El Brasil al que Dilma tendr¨¢ que mirar a los ojos
La presidenta tendr¨¢ que tomar conciencia de que gobernar¨¢ un pa¨ªs que est¨¢ creciendo y ha dado la espalda a la vieja pol¨ªtica
Existe un pa¨ªs real y un pa¨ªs de fantas¨ªa. La presidenta Dilma Rousseff, pasados los fuegos de artificio de las promesas electorales, necesita mirar ahora a los ojos al pa¨ªs desnudo, al de verdad, que es el que deber¨¢ gobernar.
Es a ese Brasil al que deber¨¢ brindar esperanza, ya que parece iniciar el 2015 entre el desencanto y el temor de tener que hacer frente a un momento amargo de austeridad econ¨®mica. Dilma deber¨¢ gobernar un pa¨ªs dividido que le otorg¨® la confianza.
Ese pa¨ªs separado por unos pocos millones de votos no es sin embargo un pa¨ªs rasgado. Es el mismo Brasil. Los que le dieron su voto y quienes se lo negaron tienen un mismo sue?o: el de un futuro mejor para ellos y sus hijos.
Puede ser un pa¨ªs dividido entre dos formas de gobernar, entre dos ideas pol¨ªticas, pero unos y otros quieren apostar por una sociedad cada vez m¨¢s de todos, donde no falte lugar para nadie, y donde ning¨²n ciudadano sea discriminado por sus ideas, su color o su sexo.
Los brasile?os est¨¢n m¨¢s unidos en la estima a su pa¨ªs de lo que puedan imaginar los pol¨ªticos. Son hijos de una tierra que aman. Lo hacen con la misma intensidad quienes votan por uno u otro color pol¨ªtico.
Lo que les disgusta, sobre todo a los j¨®venes que son el Brasil del ma?ana, es la hipocres¨ªa, la mezquindad y la falta de ¨¦tica de los que deber¨ªan ser ejemplo de vida porque en ellos han confiado al votar.
Tanto los brasile?os que reeligieron a la presidenta como los que hubiesen preferido una alternancia piensan lo mismo sobre la corrupci¨®n pol¨ªtica, sobre la deslealtad, sobre los abusos de poder y sobre la falta de participaci¨®n de la sociedad en la gesti¨®n p¨²blica.
Dilma tendr¨¢ que saber que gobernar¨¢ de nuevo para un pa¨ªs cada vez m¨¢s informado que est¨¢ creciendo y sabe leer las cosas de otro modo, no con las lentes de su at¨¢vicas resignaci¨®n.
Cada nuevo presidente, de ahora en adelante, tendr¨¢ mayor dificultad para gobernar a los brasile?os porque tendr¨¢ ante s¨ª a un pueblo que se est¨¢ despertando de un largo letargo, que no acepta ¨®rdenes pasivamente y que ha adquirido mayor capacidad de vigilar al poder.
Puede que sea m¨¢s duro y complejo para el que gobierna. En este caso para Dilma, que en estos cuatro a?os ser¨¢ observada por una nueva oposici¨®n democr¨¢tica con la que tendr¨¢ que convivir sin estigmatizarla.
Su trabajo no ser¨¢ f¨¢cil, pero al mismo tiempo puede ser un desaf¨ªo gratificante. Ahora que vuelve a ser la l¨ªder de los 200 millones de brasile?os, Dilma tiene la tarea y obligaci¨®n de tomar decisiones coherentes con sus promesas y ser capaz de corregir los desaciertos que le negaron una victoria m¨¢s amplia. Quiz¨¢ pueda reconquistar, con alguna sorpresa inesperada, a los que prefirieron a otro candidato.
Por lo que conozco del alma brasile?a, tengo la convicci¨®n de que no deber¨ªa ser tan dif¨ªcil gobernar a un pueblo que desea que se le quiera, que se le reconozca su dignidad, que se le respete y que no se juegue con ¨¦l pensando que lo aguanta todo. Ese es el Brasil al que Dilma deber¨¢ mirar en los ojos.
Esa nueva faceta hist¨®rica supone la mayor esperanza en la construcci¨®n de un pa¨ªs que necesita sacudirse el desencanto de hoy con la convicci¨®n de que algo nuevo, distinto y mejor, se est¨¢ forjando a pesar de su crisis ¨¦tica y econ¨®mica.
Ignorarlo por creer que Brasil seguir¨¢ siendo el eterno satisfecho que ya ha recibido bastante, o querer negar que algo nuevo acaba de germinar en esta sociedad rica en sue?os, podr¨ªa acarrear vientos de tempestad.
La sociedad brasile?a est¨¢ cambiando m¨¢s de lo que pueda parecer. El Brasil condescendiente con los viejos malandros, satisfecho con tal que se le deje vivir con su jeitinho, est¨¢ agonizando. Est¨¢ surgiendo un pa¨ªs diferente, m¨¢s exigente, quiz¨¢s menos cordial y hasta m¨¢s violento, pero m¨¢s moderno y realista.
Es posible que el prestigioso antrop¨®logo Roberto DaMatta, que desentra?¨® como pocos la idiosincrasia del brasile?o dividido entre la casa y la calle, tenga que repensar la nueva sociedad que est¨¢ naciendo donde muchas puertas y ventanas se est¨¢n derrumbando. Ha encontrado una nueva forma de salir a la calle, usar las redes sociales, donde empieza a hacerse m¨¢s pol¨ªtica que en los gabinetes de la Presidencia.
Es el Brasil que empieza a caminar, aunque a¨²n de puntillas, por los nuevos caminos de la modernidad que asusta a la vieja pol¨ªtica. Dilma deber¨¢ gobernar estos cuatro a?os con su o¨ªdo y su coraz¨®n pegado a los anhelos de los brasile?os nuevos. Tendr¨¢ que recordar que como escribe en O Globo la amada escritora N¨¦lida Pi?¨®n: Brasil no merece un diez porque ¡°contin¨²a siendo v¨ªctima de la tiran¨ªa de los gobiernos¡±, pero tampoco un cero, porque es ¡°un pueblo que arranca de la propia carne pedazos para alimentar a sus hijos¡±.
Es tambi¨¦n a ese Brasil al que Dilma deber¨¢ saber mirar a los ojos, un pa¨ªs que conf¨ªa m¨¢s en sus propias fuerzas que en los que lo gobiernan.
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