Convulsi¨®n, no revoluci¨®n
Pablo Iglesias celebrar¨¢ la victoria de Tsipras. Pero ambos dependen solo de s¨ª mismos
El t¨¦rmino revoluci¨®n es uno de los m¨¢s devaluados internacionalmente. La victoria de Syriza en las elecciones legislativas griegas no cambia los t¨¦rminos b¨¢sicos de la democracia, deficiente pero no inexistente, del pa¨ªs. Pero s¨ª es una convulsi¨®n porque destruye el bipartidismo hist¨®rico de las dos formaciones pol¨ªticas que hab¨ªan construido, con muy malos materiales, el sistema.
Revoluci¨®n habr¨ªa sido que votaran al partido comunista griego, KKE, lo que estaba fuera de lugar, que propugnaba la salida de la UE, de la OTAN y, en definitiva, del cuadro marco del mundo occidental. Diferentemente, Syriza quiere hacer bien lo que sus antecesores hicieron muy mal; as¨ª como cambiar la forma de ver el mundo de los profesionales de la pol¨ªtica griega; esto es, renegociar los t¨¦rminos de la deuda obteniendo una quita sustancial y las condiciones de permanencia de Grecia en el euro. La opini¨®n p¨²blica no les habr¨ªa permitido otra cosas porque descolgarse de la moneda com¨²n se habr¨ªa percibido como una derrota nacional. Grecia, la presunta cuna de la Democracia en el mundo, convertida en una entidad pol¨ªtica de tercera clase. ?Qu¨¦ humillaci¨®n!
Con arreglo a todos los baremos no ideologizados en contra, Syriza es un amable y voluntarioso partido socialdem¨®crata que, si pretende hacer algo radicalmente nuevo es limpiar los establos, l¨®gicamente de Aug¨ªas, erradicando el clientelismo, la corrupci¨®n, el despilfarro, la falsificaci¨®n de la esencia misma de la democracia; o sea un revolc¨®n, todo lo radical que se quiera, pero que no pasa de hacer de verdad y profesionalmente lo que sus antecesores, Nueva Democracia y Pasok, hab¨ªan transformado en una l¨²gubre charlotada.
?En qu¨¦ medida la victoria de Alexis Tsipras conforta las esperanzas electorales de Podemos en Espa?a? ?Acaso los espa?oles estar¨¢n en su d¨ªa electoral mirando por encima del hombro al otro extremo del Mediterr¨¢neo para que les soplen lo que tienen que votar? Otra cosa es si, sobre la base de indignados e indignaciones relativamente similares entre las dos pen¨ªnsulas, un sentimiento m¨¢s o menos com¨²n anima a sus respectivos electorados. En este caso no hay efecto contagio, sino que la enfermedad que se quiere erradicar se combate por id¨¦nticos procedimientos en las urnas.
Pablo Iglesias se ha alegrado indudablemente de la victoria de su compadre Tsipras, pero uno y otro dependen exclusivamente de s¨ª mismos y de su capacidad de atraer votantes.
El voto griego no ha sido, con gran probabilidad, el de la fe ciega en la nueva formaci¨®n izquierdista, sino el de la desesperaci¨®n ante la que no ha podido nada el miedo orquestado por la derecha. Es en ese terreno, el de las convicciones de futuro, en el que se consolidan los partidos que llegan casi por sorpresa al poder. Syriza y su negociaci¨®n con Europa, si la UE entiende cu¨¢l es su mejor conveniencia, una Grecia dentro antes que fuera, decidir¨¢ si la convulsi¨®n electoral ha valido la pena.
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