¨¢n dos ¨®rdenes pol¨ªticos contrapuestos: uno con instituciones nacionales democr¨¢ticas, colindante y superpuesto a otro, una serie de reg¨ªmenes provinciales autoritarios.
Es la g¨¦nesis del ¡°autoritarismo subnacional¡±, un r¨¦gimen por el cual las elites regionales intentan conservar sus enclaves de poder frente al avance democratizador del centro. Dicho orden se reproduce precisamente cuando esas elites alcanzan una cierta potestad jurisdiccional. Es decir, consolidan sus enclaves cuando logran ejercer un efectivo control del territorio y de las fronteras internas, en palabras de Edward Gibson, pionero de este campo de estudio.
A pesar de esos conflictos territoriales, ciertos aspectos del autoritarismo subnacional pueden resultar funcionales para el centro, que parad¨®jicamente lo tolera e inclusive lo alienta. Institucionalizado en un conjunto de normas que se reproducen en el tiempo, el autoritarismo subnacional sirve para estabilizar las relaciones entre el centro y la periferia, desviar demandas sociales hacia los estados provinciales, abroquelar al gobierno nacional detr¨¢s de la devoluci¨®n y, sobre todo, relocalizar los conflictos lejos de la capital de la naci¨®n. Al final bien puede tratarse de un arreglo conveniente, un pacto pol¨ªtico con los recursos necesarios para engrasarle las ruedas.
El autoritarismo subnacional sirve para estabilizar las relaciones entre el centro y la periferia
La literatura sobre el tema describi¨® el problema y analiz¨® posibles trayectorias democratizadoras del espacio subnacional, condici¨®n necesaria para construir una verdadera democracia. Le prest¨® menos atenci¨®n, sin embargo, al camino inverso, es decir, a un escenario en el que la proliferaci¨®n del autoritarismo subnacional sea de tal magnitud que el sistema nacional termine absorbiendo sus caracter¨ªsticas centrales. En otras palabras, si la propagaci¨®n de estos enclaves autoritarios cubre un espacio extenso, ser¨¢ por la simple geograf¨ªa, entonces, que habr¨¢ que explicar el autoritarismo subnacional en la naci¨®n como un todo.
M¨¢s a¨²n, si ese poder subnacional se entrelaza con el crimen organizado, ello intensificar¨¢ la propagaci¨®n de ese tipo de autoritarismo de manera acelerada. As¨ª llegamos a M¨¦xico, donde la fragmentaci¨®n territorial ha venido interactuando con el surgimiento de una nueva tipolog¨ªa del crimen organizado, como destac¨® recientemente Jan Mart¨ªnez Ahrens. M¨¢s violentos y organizados en c¨¦lulas relativamente aut¨®nomas, los nuevos carteles tambi¨¦n son m¨¢s resistentes a la coerci¨®n del centro.
En realidad es una forma organizativa que recuerda al viejo foquismo de ultra izquierda pero sin el objetivo de asaltar el palacio de gobierno en la capital; es un foquismo solo interesado en mantener control de un territorio acotado. Como en Guerrero y otros sitios, la especie ha mutado. Ahora es un autoritarismo criminal subnacional, la colusi¨®n de la pol¨ªtica y el cartel. Ya no se trata solo del r¨¦gimen pol¨ªtico, porque la profundidad de esta transformaci¨®n permea y compromete la integridad del propio Estado, entendido como pacto de dominaci¨®n y como monopolista de la coerci¨®n. Esa es la sabia connotaci¨®n de la sociedad en ¡°fue el Estado¡±.
Para eludir su responsabilidad, el Gobierno abdica hasta de la soberan¨ªa estatal
El autoritarismo criminal-subnacional tambi¨¦n requiere de un pacto pol¨ªtico entre el centro y la periferia, solo que es m¨¢s oscuro, m¨¢s c¨ªnico, m¨¢s corrupto y criminal. Es la parcelaci¨®n de la soberan¨ªa, desagregada en una variedad de feudos violentos que rodean y sitian al propio Estado, no para conquistarlo sino para neutralizarlo. El viejo negocio pol¨ªtico basado en la no interferencia entre el centro y la periferia, mirar hacia otro lado y aparentar normalidad, es as¨ª insostenible. La tragedia de Iguala nacionaliz¨® el problema y lo convirti¨® en crisis pol¨ªtica, una bomba virtual que le explot¨® en las manos al Gobierno nacional. Falto de empat¨ªa con las v¨ªctimas y comprensi¨®n cabal de la realidad, este contin¨²a intentando regresar al antiguo arreglo con algo que ya no existe: un autoritarismo subnacional benigno.
El problema adicional es que la dominaci¨®n territorial ya no se ejerce con los m¨¦todos del viejo clientelismo, sus caciques y caudillos. Los jefes territoriales de hoy responden a los carteles, ejercen su poder de manera obscena, exhibicionista¡ªde ah¨ª que la violencia sea cualitativa y cuantitativamente diferente¡ªy manejan recursos exponencialmente m¨¢s elevados. Para eludir su responsabilidad en esta crisis, el Gobierno abdica hasta de la soberan¨ªa estatal. Cuando el Procurador General dice que ¡°Iguala no es el Estado mexicano¡± y que haber intervenido antes habr¨ªa constituido ¡°una invasi¨®n de ese territorio¡±, en realidad le est¨¢ concediendo la soberan¨ªa, lo ha independizado.
Es tr¨¢gico, pero al mismo tiempo ir¨®nico. Londres quiere conservar Escocia y Madrid, Catalu?a. El DF, por el contrario, parece alentar la secesi¨®n de Guerrero. Y eso simplemente para que el partido gobernante¡ªotrora hegem¨®nico¡ªpueda blindarse, frente a Iguala y tantas otras masacres.
Twitter @hectorschamis
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