El reportaje, al final del camino
El periodismo de teletipo refriteado, de informaciones indirectas, ha llegado a su fin
Reportaje y reportear, esa es la cuesti¨®n. El periodismo de teletipo refriteado, las informaciones indirectas: comunicados, boletines, documentos emitidos por la autoridad o sus suced¨¢neos, ha llegado a su fin. Los peri¨®dicos viven en el tiempo de Internet en el que la informaci¨®n est¨¢ndar, lo que yo llamo la agenda obligada, no sirve ya para competir, y solo vale la agenda propia. Comprendo que, dados los medios no siempre suficientes con que cuentan la mayor¨ªa de diarios en lengua espa?ola, no pueden poblar tanto como quisieran la publicaci¨®n con esa agenda propia, pero que hay que cultivar con la urgencia de lo imprescindible en versi¨®n impresa y digital. Y el g¨¦nero que responde a esa necesidad est¨¢ desde siempre inventado, es el reportaje, el periodista presente en el lugar de los hechos, solo, no en manada de colegas, haciendo lo que las redes sociales no pueden cubrir con esa intensidad que solo da el periodista convertido en fuente de su propio texto, cuando cuenta lo que ha visto, o¨ªdo y palpado. La mirada del profesional, ¨²nica, intransferible, personalizada, de forma que lo que publiquemos nos distinga poderosamente de nuestros competidores.
No se trata, por supuesto, de sustituir un tipo de diario por otro, de liquidar eso que llamo informaci¨®n est¨¢ndar, sino darla en su justo medio, suficiente, explicativa, en la medida en que la interpretaci¨®n, el an¨¢lisis, el conocimiento de los profesionales ilumine el texto, santo y bueno. Pero no podemos ya hacer el mismo peri¨®dico que nuestros competidores variando ¨²nicamente preferencias editoriales entre unos personajes, unos partidos, unas soluciones u otras. Y ese reportaje solo adquirir¨¢ pleno sentido si lo concebimos como una tarea de investigaci¨®n. Se trata, al menos idealmente, de cazar el blanco m¨®vil.
El reportaje solo adquirir¨¢ pleno sentido si lo concebimos como una tarea de investigaci¨®n. Se trata de cazar el blanco m¨®vil
Podemos concebir dos tipos de reportaje, o hasta tres. El m¨¢s evidente es el que llamo reportaje de escenario, aquel en el que hay personaje, lugar f¨ªsicamente notable, donde hemos de atender a una banda sonora, lo que los protagonistas dicen que sea relevante; puestos a so?ar, imaginemos una batalla, o su legado, como el dram¨¢tico escenario que contempl¨® y reporte¨® un periodista de EL PA?S, cuando en septiembre de 1982 fue uno de los tres informadores internacionales que accedi¨® a los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, guerra del L¨ªbano, y pudo relatar convertido en fuente del horror que ve¨ªa la desolaci¨®n de ancianos, mujeres y ni?os asesinados, de las formas m¨¢s crueles que quepa rese?ar, por una tropa de guerrilleros libaneses, mayormente cristianos; entre 1.000 y 3.000 cad¨¢veres para una masacre. Ese es el blanco m¨®vil, lo que no tiene fecha, ni anuncio, ni rueda de prensa, que vendr¨¢ luego para el com¨²n de los mortales. Pero no todos los reportajes de escenario tienen por qu¨¦ ser un blanco m¨®vil con su irrepetible diana. Oportunidades m¨¢s sedentarias, a las que hay que dar igualmente el sello personal, pueden ser el estreno de grandes espect¨¢culos, uno u otro Sting se prestar¨ªan a este tipo de reportaje, en los que hay una inapreciable banda sonora a¨²n m¨¢s propia que del espect¨¢culo en s¨ª, la de los transportes de emoci¨®n de la audiencia. Pero si el reportaje solo pudiera ser de escenario, nos perder¨ªamos todo aquello que ha ocurrido fuera de nuestra presencia, y tenemos que recurrir al reportaje virtual, o reconstrucci¨®n de lo pasado a trav¨¦s de testigos, documentos, investigaci¨®n period¨ªstica de lo ocurrido: ?qu¨¦ es el uribismo?; dif¨ªcilmente puede haber mejor ejemplo de esta tipolog¨ªa que la reconstrucci¨®n de una idea, de un sentimiento, de lo intangible por definici¨®n, y que un periodista del mismo diario trat¨® de materializar recorriendo durante m¨¢s de dos semanas Colombia, hablando con propios y extra?os y, neg¨¢ndose a llegar a conclusiones cerradas, trat¨® de pintar la capilla sixtina de una pol¨ªtica y un pol¨ªtico excepcionalmente colombianos; o tambi¨¦n la reconstrucci¨®n de las torturas practicadas en la Escuela Mec¨¢nica de la Armada en Buenos Aires, durante la dictadura militar argentina, aparecido tambi¨¦n en EL PA?S, a poco del restablecimiento de la democracia. Todos ellos, blancos m¨®viles, lo absolutamente opuesto a la naturaleza muerta o el bodeg¨®n que es lo mejor que podemos esperar de una rueda de prensa. Y esa tercera modalidad, ?cu¨¢l puede ser si no la entrevista, una visita a la realidad del reportero, en la que un personaje es el alfa y omega de nuestra pesquisa?; pero de este subg¨¦nero del reportaje hablaremos extensamente en otra ocasi¨®n.
Si puede ser verdad que en el principio fue el verbo, el Santo Grial, supremo principio y fin de la profesi¨®n, es el reportaje. El periodista sin mediatizaci¨®n alguna, situado entre las cosas como culminaci¨®n del texto personal e interpretativo que encontramos al final del camino.
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