La pesadilla chilena
Evo Morales recurre al papa Francisco para que medie en el conflicto con Chile por una salida al mar para su pa¨ªs
El pr¨®ximo jueves Evo Morales asumir¨¢ por tercera vez la presidencia de Bolivia. En el colorido juramento ind¨ªgena habr¨¢ una presencia fantasmag¨®rica: la de Francisco, el Papa. La ¨²ltima reuni¨®n del Pont¨ªfice con Morales produjo un cimbronazo regional. Al salir del Vaticano, Morales dijo que el jefe de la Iglesia le hab¨ªa pedido los antecedentes del reclamo de su pa¨ªs con Chile para obtener una salida al mar. Las alarmas chilenas est¨¢n encendidas. Detr¨¢s de esta tensi¨®n se perciben varios signos de estos tiempos. El activismo diplom¨¢tico de Bergoglio, las contradicciones del Gobierno de Michelle Bachelet, y el contraste entre dos modos de ser de Am¨¦rica latina.
El de Bolivia y Chile es uno de los innumerables conflictos lim¨ªtrofes entre los pa¨ªses surgidos del derrumbe del imperio espa?ol. Esa querella, que desencaden¨® la Guerra del Pac¨ªfico de 1879, pretendi¨® ser resuelta en 1904 con un tratado de paz por el que los bolivianos cambiaron la clausura por un ferrocarril desde La Paz hasta el puerto de Arica, derechos especiales para que sus mercader¨ªas salgan al oc¨¦ano, y una indemnizaci¨®n de 300.000 libras esterlinas.
Pero las pretensiones de Bolivia reaparecieron. Y los chilenos Gonz¨¢lez Videla, Pinochet, Lagos y la primera Bachelet aceptaron negociarlas. Todos fracasaron.
En abril del a?o pasado Morales recurri¨® a la Corte de La Haya porque ¡°dialogar con Chile es seguir perdiendo el tiempo¡±. El Gobierno chileno desconoci¨® esa jurisdicci¨®n. E insisti¨® en que no existe pa¨ªs sin litoral que reciba los beneficios de Bolivia: hasta fines de 2016 se invertir¨¢n 500 millones de d¨®lares para que la carga boliviana circule mejor hacia el mar.
Apenas fue elegido Papa, pens¨® en resolver el conflicto de Uruguay con la Argentina por la instalaci¨®n de unas pasteras frente al r¨ªo que separa ambos pa¨ªses. En esa controversia ya se quem¨® los dedos el rey Juan Carlos.
El diferendo, que tiene atrapada a la opini¨®n p¨²blica de ambos pa¨ªses, signar¨¢ la reasunci¨®n de Morales. Sobre todo porque Bachelet no concurrir¨¢. Se har¨¢ representar por el presidente de la Corte. Ricardo Lagos y ella misma estuvieron en las juras anteriores. Esta vez, en cambio, cit¨® a sus embajadores en Am¨¦rica Latina para analizar en Santiago el reclamo de Bolivia. ?Qu¨¦ opinar¨¢ el comunista Eduardo Contreras, representante en Uruguay y favorable a acordar con los bolivianos? Morales provoca crujidos en la coalici¨®n de Bachelet.
El canciller Heraldo Mu?oz, debilitado por un esc¨¢ndalo de financiamiento electoral, se sobresalt¨® con las declaraciones de Morales en Roma. Para un chileno no ha de haber peor pesadilla que la aparici¨®n de un Papa argentino abogando por los bolivianos.
La infidencia de Morales no mereci¨® comentarios de la Santa Sede. Pero el contexto la vuelve veros¨ªmil. Bergoglio est¨¢ exhibiendo una inclinaci¨®n irrefrenable por la pol¨ªtica internacional. Apenas fue elegido Papa, pens¨® en resolver el conflicto de Uruguay con la Argentina por la instalaci¨®n de unas pasteras frente al r¨ªo que separa ambos pa¨ªses. En esa controversia ya se quem¨® los dedos el rey Juan Carlos. Del tanteo papal no se supo nada m¨¢s.
Francisco intervino tambi¨¦n en la crisis de Nicol¨¢s Maduro con su oposici¨®n, a trav¨¦s de Aldo Giordano, su nuncio en Venezuela. Hasta ahora no obtuvo resultados. El ¨²ltimo pedido de Giordano es que el chavismo se mire en el espejo de los Castro y su reencuentro con los Estados Unidos.
Ese experimento fue el mayor ¨¦xito de Bergoglio. Los chilenos temen que sea el molde de una intervenci¨®n en su enfrentamiento con Bolivia. Ambos casos ofrecen un formato David vs. Goliat frente al cual el Papa siempre queda fascinado. Sobran ejemplos de ese encantamiento. Desde la solidaridad con los migrantes de Lampedusa hasta la reciente creaci¨®n de cardenales de pa¨ªses perif¨¦ricos y di¨®cesis menores.
Entre los diplom¨¢ticos de Bachelet hay un presentimiento m¨¢s dif¨ªcil de expresar: que en la interioridad del Pont¨ªfice siga palpitando aquel jesuita politizado, af¨ªn al nacionalismo peronista, que en los a?os setenta citaba el encierro boliviano para ejemplificar la opresi¨®n que ofende al mundo. Entre 1958 y 1960 Francisco vivi¨® en Santiago. Estudi¨® Arte y Literatura en la c¨¦lebre misi¨®n del Padre Hurtado. Pero esa experiencia acaso no alcance a conjurar el peligro que teme Bachelet. Morales sabe presionar. Revel¨® que le solicitaron los antecedentes del conflicto y, de inmediato, anunci¨® que el Papa visitar¨¢ su pa¨ªs en julio.
Tal vez Bachelet encuentre alivio en el Vaticano, adonde quiz¨¢ viaje el mes pr¨®ximo con Cristina Kirchner. El motivo puede ser inoportuno: agradecer la mediaci¨®n entre Chile y la Argentina del cardenal Antonio Samor¨¦, fallecido el 3 de febrero de 1983.
La intenci¨®n papal de ayudar a Bolivia provoca contradicciones en los cat¨®licos chilenos. Sobre todo en el cardenal Francisco Err¨¢zuriz, designado por Bergoglio en la comisi¨®n que reforma la curia romana.
En cambio el Pont¨ªfice renovar¨¢ la simpat¨ªa de la izquierda populista latinoamericana, que ve el conflicto entre Bolivia y Chile como el ¨²ltimo muro a derribar. En 2003 Hugo Ch¨¢vez ofendi¨® a Lagos diciendo que so?aba con ba?arse en una playa boliviana. Pero la tensi¨®n lim¨ªtrofe simboliza otra discordia. Morales ha dicho que s¨®lo admitir¨¢ que Bachelet es socialista si abandona la Alianza del Pac¨ªfico. Y su vicepresidente, ?lvaro Garc¨ªa Linera, describe esa asociaci¨®n entre Chile, Per¨², Colombia y M¨¦xico como ¡°la represalia de los Estados Unidos por la nueva autonom¨ªa regional¡±.
Bachelet, en un movimiento involuntario, parece representar el papel que le asignan en Bolivia. Antes de reunirse con sus embajadores evaluar¨¢ en Filadelfia el tratado de libre comercio con los Estados Unidos. Un viaje dedicado a las fobias de Morales.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.