Lo period¨ªstico del castellano
El castellano necesita m¨¢s palabras que el ingl¨¦s para decir algo parecido, pero su orden narrativo es totalmente period¨ªstico
La lengua castellana necesita m¨¢s palabras que el ingl¨¦s para decir m¨¢s o menos lo mismo, pero no por ello carece de valores period¨ªsticos. Su orden natural narrativo, sujeto-verbo-predicado, se acomoda perfectamente a contar historias, aunque eso no quite que haya otras f¨®rmulas, sobre todo para el reportaje, de enfocar el texto.
El castellano o espa?ol es una maquinaria de relojer¨ªa perfecta, en la que hay un lugar para cada cosa y cada cosa busca su lugar; dir¨ªa incluso que es m¨¢s cartesiana que el franc¨¦s, del que el afamado ling¨¹ista de la televisi¨®n, Bernard Pivot (del antiguo programa L'Apostrophe) dijo que era una prima donna, que hac¨ªa lo que le daba la gana, y justificaba sus caprichos remiti¨¦ndose con frecuencia a usos medievales. El castellano, en evoluci¨®n constante como cualquier lengua occidental moderna, cristaliza de una forma u otra, aunque esa cristalizaci¨®n sea susceptible de transformarse con el tiempo en otra distinta. Pero es siempre un artefacto implacable en el que hay una regla, una norma para todo. Veamos c¨®mo, por ejemplo, si uno conoce la teor¨ªa del acento sabr¨¢ siempre, aunque sea la primera vez que ve determinada palabra que no lleve tilde, donde debe recaer el acento t¨®nico y podr¨¢ pronunciar correctamente el t¨¦rmino aunque lo desconozca.
Eso nos sit¨²a en el punto de partida de la formaci¨®n period¨ªstica, que arranca, inevitablemente, del medio en el que nacemos: una casa con libros y peri¨®dicos estar¨¢ mejor amueblada para la formaci¨®n del futuro profesional que otra que carezca de ello, aunque por supuesto que nada es irremediable para la tenacidad y el esfuerzo; la formaci¨®n continuar¨¢ en las instituciones habilitadas para ello, facultades, y sobre todo escuelas especializadas del tipo que en Europa se llama vocational, es decir, eminentemente pr¨¢cticas; pero la culminaci¨®n de ese proceso, no nos enga?emos, solo se producir¨¢ en el ¨¢mbito de las publicaciones, preferentemente peri¨®dicos, tanto digitales como impresos. Un licenciado en periodismo tiene que convertirse en periodista solo donde eso es posible, las publicaciones. Y s¨¦ de sobra que esa creencia se puede postular de cualquier estudio universitario, pero sostengo que en periodismo la brecha entre teor¨ªa y pr¨¢ctica es mayor que en ninguno de los saberes cl¨¢sicos.
La lengua es lo m¨¢s grande que tenemos: nos explica el mundo y nos permite explicarnos
El corolario de todo ello es que los periodistas para ejercer su profesi¨®n en plenitud han de vivir en el interior de la lengua, sentirse rodeados por lo que llamo "el l¨ªquido amni¨®tico" del castellano, lo que no necesariamente significa saberse todas las reglas como si fueran el catecismo, sino sentir la familiaridad de lo que se ha incorporado, dir¨ªa que casi gen¨¦ticamente, al ADN profesional; ser mucho mejor que saber. La puntuaci¨®n es un perfecto ejemplo de lo anterior, encaminada como est¨¢ a hacer la lectura plenamente inteligible, y no a complicarnos la vida para satisfacci¨®n de eruditos. El punto y seguido no se rifa sobre el texto, altern¨¢ndolo con el punto y aparte, a tenor del n¨²mero de l¨ªneas que llevemos escritas, sino que implica una breve separaci¨®n de elementos dentro de un mismo eje informativo, mientras que el punto y aparte s¨ª que implicar¨¢ un cambio de eje dentro de la necesaria unidad del texto. El punto y coma igualmente tendr¨¢ su momento en el enunciado de caracter¨ªsticas consecutivas de un mismo sujeto, que en su interior contenga comas, precisamente para no incurrir en confusi¨®n de donde comienza y acaba cada uno de esos enunciados. Puntuar bien no es un bizantinismo sino una necesidad period¨ªstica, pero es cierto que se punt¨²a bien cuando se ha dado ese proceso de interiorizaci¨®n de la lengua, mucho m¨¢s que por el conocimiento de una normativa que siempre es interpretable, como ocurre con la coma, de la que tan f¨¢cilmente cabe abusar como quedarse corto.
Y mi conclusi¨®n es que la lengua es lo m¨¢s grande que tenemos, lo que nos explica el mundo y nos permite explicarnos al mundo ¡ªprobablemente, tarea fundamental del periodismo¡ª y que cualquier desempe?o profesional por ah¨ª comienza. Nada que est¨¦ bien escrito carece de alg¨²n m¨¦rito, siquiera sea solo cultural, y nada que est¨¦ mal escrito puede ser plenamente satisfactorio, por mucha investigaci¨®n que le eche. Y que no se diga que la mentira puede estar bien desarrollada t¨¦cnica, period¨ªsticamente, porque la mentira nunca es periodismo; es otra cosa: propaganda, maledicencia, enga?o. Y lo malo es que si la mentira suele estar bastante a la vista, la verdad es mucho m¨¢s escurridiza y raramente se presenta como absoluta. Por eso, la profesi¨®n de periodista puede ser tan apasionante como enriquecedora; es la b¨²squeda de qui¨¦nes somos, d¨®nde estamos, qu¨¦ queremos y c¨®mo podemos, dignamente, conseguirlo.
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