Pedradas
Dicen que intentaron detenerlo, pero que segu¨ªa lanzando piedras. Lo que no se dice es que Zambrano se hab¨ªa dado por vencido
Hay pedradas de inconsciencia absoluta que se lanzan normalmente disfrazadas de palabra e incluso, hay una neblina inasible en la mirada de odio que dirige como pedrada quien mira con desprecio por el rabillo racista del ojo. La mirada de Antonio Zambrano Montes que ahora vemos en pret¨¦rito languidece bajo los p¨¢rpados y su rostro fotografiado parece insinuar una sonrisa; sin embargo, ya no sabremos qu¨¦ razones o cu¨¢les hartazgos los llevaron a la absurda ocurrencia de ponerse a lanzar pedradas a las afueras de un supermercado frecuentado por paisanos mexicanos en la peque?a localidad de Pasco, Washington.
Al parecer, Zambrano Montes no articulaba un discurso antiyanqui o reclamos nacionalistas a los otros inmigrantes: estaba lanzando piedras y provoc¨® una llamada de emergencia. Al llegar los polic¨ªas en una patrulla se dice que intentaron someterlo verbalmente, y que incluso intentaron ¨Csin resultado alguno¡ª catatonizarlo con una de esas pistolas gal¨¢cticas capaces de acalambrar a una vaca, pero dicen que Antonio Zambrano segu¨ªa lanzando pedradas y que incluso lesion¨® a dos oficiales.
La poblaci¨®n no puede seguir expuesta a la ira, reacci¨®n o nervios de quienes creen escudarse en uniformes?
Lo que no se dice porque se ve filmado en un video es que Antonio Zambrano se estaba dando por vencido, huyendo de los tiras ¨Cefectivamente con un piedr¨®n en la mano¡ª y que acorralado en la acera de enfrente, levanta ambos brazos (en lo que se supone que es lenguaje universal del rendido). Lo que se ve a continuaci¨®n dif¨ªcilmente podr¨¢ ser desmentido: Ryan Flanagan, Adam Wright y Adrian Alaniz descargan sus pistolas sobre el cuerpo, incluso ya tirado, de Antonio Zambrano Montes. Acto seguido, consta en el informe oficial que ¡°una vez ca¨ªdo el sujeto¡± procedieron a llamar al cuerpo de bomberos de la ahora tristemente c¨¦lebre localidad del mero norte de los Estados Unidos de Norteam¨¦rica ¡°para intentar suministrarle auxilio m¨¦dico¡± a un hombre ya muerto.
De los poco menos de 70 mil habitantes de Pasco, Washington, la mitad es de origen hispano y una inmensa mayor¨ªa trabaja en el campo, horatalizas y legumbres, transportes que aprovechan la cuadr¨ªcula efectiva de varios cruces ferroviarios que se trazaron por all¨ª desde el siglo XIX y otros muchos en empresas de mediana y alta tecnolog¨ªa que heredan el aura que dejara por esos rumbos el llamado Proyecto Manhattan, que ciment¨® la creaci¨®n de la bomba at¨®mica.
No es momento para proseguir en conjeturas o suposiciones, sino de basarse dolorosamente en lo que muestra la filmaci¨®n, pues ahora ¨Caunque haya juzgados que declinen considerar su val¨ªa en un juicio¡ªnadie est¨¢ libre de quedar registrado en imagen y dif¨ªcilmente argumentar excusas que desmintieran la escena donde se ve claramente que un hombre que lanzaba pedradas (y que desde luego tendr¨ªa que haber enfrentado una multa o incluso una condena por su comportamiento) fue asesinado a sangre fr¨ªa y a quemarropa (en una at¨®mica reacci¨®n policial que no tiene justificaci¨®n alguna).
A los tres polic¨ªas les espera un juicio con un jurado multirracial y policultural
La fr¨¢gil fibra social que enfrenta d¨ªa a d¨ªa la poblaci¨®n norteamericana cada vez m¨¢s conformada por lo que antiguamente llamaban ¡°minor¨ªas¡± no puede seguir expuesta a la ira instant¨¢nea, la reacci¨®n inconsciente o los nervios advenedizos de quienes creen escudarse en uniformes y estrellas doradas al pecho. El oficial Ryan Flanagan llevaba nueve a?os de servicio activo en la polic¨ªa del pueblo de Pasco, pero en asuntos de tr¨¢fico (m¨¢s ocupado en expedir multas por exceso de velocidad e infracciones, y menos en asuntos delictivos cuantim¨¢s que el ¨ªndice de criminalidad de ese condado entero arroja cifras admirables de contenci¨®n e incluso ejemplares niveles de abatimiento); el oficial Adam Wright llevaba poco m¨¢s de ocho a?os de servicio en la polic¨ªa de Pasco, pero como instructor de tiro (y es de esperarse que no haya aprovechado la supuesta amenaza de una pedrada para responder con una demostraci¨®n de su tino con diana viviente) y el oficial Adrian Alaniz, de evidente ascendencia mexicana llevaba apenas dos a?os como polic¨ªa en Pasco y no hay quien infiera que dispar¨® su arma como una suerte de ajuste de cuentas entre quienes ya se sienten totalmente gringos contra un migrante aislado que quiz¨¢ enfatizaba su mexicanidad a pedradas.
Lo cierto es que a los tres polic¨ªas ¨Cahora suspendidos de sus funciones¡ªles espera un juicio en donde el condado ha subrayado la necesidad de contar con un jurado multirracial y policultural¡ y a¨²n as¨ª ser¨¢ de dif¨ªcil definici¨®n y larga historiograf¨ªa quien intente verbalizar si la historia universal de la infamia se conforma o no como una interminable sucesi¨®n de pedradas o insultos verbales que son respondidas con el silencio aturdidor de las balas.
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