Por qu¨¦ el humor nos libra de nuestros fantasmas
Duele la s¨¢tira porque nos desnuda, nos revela nuestros l¨ªmites, castiga nuestra pretensi¨®n de creernos importantes e intocables
El humor y la s¨¢tira, que implican siempre una cr¨ªtica al poder, estos d¨ªas han resultado ensangrentados en Francia, salpic¨¢ndonos a tonos. Sobre las implicaciones del asesinado de humoristas irreverentes (?qu¨¦ verdadero humorista no lo es?) se ha escrito casi todo.
Quiz¨¢s un aspecto ha sido m¨¢s silenciado: el de la fuerza que el g¨¦nero literario de la s¨¢tira posee para liberar los fantasmas que nos acongojan a los seres humanos desde los tiempos de las cavernas.
Si hay algo t¨ªpicamente humano es el humor. No los miedos, ni la violencia, que tambi¨¦n existen en el reino animal. Una de las manifestaciones del arte que ennoblecen a la capacidad intelectual del Homo sapiens es la posibilidad de ridiculizar al poder y a nosotros mismos como ant¨ªdoto contra las tentaciones de omnipotencia.
Odian a los humoristas y sat¨ªricos todos los poderes. Tanto m¨¢s los odian cuanto m¨¢s tiranos se muestren.
Duele la s¨¢tira porque nos desnuda, nos revela nuestros l¨ªmites, castiga nuestra pretensi¨®n de creernos importantes e intocables.
Amenaza al poder porque lo coloca en sus l¨ªmites ya que los que lo detentan sea en el ¨¢mbito pol¨ªtico, religioso o cultural, pueden resbalar en la tentaci¨®n de considerarse intocables.
Y al mismo tiempo nos libera a todos nosotros de los fantasmas que anidan en nuestros genes. Fantasmas que aquejan y a veces hacen perder el sue?o a grandes y peque?os.
Nada libera m¨¢s a nuestros ni?os de los fantasmas que pueblan sus sue?os y sus vigilias, que el ridiculizar a brujas y superhombres. Les encanta cuando nos re¨ªmos de los mayores, que constituimos para ellos el miedo al poder que castiga o castra sus mejores sue?os de libertad.
Pocas cosas son tan liberadoras, en todos los ¨¢mbitos, como una vi?eta inteligentemente sarc¨¢stica sobre cualquier poder pol¨ªtico o religioso.
Odian a los humoristas y sat¨ªricos todos los poderes. Tanto m¨¢s los odian cuanto m¨¢s tiranos se muestren. No hay prueba mejor para una democracia o instituci¨®n que la capacidad para aceptar la iron¨ªa sobre lo que representa.
No hay prueba mejor para una democracia o instituci¨®n que la capacidad para aceptar la iron¨ªa sobre lo que representa
Si el humor nos desnuda al poder de sus falsos oropeles no hace m¨¢s que retraernos a nuestros or¨ªgenes, ya que todos desde el inicio de los tiempos nacemos desnudos, desvalidos, necesitados de todo. Nacemos sin poder. Llorando, no riendo.
El humor nos libera de las estructuras con las que nos van revistiendo y cubriendo los mantos del poder. Nos devuelve a nuestra esencialidad original.
Bastar¨ªa esta fuerza de liberaci¨®n de nuestros miedos, de nuestras est¨²pidas creencias de superioridad para que defendamos a los genios del humor y su fuerza creativa.
No existe humor blanco o negro, laico o religioso. El humor es humor y basta y puede y debe ¡°profanar¡± todos los excesos de poder y prevaricaci¨®n de los poderes que intentan frustrar nuestros anhelos de libertad.
Querer hacer distinciones aristot¨¦licas entre diferentes tipos de s¨¢tira, coloc¨¢ndole adjetivos es la mejor forma de combatirla.
El valor y la fuerza del humor radican en su misma esencia provocadora, estridente, enemiga de todo tipo de dogma.
El humor no mata. Son los dogmas, de cualquier color pol¨ªtico y religioso los que han sembrado de cad¨¢veres a la Humanidad a lo largo de la Historia.
Solo los humanos sabemos re¨ªr y re¨ªrnos de nosotros mismos.
La libertad es risue?a; el poder de los dogmas, prohibiciones y amenazas, tiene casi siempre el ce?o fruncido. No sabe re¨ªr, por miedo a desmoronarse.
El ser humano es quiz¨¢s el ¨²nico que tiene conciencia de que les espera la muerte, al no ser eterno. Y hasta frente a la muerte, el dolor supremo, el humor es el ¨²nico destello para soportar el duelo.
La psicolog¨ªa ense?a por qu¨¦ tantas veces, en los entierros, las personas explotan a veces a re¨ªr sin motivo plausible. Ser¨ªa un impulso inconsciente que nos alivia como si dij¨¦semos: ¡°yo a¨²n estoy vivo¡±.
Es curioso que en nuestro mundo, en el que el poder siente la tentaci¨®n de castrar la libertad de expresi¨®n, cuyo punto ¨¢lgido es la s¨¢tira, los l¨ªderes, pol¨ªticos o religiosos, aparecen siempre con las caras serias, amenazadoras, enfadadas con los pobres mortales, sus s¨²bditos.
Con una excepci¨®n: la del papa Francisco, al que m¨¢s he visto re¨ªr hasta de s¨ª mismo de los siete papas que ya he conocido. Quiz¨¢s por ello es un Papa sin miedo a decir lo que piensa aunque escueza, sin apegos al cargo y sin miedo a la muerte de la que habla siempre sonriendo.
Querer asesinar el humor es firmar la sentencia de muerte contra la esperanza de poder luchar y convivir con las fieras anidadas en nuestros fantasmas y pesadillas de seres limitados.
Pretender matar el humor y la s¨¢tira es tan vano e in¨²til como querer acabar con los arco¨ªris. Podremos seguir matando a sus mensajeros, pero el humor y la s¨¢tira seguir¨¢n surgiendo de nuevo hasta de debajo de las piedras por m¨¢s que disguste al poder.
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