Yihadismo y claridad
Cuenta Elvira Lindo su asombro ante la afirmaci¨®n de una contertulia tras el 11-S sobre el sufrimiento que habr¨ªa llevado a ¡°esos j¨®venes¡± a practicar el terror. De ese tipo de justificaciones hubo legi¨®n. Destacados especialistas en el mundo ¨¢rabe cargaron todas las culpas sobre el imperialismo, las humillaciones, etc¨¦tera. El 11-M solo sirvi¨® para acentuar tal ofensiva a favor de la ceguera voluntaria. Y de esos polvos salieron los lodos de la pasividad cultural y en la ense?anza ante los contenidos de violencia en las religiones ¡ªtodas pacifistas, ya se sabe¡ª, y la in¨²til Alianza de Civilizaciones.
Frente a tales huidas, debe reconocerse que el terrorismo yihadista responde a una ideolog¨ªa asentada en los textos sagrados del islam. No es que el islam sea terrorista, sino que el yihadismo es el producto ortodoxo de entender la yihad desde la experiencia guerrera de Mahoma. Si integramos la fase de predicaci¨®n en La Meca, siendo la yihad el esfuerzo hacia Dios, el resultado es m¨¢s riguroso; solo que el yihadismo lo rechaza expl¨ªcitamente. No vale, pues, decir que los terroristas no son musulmanes o que el Cor¨¢n rechaza la violencia. Disipemos cortinas de humo. La m¨¢s utilizada es la que minimiza la dimensi¨®n b¨¦lica de la yihad, distinguiendo entre la ¡°yihad menor¡±, guerra, secundaria, y la ¡°mayor¡±, del creyente consigo mismo (hadiz desprestigiado). No hablemos de que islam significa paz, y no sumisi¨®n. La actuaci¨®n guerrera del propio profeta invalida la visi¨®n de la yihad como respuesta, desde el primer ataque a la caravana enemiga hasta el asalto al oasis jud¨ªo de Jaybar. El vers¨ªculo 8.60 disipa dudas: ¡°?Preparad contra ellos toda la fuerza, toda la caballer¨ªa a fin de aterrorizar al enemigo de Al¨¢, el vuestro!¡±.
En suma, el islam no es terrorista, pero existe una l¨ªnea de interpretaci¨®n, no correspondiente a la fase de definici¨®n teol¨®gica en La Meca, la del profeta armado, que fundamenta el yihadismo. Su prevenci¨®n es imprescindible. Sin olvidar las v¨ªas indirectas de legitimaci¨®n, como entre nosotros la mitificaci¨®n de Al ?ndalus. Para un creyente, Al ?ndalus sigue siendo ¡°tierra del islam¡±. Lo prob¨® el 11-M. As¨ª que de cuentos de hadas, los menos.
La imprescindible pol¨ªtica de seguridad depende de un haz de actuaciones, en la ense?anza y en la formaci¨®n religiosa; de nada sirve ensalzar el laicismo si surgen micro-sociedades dominadas por una mentalidad integrista. Este ensimismamiento se convierte en cauce posible de la radicalizaci¨®n de minor¨ªas; gracias a Internet, incidiendo sobre la umma, la comunidad de los creyentes. La amenaza se encuentra inscrita en el Cor¨¢n: ¡°Y combatidles hasta que no haya m¨¢s fitn¨¢ [discordia fundada sobre la no-creencia] y toda la religi¨®n [en el mundo] sea de Al¨¢¡± (8.39). Es el Estado Isl¨¢mico, m¨¢s all¨¢ de Al Qaeda, referente principal a mi juicio del atentado de Par¨ªs.
Y la defensa no debe anular la acci¨®n positiva. As¨ª, el olvidado apoyo a un islam democr¨¢tico, realmente existente. El ¨²nico ant¨ªdoto al surgimiento de la islamofobia es la claridad; de ah¨ª la conveniencia de afirmar, como hiciera Charlie Hebdo, la prioridad de la libertad de cr¨ªtica. Otra cosa es que en nombre de esa libertad de expresi¨®n, no por representar al profeta, sino por el contenido xen¨®fobo, dos caricaturas hubiesen merecido ser denunciadas en Dinamarca. Pero ante el estallido del fanatismo, la publicaci¨®n como r¨¦plica del n¨²mero monogr¨¢fico, convirti¨® a los ilustradores no solo en paladines de la libertad de expresi¨®n, sino de la Libertad con may¨²scula. Es lo que est¨¢ en juego.
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