El silencio pol¨ªtico de Dilma Rousseff y el silencio b¨ªblico de Marina Silva
Acusada de so?adora, la ecologista observa ahora el descalabro ambiental que est¨¢ dejando a Brasil sin agua y sin luz
El silencio no es una flor f¨¢cil de esta sociedad marcada por el ruido y el estruendo, la de los eufemismos y las mentiras. Hay, sin embargo, silencios y silencios. Hay quien prefiere el silencio ante las amenazas del ruido de los adversarios, y quien lo ejercita para dejar la venganza en manos de los dioses.
En este momento complejo en el que Brasil parece atravesar un peligroso desierto econ¨®mico, ¨¦tico y social, zarandeado por fantasmas de recesiones y traiciones pol¨ªticas, resulta extra?o el silencio de las dos mujeres que hace solo unos meses mantuvieron un duelo por la disputa por la presidencia de la Rep¨²blica.
Hoy, esas dos mujeres (Dilma Rousseff, de la que se dijo que ¡°gan¨® perdiendo¡±, y Marina Silva, que habr¨ªa ¡°perdido ganando¡±) est¨¢n envueltas en un curioso silencio.
En aquel duelo, gan¨® la lucha la exguerillera Rousseff, a la que sus asesores y consejeros convencieron de que solo se librar¨ªa de Silva destruy¨¦ndola pol¨ªticamente. Fue as¨ª lapidada con las piedras de las mentiras de la propaganda electoral, que presentaron a la ambientalista como un lobo feroz que dejar¨ªa vac¨ªo los platos de comida de los pobres para darla a los ¨¢vidos banqueros. Los pobres, que saben lo amarga que es el hambre, se asustaron y abandonaron a la hero¨ªna ecologista presentada como una fiera voraz de las forestas.
Hoy, tras el estruendo de palabras de la disputa electoral, ambas mujeres, las dos con garra y a las que no les disgusta el poder, se han enfundado en el silencio.
La presidenta Rousseff pas¨® su primer mes de mando sin hablar. Cuando lo hizo, sus palabras sorprendieron curiosamente por sus silencios, por lo que no dijo. Para hablar en la apertura del Congreso prefiri¨® enviar a un emisario. No se oy¨® all¨ª su voz. A¨²n nadie sabe qu¨¦ piensa, por ejemplo, de lo que prometi¨® en las elecciones o de lo que acus¨® entonces a sus adversarios -y hoy parece estar ella llevando a cabo-.
El pa¨ªs de sus palabras-silencio parece lejano de la realidad que vive la gente. Silencia los problemas que abarrotan los medios de comunicaci¨®n sobre la crisis econ¨®mica, energ¨¦tica, h¨ªdrica y de ¨¦tica en la pol¨ªtica frente al tsunami de corrupci¨®n de Petrobras que a ella le cuesta ver.
A¨²n nadie se atreve a apostar, por ejemplo, cu¨¢nto tardar¨¢ la presidenta en quitarse de encima la espina del banquero Joaquim Levy, que coloc¨® para sanear la econom¨ªa.
El pa¨ªs de las palabras-silencio de Rouseff parece lejano de la realidad que vive la gente
Su silencio -mientras pide que hablen sus ministros, a los que ayer les obligaba a callar- tiene que tener un motivo pol¨ªtico que prefiere por ahora no desvelar.
Queda, sin embargo, cada d¨ªa m¨¢s claro que el Brasil que Dilma Rousseff sigue dibujando no corresponde al real. Ni siquiera al de su creador y tutor, que hoy parece ser m¨¢s bien su opositor. Lula da Silva est¨¢, dicen, m¨¢s asustado de los rumbos del pa¨ªs y su pol¨ªtica que la callada presidenta.
Marina Silva, despu¨¦s de haber perdido la batalla presidencial, se ha revestido tambi¨¦n ella en un extra?o silencio. Pero si el silencio de Dilma parece pol¨ªtico, el de Marina tiene m¨¢s bien ribetes b¨ªblicos. Es lo que algunos llaman el ¡°silencio de los dioses¡±.
Acusada de so?adora y poco pragm¨¢tica por su estilo apocal¨ªptico de defender la ecolog¨ªa, Silva, hija de la selva, observa en silencio el descalabro al que el desprecio por el respeto al medio ambiente est¨¢ conduciendo a Brasil a una crisis sin precedentes de falta de agua y de energ¨ªa.
?So?adora o profeta?
Silva tron¨® durante la campa?a contra la vieja pol¨ªtica, la de los m¨¦todos fisiol¨®gicos de concebir el reparto del poder, que no tiene en cuenta ni la ¨¦tica de los personajes ni su preparaci¨®n t¨¦cnica para estar al frente de la gobernabilidad del pa¨ªs.
Se la tach¨® tambi¨¦n de so?adora porque, con sus exigencias ¨¦ticas, nunca conseguir¨ªa, llegada al poder, tener una mayor¨ªa que le permitiera gobernar.
Hoy Rousseff acaba de ser derrotada en el Congreso por una mayor¨ªa que se le est¨¢ desmoronando, incapaz de seguir unida y fiel porque la vieja pol¨ªtica criticada por Silva ya no da m¨¢s de s¨ª y necesita una renovaci¨®n profunda, como lo est¨¢n demostrando Espa?a y Grecia.
Acusada de so?adora y poco pragm¨¢tica, Silva observa en silencio el descalabro al que el desprecio por el respeto al medio ambiente est¨¢ conduciendo a Brasil
La nutrida lista de pol¨ªticos corruptos o corruptores del esc¨¢ndalo de Petrobras investigado en el caso Lava Jato (que saldr¨¢ a la luz pasadas las alegr¨ªas del carnaval) deber¨¢n hacer sonre¨ªr tristemente a la ambientalista, acusada de querer un Gobierno en manos de pol¨ªticos que fueran, sino santos, por lo menos decentes y no ladrones.
?So?adora o profeta?
La ecologista duramente derrotada parece indicar que est¨¢ prefiriendo el silencio de los dioses a los gritos para denunciar el saco de mentiras vendidas contra ella en las elecciones.
El silencio de Silva podr¨ªa ser m¨¢s b¨ªblico que pol¨ªtico.
Es el silencio del que habla el Deuteronomio (32,35) en el Antiguo Testamento refiri¨¦ndose a Dios: ¡°M¨ªa es la venganza¡±, que contrasta o se completa con la doctrina del ap¨®stol Pablo en Romanos 12,17: ¡°No os vengu¨¦is vosotros mismos¡±.
Es dif¨ªcil, en efecto, saber si es m¨¢s peligroso y pol¨ªtico tomar la venganza en las propias manos o dejarla, como aconseja la Biblia -un libro que Silva conoce muy bien- en manos de los dioses.
Dif¨ªcil saber donde pueden desembocar esos silencios de dos mujeres importantes para Brasil, y los mecanismos de la venganza humana.
Las personalidades de Dilma Rousseff y Marina Silva, fuertes y originales las dos, no pueden ser m¨¢s opuestas.
Todo hace pensar que la ecologista es m¨¢s bien amante de los tiempos amplios, sin prisas, a la espera de que llegue el momento escogido por los dioses. Es el silencio de quien, sentado a la vera del r¨ªo, espera ver pasar los despojos de sus enemigos.
El tiempo dir¨¢ cu¨¢l de esos dos silencios -el pol¨ªtico de Dilma o el b¨ªblico de Marina-? acabar¨¢ siendo m¨¢s productivo y promisorio para el pa¨ªs.
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