La dif¨ªcil aventura de ir a la compra
Escasez, largas esperas, restricciones y mercado negro convierten la vida diaria de los venezolanos en una odisea
Los conductores venezolanos est¨¢n caminando m¨¢s que de costumbre en este comienzo de a?o. El desabastecimiento y la escasez que marcan este pa¨ªs tambi¨¦n han tocado la puerta de las empresas que fabrican acumuladores. Desde principios de a?o los due?os de coches particulares suman otra preocupaci¨®n al drama de la supervivencia cotidiana de Venezuela: no sufrir accidentes por fallos en el suministro el¨¦ctrico por culpa de la bater¨ªa. Las colas no solo se est¨¢n formando frente a los supermercados. Hay listas de espera para casi cualquier bien que se comercie en este pa¨ªs.
En la zona industrial de La Trinidad, en el sureste de Caracas, est¨¢ una de las sedes de Duncan, la empresa de acumuladores m¨¢s conocida del pa¨ªs, que durante el primer lustro de este siglo, de acuerdo con un caso de estudio publicado por el Instituto de Estudios Superiores de Administraci¨®n (IESA), colocaba su producto en el 90% de los coches ensamblados en Venezuela.
El pasado viernes, la sede de la firma estaba abierta y hab¨ªa algunos coches a la espera de revisi¨®n, pero no hab¨ªa acumuladores. Un empleado de la compa?¨ªa explicaba a los clientes que llegaban en busca de acumuladores que solo se entrega mercanc¨ªa tres d¨ªas por semana: martes, viernes y s¨¢bado. ¡°Yo llego aqu¨ª a mi trabajo a las seis de la madrugada y ya hay gente haciendo cola para comprar su bater¨ªa¡±, asegur¨®.
El origen del desabastecimiento parece estar en la decisi¨®n del Gobierno venezolano de intervenir temporalmente la empresa para fijar el precio de venta y evitar la especulaci¨®n. En noviembre de 2013, el entonces ministro de Industrias, Ricardo Mel¨¦ndez, dijo que ¡°estaba garantizada la producci¨®n y operatividad de la f¨¢brica¡±.
Viajar fuera de Venezuela se ha convertido en una odisea desde 2014, cuando la mayor¨ªa de las aerol¨ªneas extranjeras decidieron recortar el n¨²mero de vuelos y asientos
Pero cuatro meses despu¨¦s, el desabastecimiento comenzaba a sentirse con fuerza. Tanto es as¨ª que, en una reuni¨®n con transportistas, el presidente Nicol¨¢s Maduro prometi¨® firmar ¡°un acuerdo de producci¨®n para atacar la escasez de bater¨ªas¡±.
De esta dificultad para hacerse con un acumulador se derivan muchas otras: la reventa en el mercado negro, las restricciones impuestas por Duncan para vender la bater¨ªa solo a quienes entreguen la que est¨¢ en mal estado, los robos en las colas que se forman en las madrugadas frente a sus sedes, y toda la tragedia que representa para los conductores verse convertidos de pronto en peatones en las ciudades venezolanas, que no fueron dise?adas para recorrerse a pie y ofrecen un p¨¦simo servicio de transporte.
Viajar fuera de Venezuela tambi¨¦n se ha convertido en una odisea desde 2014, cuando la mayor¨ªa de las aerol¨ªneas extranjeras decidieron recortar el n¨²mero de vuelos y asientos en respuesta a la cuantiosa deuda del Gobierno, calculada en unos 3.500 millones de d¨®lares (unos 3.000 millones de euros).
Las empresas han decidido vender los escasos billetes en d¨®lares para evitar acumular moneda local que luego no pueden repatriar a sus casas matrices, debido al control de cambios vigente en el pa¨ªs desde 2003. Las aerol¨ªneas nacionales intentan cubrir la demanda, pero no es suficiente. Los viajeros han optado por trasladarse hasta las vecinas islas de Aruba y Cura?ao, territorios holandeses de ultramar, para poder proseguir hacia su destino.
La crisis del abastecimiento de alimentos ha empeorado en esta primera quincena del a?o. La poca producci¨®n de insumos b¨¢sicos de 2014, debido a las restricciones impuestas por el Gobierno a la empresa privada, y la ca¨ªda de las importaciones han provocado cambios en la rutina de compra. Para evitar las aglomeraciones y los golpes cuando aparecen los productos, los supermercados cierran sus puertas u ordenan filas especiales para repartir los bienes escasos. El jueves llegaron el jab¨®n en polvo y el suavizante a un supermercado de Colinas de Bello Monte, un sector de clase media de la capital venezolana. Los clientes formaron una hilera mientras los trabajadores acarreaban en carretillas los paquetes del producto. Al entrar al local dos empleados entregaban cuatro bolsas de un kilo de detergente y un envase de un litro de suavizante.
Farmatodo, la cadena de ventas al detalle m¨¢s importante de Venezuela, ha intentado otro m¨¦todo y vende los productos regulados una vez por semana. En Abastos Bicentenario, la cadena estatal de hipermercados, los consumidores solo pueden ir a comprar el d¨ªa que les toca, en funci¨®n de cu¨¢l sea el ¨²ltimo n¨²mero de su c¨¦dula de identidad. Tres gobernadores chavistas ¡ªStella Lugo, del Estado Falc¨®n, Francisco Rangel G¨®mez (Bol¨ªvar) y Julio Le¨®n Heredia (Yaracuy)¡ª han prohibido que los ciudadanos pernocten junto a las tiendas de alimentaci¨®n. Incluso el nuevo Defensor del Pueblo, Tarek William Saab, ha sugerido a los supermercados que abran a las siete de la ma?ana.
Ha sido la respuesta del Gobierno, que considera que se enfrenta a una ¡°guerra econ¨®mica¡± de la burgues¨ªa local, a las multitudes que colman los locales y que a menudo alteran el orden p¨²blico cuando se acaba lo que tanto est¨¢n buscando. En esas largas filas tambi¨¦n comienza a haber expresiones de racismo de los vecinos hacia las personas que vienen de otros barrios en busca de los alimentos. La desesperaci¨®n cunde en todo el pa¨ªs.
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