Una cuesti¨®n de fe
El drama se representa en Grecia pero la obra podr¨ªa ser en cualquier teatro del sur europeo
Es un gui¨®n por todos conocido y mil veces representado. A un lado, los tecn¨®cratas que encabezan las instituciones europeas, que por boca del portavoz del Banco Central Europeo no se cansan de celebrar los "impresionantes progresos realizados por los griegos a la hora de estabilizar sus presupuestos y reformar la econom¨ªa", saludan la llegada, por fin, de una d¨¦cimas de crecimiento econ¨®mico con el que validar sus recetas econ¨®micas y animan a los griegos a no tirar la toalla justo cuando comienza a vislumbrarse la tierra prometida. Al otro lado una ciudadan¨ªa, la griega, cansada de la devastaci¨®n pol¨ªtica, econ¨®mica, social y moral provocada por la crisis, l¨®gicamente impert¨¦rrita ante las celebraciones a las que la troika insiste en invitarla y en absoluto dispuesta a olvidar la insensibilidad de los que en plena crisis recomiendan subir los impuestos a los medicamentos o bajar las pensiones.
El drama se representa en Grecia pero la obra podr¨ªa pasarse en cualquier teatro del sur de Europa. Porque a estas alturas es probable que s¨®lo queden dos tipos de ciudadanos en la Europa azotada por la crisis. A un lado tendr¨ªamos aquellos que piensan que las pol¨ªticas de austeridad, aunque injustas e ineficaces, son inevitables dado el grado de postraci¨®n de sus gobiernos, la ausencia de alternativas y los costes que tendr¨ªa una rebeli¨®n contra dichas pol¨ªticas. Al otro lado, tendr¨ªamos aquellos que, pensando igualmente que las pol¨ªticas de austeridad son injustas e ineficaces, consideran que han sobrepasado lo admisible y est¨¢n dispuestos a rebelarse contra ellas. Que las alternativas no est¨¦n claramente dibujadas y su coste sea sumamente incierto no parece disuadir a este grupo de su convicci¨®n de que el cambio de pol¨ªticas requiere un cambio radical en los gobiernos, de ah¨ª fen¨®menos como Syriza o Podemos.
Las pr¨®ximas elecciones griegas ser¨¢n en realidad un refer¨¦ndum al que s¨®lo concurrir¨¢n dos opciones: las de los que temen hundirse a¨²n m¨¢s y las de los que piensan que ya han tocado fondo y quieren arriesgar lo que les queda. Tal y como est¨¢n las cosas, ninguna de las dos opciones es racional: ni los resultados de las reformas son lo suficientemente buenos, r¨¢pidos ni equitativos para validarlas en las urnas ni las promesas de los rupturistas son lo suficientemente plausibles como para concederles la confianza que piden. Por eso, los griegos acudir¨¢n a las urnas el 25 de enero armados meramente de su fe en el futuro. No deja de resultar una incre¨ªble paradoja que la pol¨ªtica econ¨®mica de la eurozona, que presume de haber dise?ado los instrumentos de gobernanza m¨¢s complejos de los que nunca los Estados se han dotado, s¨®lo pueda validarse por la fe. Eso s¨ª, una fe ejercida democr¨¢ticamente: Abraham no pudo convocar elecciones anticipadas cuando el Se?or le pidi¨® que sacrificara a su hijo. Algo hemos progresado.
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