?Corre Brasil el peligro de sufrir un enfrentamiento popular?
Empieza a preocupar que el pa¨ªs entre en un enfrentamiento que pueda hacerlo parecerse a Argentina o a Venezuela
Brasil, en vez de dividirse, siempre se uni¨® en el pasado para defender las grandes batallas democr¨¢ticas. Fue as¨ª en las manifestaciones masivas de las ¡°Directas ya¡±, para pedir la vuelta al derecho al voto popular o cuando, juntos, los brasile?os salieron a la calle, vestidos de negro, a exigir el impeachment del entonces presidente Collor de Mello.
Tambi¨¦n en las manifestaciones de junio de 2013 fue un Brasil unido el que se manifest¨® a favor de unos servicios p¨²blicos m¨¢s modernos y humanos. Nunca el pa¨ªs tuvo pruritos de enfrentamiento popular.
Los Carnavales de este a?o est¨¢n siendo otra prueba de ese gusto de los brasile?os para api?arse juntos en la calle, tanto en los momentos dolorosos como en los de la alegr¨ªa y el placer. Millones de ciudadanos de todas las clases sociales y del norte al sur del pa¨ªs desfilaron pac¨ªficos en miles de blocos de todas las edades e ideas pol¨ªticas para disfrutar en paz.
Por primera vez, sin embargo, empieza a preocupar a los analistas la posibilidad de que el pa¨ªs entre, por motivos pol¨ªticos y para reaccionar ante la corrupci¨®n y la crisis econ¨®mica y de desencanto por la pol¨ªtica, en un c¨ªrculo de enfrentamiento popular que pueda hacerlo parecerse m¨¢s a Argentina o a Venezuela que a su propia historia.
En Brasil empiezan a resonar dos gritos que preocupan: el del impeachment de la presidenta, Dilma Rousseff, reci¨¦n elegida en las urnas y el de una posible guerra civil no sangrienta pero s¨ª de consecuencias dif¨ªciles de medir que podr¨ªa acabar enfrentando en la calle a los ciudadanos que por primera vez saldr¨ªan no unidos en la defensa de una causa com¨²n sino con ruidos de "guerra".
Ya ha sido explicado por los especialistas en derecho que la petici¨®n de ¡°impeachement¡± no es ning¨²n golpe democr¨¢tico, ya que est¨¢ previsto en la Constituci¨®n y puede ser solicitado por cualquier ciudadano si cree que existen motivos para ello.
Dif¨ªcil saber el eco popular que podr¨¢n tener las manifestaciones convocadas con car¨¢cter nacional el 15 de marzo pr¨®ximo para pedir la salida del Gobierno de la Presidenta Dilma Rousseff. Lo que es indudable es que, frente a la corrupci¨®n y a la crisis econ¨®mica, crece el descontento popular incluso entre las clases menos favorecidas, las de la Clase C, que hasta ayer eran el fiel baluarte del gobierno del PT y hoy empiezan a distanciarse de ¨¦l, como se desprende del ¨²ltimo sondeo de Datafolha.
Deponer de su cargo a un presidente, aunque siempre conlleve un cierto dramatismo, supone pasar por los cauces jur¨ªdicos previstos por la Constituci¨®n, con severos controles del Congreso: el impeachment deber¨ªa obtener dos tercios de los votos en la C¨¢mara y en el Senado.
Dicha petici¨®n, incluso gritada en las calles por los brasile?os descontentos con el gobierno, como hizo un d¨ªa el PT cuando pidi¨® desde la oposici¨®n la salida del entonces Presidente Fernando Henrique Cardoso, no deber¨ªa preocupar en t¨¦rminos democr¨¢ticos.
Lo que hoy empieza a dar miedo es que algunas fuerzas pol¨ªticas, tentadas por el demonio de la perpetuaci¨®n en el poder a cualquier precio, en vez de buscar soluciones para la salida de la crisis, puedan acabar dividiendo al pa¨ªs como sucede ya en Argentina y Venezuela, con tentaciones, como en aquellos pa¨ªses, de amordazar la informaci¨®n libre.
Una petici¨®n de ¡°impeachement¡± supone un ejercicio democr¨¢tico en el que los votantes creen que el gobernante victorioso y elegido leg¨ªtimamente en las urnas se ha hecho indigno de seguir en el poder. Nada m¨¢s.
Al rev¨¦s, un enfrentamiento que dividiera al pa¨ªs en dos grupos irreconciliables, sin distinguir ya quienes son gobierno y oposici¨®n, podr¨ªa crear tentaciones de violencia que no se sabe ad¨®nde pueden conducir.
Ese tipo de enfrentamiento civil que convierte en irreconciliables a las dos partes en conflicto y acaba dividiendo salom¨®nicamente a un pa¨ªs dificulta ya en su nacimiento cualquier soluci¨®n democr¨¢tica ya que en ¨¦l en vez del di¨¢logo y la racionalidad, reina la pasi¨®n y es cultivada m¨¢s con el h¨ªgado que con el cerebro.
Nada peor en este momento, por ejemplo, que una parte del partido del gobierno quisiera mover la calle usando a sus sindicatos y movimientos sociales contra las medidas de austeridad planteadas por su propio Gobierno para sacar al pa¨ªs de la crisis.
La reacci¨®n del Gobierno frente a una petici¨®n de ¡°impeachement¡± de su Presidenta Rousseff debe ser la de presentar hechos que demuestren que no existen motivos para ello. Todo, sin embargo, a la luz del sol, aceptando los resultados de las leg¨ªtimas investigaciones sin intentar domesticarlas ni manipularlas.
Siempre se ha dicho que es la verdad la que nos hace libres. Y son los hechos, que se revelan a trav¨¦s de las instituciones libres del Estado, en este caso de las fuerzas policiales y de los tribunales de justicia, los mejores defensores de la legalidad.
Todo el resto, como esos hechos ¡°tenebrosos¡± insinuados por el juez Sergio Moro en la operaci¨®n Lava Jato, practicados bajo la esperanza de la impunidad en las sombras de las alcantarillas del submundo del poder, son el mejor caldo de cultivo para que se vaya forjando en el pa¨ªs un clima de solapada violencia y divisi¨®n de los ciudadanos.
Ser¨ªa la peor de las medicinas para que Brasil pueda salir de la crisis econ¨®mica y pol¨ªtica que est¨¢ viviendo. La fuerza de Brasil, envidiada en diversos continentes por los pa¨ªses que sufren tentaciones de desgarros nacionalistas o ideol¨®gicos, ha sido siempre la de su unidad nacional a pesar de sus inmensas diferencias geogr¨¢ficas y culturales.
Querer hoy ignorar los nuevos vientos a la b¨²squeda de formas m¨¢s participativas del poder para perpetuar la vieja pol¨ªtica patrimonialista podr¨ªa acabar desgarrando a un pa¨ªs que siempre se enorgulleci¨® de su unidad.
Mejor, en extremis, un ¡°impeachement¡±, si fuera necesario y resultara constitucional, que cualquier otra tentaci¨®n antidemocr¨¢tica aunque pueda solaparse como defensa de los derechos de los m¨¢s pobres.
La verdadera democracia exige que hasta a los m¨¢s necesitados e indefensos se les brinde la libertad de escoger c¨®mo y por quienes desean ser defendidos, ya que la Historia ense?a lo peligrosa que es la fuerza de esos excluidos cuando descubren que est¨¢n siendo burlados o manipulados por los malabarismos del poder.
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