Estados Unidos, capital Ferguson

Lo primero que sorprende al reci¨¦n llegado a Ferguson (Misuri) es la modestia del lugar. Poco m¨¢s de 20.000 habitantes, avenidas flanqueadas de centros comerciales como en tantas ciudades de Estados Unidos, ninguna atracci¨®n tur¨ªstica que obligue a desviarse.

Las manifestaciones, vistas de cerca, tambi¨¦n parecen modestas. En verano, cuando un polic¨ªa blanco mat¨® a un joven negro y estallaron las primeras protestas y disturbios, raramente congregaban a m¨¢s de mil personas en menos de un kil¨®metro de una calle de una localidad cercana a San Luis.

Los excesos policiales ¡ªlas porras, los gases lacrim¨®genos, las detenciones¡ª no eran tan distintos de los de cualquier polic¨ªa en otros pa¨ªses del mundo. En algunas cumbres internacionales de la d¨¦cada pasada en Europa, la violencia de los manifestantes y de la polic¨ªa era mucho m¨¢s virulenta que en Ferguson.

Y, sin embargo, Ferguson vuelve a ser hoy, despu¨¦s de que el lunes un gran jurado dejase sin cargos al polic¨ªa blanco, un foco de atenci¨®n mundial. Barack Obama se ha involucrado en la crisis ante el riesgo de una inflamaci¨®n. En todo el pa¨ªs se reproducen las protestas.

En Ferguson se proyectan los traumas de la Am¨¦rica de Obama, el primer presidente de origen africano en el pa¨ªs de la esclavitud y la segregaci¨®n. Ferguson es la pantalla que refleja la mala conciencia blanca por el racismo que defini¨® este pa¨ªs desde su nacimiento ¡ªlos fundadores eran esclavistas¡ª y unas actitudes discriminatorias que persisten y han aplazado las esperanzas que trajo la llegada de Obama a la Casa Blanca en 2009.

El encuentro, a mediod¨ªa del 9 de agosto, entre el agente Darren Wilson y el joven Michael Brown, puso en juego estos traumas. Por parte de Wilson, el miedo al hombre negro. Con frecuencia es inconsciente. Y no es patrimonio de los blancos. ¡°Nada me duele tanto a estas alturas de mi vida¡±, dijo una vez el l¨ªder afroamericano Jesse Jackson, ¡°como andar por una calle, o¨ªr pasos detr¨¢s de m¨ª, empezar a pensar que me van a robar y entonces, mirar a mi alrededor, ver que es alguien blanco, y respirar aliviado¡±.

Los afroamericanos constituyen cerca del 40% de la poblaci¨®n carcelaria, cuando solo representan en torno al 13% se la poblaci¨®n total. La dureza de las sentencias para delitos menores golpea a esta minor¨ªa. Ferguson, donde la mayor¨ªa de la poblaci¨®n es negra pero el poder est¨¢ en manos de los blancos, tambi¨¦n es un caso de manual de otras formas de discriminaci¨®n.

En otros lugares de EE UU las minor¨ªas ven dificultado el ejercicio del derecho a voto con leyes como las que obligan a mostrar una identificaci¨®n con foto de la que muchas personas con bajos ingresos carecen.

Ferguson es un espejo y a la vez una lente de aumento de los efectos en la sociedad norteamericana de d¨¦cadas de racismo y marginaci¨®n. Y es el reflejo del terror de esta sociedad a la quiebra de la paz civil, a la violencia que resucita los viejos traumas. Las diferencias de opiniones entre negros y blancos sobre los hechos de Ferguson son inquietantes. Los hilos del patriotismo ¡ªla bandera, el himno, la convicci¨®n de que esta es una naci¨®n excepcional¡ª son s¨®lidos, pero delgados.