La conmoci¨®n impone el silencio en la ciudad de la luz
Par¨ªs vivi¨® a medio gas su segundo d¨ªa de duelo
Par¨ªs, una ciudad habitualmente ruidosa, amaneci¨® este jueves raramente silenciosa. El mi¨¦rcoles, algunos de los que transitaban cerca de la sede de Charlie Hebdo aseguraron que los disparos, que sonaron a petardos, no les llam¨® la atenci¨®n. Ayer, el tiroteo habr¨ªa sido ensordecedor. El silencio reinaba en Par¨ªs y muy especialmente en los alrededores de la sede de la revista; incluso en el mercado que todos los jueves se instala en el bulevar Richard Lenoir, donde fue rematado el mi¨¦rcoles uno de los polic¨ªas. El jueves, entre los puestos callejeros, pocos clientes y un recogimiento inhabitual. Ahmed, que vende frutas y verduras, aseguraba que todo se desarrollaba normalmente. El barrendero municipal Frank S¨¦n¨¦chal le contradice: ¡°El mercado est¨¢ vac¨ªo. Nunca lo he visto as¨ª¡±.
El transporte p¨²blico par¨® un minuto y la torre Eiffel se apag¨®
A ratos, en el metro, se podr¨ªa haber escuchado el vuelo de una mosca. Pocos de los m¨²sicos habituales osaron entonar sus canciones. Alguna que otra pareja de turistas hablaba en voz baja. Los dem¨¢s viajaban absortos. Serios. Muchos lloraron despu¨¦s, a las doce en punto de la ma?ana, cuando el transporte p¨²blico par¨® por un minuto, cuando en todos los centros oficiales se guard¨® silencio ¡ªsilencio sobre silencio¡ª en homenaje a las v¨ªctimas.
La peque?a calle de Nicolas Appert donde se enclava la sede de Charlie Hebdo sigui¨® ayer durante todo el d¨ªa acordonada por la polic¨ªa. Al lado, en la esquina con el callej¨®n Verte, los ciudadanos han instalado espont¨¢neamente un altar laico lleno de velas y flores. Muy cerca est¨¢ la tienda de luminosos de Eric Meguira. No vio entrar a los agresores, pero s¨ª percibi¨® justo enfrente de su tienda el tiroteo cuando dos polic¨ªas en bici interceptaron el coche de los asesinos. Su comercio est¨¢ en obras y ayer hab¨ªa dentro un triste recogimiento.
Fuera, el barrendero intenta hacer comprender la dimensi¨®n del drama. No solo porque tuviera un gran afecto hacia el dibujante Jean Cabut, Cabu, con el que charlaba a menudo. El mi¨¦rcoles oy¨® el tiroteo. Ahora se le empa?an los ojos. ¡°Ellos forman parte de nuestra cultura. Pero no podemos abandonarnos al p¨¢nico y si algo me alegra es saber que, de estar vivos, hoy seguir¨ªan dibujando sus vi?etas para defender la libertad de todos¡±.
Las banderas estaban a media asta y autoridades y ciudadanos guardaron un minuto de silencio al mediod¨ªa. La revista atea e irreverente era homenajeada tambi¨¦n en la catedral de Notre Dame. Normalmente, hay una larga cola para visitar el templo. Ayer no fue una excepci¨®n. Pero la gente no entraba para subir a la torre. Estaba cerrada. Cientos de personas llenaron la iglesia para seguir la misa de doce, lo que no es habitual. ¡°La libertad de prensa, la libertad de expresi¨®n y la libertad religiosa son derechos inalienables del ser humano¡±, proclam¨® desde el altar el sacerdote Emmanuel Dan. A rengl¨®n seguido se hizo el minuto de silencio, solo roto por el imponente ta?er de las campanas.
Al filo de la hora de comer, las calles se animaban un tanto. Fue una ma?ana gris y suavemente lluviosa en la que como bien explicaba el sabio barrendero del distrito 11 era duro despertar. Una nueva manifestaci¨®n en la plaza de la Rep¨²blica y el apag¨®n de la torre Eiffel cerraron el segundo d¨ªa de llanto.
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