Par¨ªs, en estado de choque emocional
El asalto a un supermercado jud¨ªo se salda con el atacante y cuatro rehenes muertos Las tensiones vecinales emergen en la espera del fin del secuestro
Cuatro detonaciones y un tiroteo. Un grito colectivo de ansiedad. La silueta aturdida de varios rehenes corriendo hacia el vac¨ªo. Y un n¨²mero impreciso de ca¨ªdos, que se fue oscureciendo con el paso de los minutos. Con esta acelerada secuencia termin¨® este viernes, pasadas las cinco de la tarde, la toma de rehenes urdida por Amedy Coulibaly en un supermercado jud¨ªo situado junto a la Puerta de Vincennes, en la frontera este de la capital francesa, en un barrio lim¨ªtrofe y sin nombre, de clase media y cierta multiculturalidad. El secuestro se produjo en una ciudad ya sumamente angustiada y, por momentos, rendida al p¨¢nico tras el atentado contra el Charlie Hebdo, y al mismo tiempo que el cerco a sus supuestos autores.
"Mi hermana ha logrado huir con otros clientes", afirma un testigo
¡°En este barrio no hay problemas. Pertenecemos a religiones distintas, pero jugamos juntos a f¨²tbol¡±, afirmaba un joven musulm¨¢n que aguardaba el fin del secuestro. A su lado, decenas de personas se concentraban al otro lado de un per¨ªmetro de seguridad situado a 500 metros escasos del supermercado kosher. Sin embargo, las tensiones emergieron este viernes durante la tensa espera que precedi¨® al desenlace del secuestro. Un vecino blanco intent¨® arrancar el velo de una joven musulmana, con el consiguiente ataque de p¨¢nico general. Vecinos jud¨ªos discut¨ªan con ¨¢rabes de pol¨ªtica. Y algo m¨¢s all¨¢, magreb¨ªes lo hac¨ªan con subsaharianos. Todo el mundo parec¨ªa culpar de lo ocurrido a una extra?a entidad llamada Francia.
Cohen, veintea?ero cubierto con una kip¨¢, esperaba a reencontrarse con su hermana, atrincherada en casa tras escapar del supermercado cuando Coulibaly, un delincuente reincidente convertido al islamismo radical, irrumpi¨® en el lugar. ¡°Hab¨ªa ido a hacer las compras para el sabbat, pero ha logrado huir con otros clientes y una cajera¡±, explicaba. ¡°Dice que tiene su cara grabada¡±.
Frente a hileras interminables de patrullas antidisturbios se acumulaban vecinos que no pod¨ªan regresar a sus hogares, atrincherados en el bar de la esquina para conocer la ¨²ltima hora que las fuerzas de seguridad les negaban. Y tambi¨¦n numerosos padres de alumnos de los cuatro centros escolares pegados al lugar de los hechos, que no fueron desalojados hasta pasadas las 16.00. ¡°?Est¨¢s bien? Tranquila, seguro que no ser¨¢ nada¡±, dec¨ªa un padre a su hija por tel¨¦fono, tratando de parecer confiado. Al otro lado del per¨ªmetro de seguridad, decenas de coches bloqueados esperaban a poder volver a rodar.
El asalto lleg¨® sin previo aviso, fue breve y produjo un respiro de desahogo algo ilusorio. ¡°Ya est¨¢. Todo ha terminado¡±, dec¨ªa una se?ora con l¨¢grimas en los ojos, antes de darse cuenta de que quiz¨¢ no fuera as¨ª. La banda sonora de las sirenas, que se expande estos d¨ªas por la ciudad a todas horas, no tard¨® en volver a sonar. Cuatro rehenes y el asaltante murieron en el supermercado.
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