Epidemia mortal en los ca?averales
La insuficiencia renal sufrida por los trabajadores de los campos de ca?a ha causado m¨¢s de 24.000 muertes en Centroam¨¦rica Las malas condiciones laborales pueden ser una causa, pero los gobiernos no han tomado medidas
Nos encontramos a mediados de la zafra en Centroam¨¦rica. Las temperaturas en muchos ca?averales suelen estar entre los 32 y 40 grados, con una humedad relativa que puede llegar al 75%. En el ingenio San Antonio, en Chichigalpa, el m¨¢s grande de Nicaragua, m¨¢s de dos mil trabajadores cortan a machete la ca?a de az¨²car desde primera hora de la ma?ana. Los ri?ones de muchos de ellos empezar¨¢n a fallar. Lo mismo les ha pasado a cientos de sus familiares y compa?eros; a la mitad de los hombres de Chichigalpa; y a 24.000 muertos en la ¨²ltima d¨¦cada en esta regi¨®n.
Poco a poco, va esclareci¨¦ndose el misterio de la epidemia de Insuficiencia Renal Cr¨®nica (IRC), que afecta, en la costa del Pac¨ªfico centroamericano, a temporeros agr¨ªcolas, sobre todo, cortadores de ca?a de az¨²car. Una buena parte de ellos en Chichigalpa. En el resto del mundo, las causas de la IRC suelen ser la diabetes y la hipertensi¨®n. No aqu¨ª, entre los ca?eros. Aqu¨ª se le asign¨® el nombre de ¡°nefropat¨ªa mesoamericana de origen desconocido¡±. Pero un art¨ªculo reciente publicado en la Revista Internacional de Salud Ocupacional y Ambiental por el doctor Daniel Brooks, de la Escuela de Salud P¨²blica de la universidad de Boston, revel¨® que al menos uno de los factores principales que contribuye a la incidencia de la enfermedad en la regi¨®n es el trabajo extenuante a altas temperaturas que se practica en los ingenios.
La evidencia est¨¢ en ¡°el hecho de que la funci¨®n del ri?¨®n se redujo en la mayor¨ªa de los cortadores de semilla, irrigadores y cortadores de ca?a, en comparaci¨®n con los trabajadores de f¨¢brica¡±, explica el doctor Brooks, quien lidera el equipo investigador de IRC en Nicaragua. ¡°El estr¨¦s por calor es un factor contribuyente, probablemente en combinaci¨®n con uno o m¨¢s factores ocupacionales o no ocupacionales¡±.
Un estudio revela que las altas temperaturas son un factor principal
A falta de que se ampl¨ªen nuevas investigaciones sobre otros factores como la exposici¨®n a pesticidas y otros qu¨ªmicos, efectos secundarios de f¨¢rmacos, o presencia de la enfermedad en adolescentes, las evidencias del estudio de la escuela de Boston representan un peque?o espaldarazo a las demandas de atenci¨®n que los trabajadores, enfermos de IRC, han exigido a los representantes azucareros y las autoridades pol¨ªticas.
El temor a verse obligados a responsabilizarse de indemnizar a las familias de las v¨ªctimas ha hecho que el mayor grupo empresarial del pa¨ªs, el Grupo Pellas, propietario del primer ingenio azucarero y productor del Ron Flor de Ca?a, haya ofrecido ayudas paliativas como bonos alimenticios, becas y otras prebendas. Todo ello dentro de su programa de responsabilidad social corporativa. Pero no responde a las demandas principales de los trabajadores. Por su parte, el gobierno sandinista guarda silencio ante un asunto que le resulta particularmente inc¨®modo.
Durante la madrugada, la ca?a se quema y, tras el corte, todo va muy r¨¢pido porque la carga de az¨²car disminuye r¨¢pidamente si se tarda demasiado en transportarla para su procesamiento. El a?o pasado se bati¨® un r¨¦cord de producci¨®n en el pa¨ªs: ocho millones de toneladas. Adem¨¢s del az¨²car, la ca?a tiene el valor agregado que proporciona el ron, la producci¨®n de energ¨ªa el¨¦ctrica y los biocombustibles como el etanol. Los dos principales compradores del az¨²car nica son Estados Unidos y Venezuela, adem¨¢s de la Uni¨®n Europea y otros pa¨ªses de la regi¨®n. El Banco Mundial ha financiado a los empresarios azucareros para la ampliaci¨®n de los cultivos de ca?a con el objetivo de aumentar la exportaci¨®n de bioetanol. Pero ante la alarma de la epidemia, particip¨® en la financiaci¨®n a posteriori de los estudios coordinados por el doctor Brooks.
Mario Amador, gerente del Comit¨¦ Nacional de Productores de Az¨²car de Nicaragua (CNPA), sospecha de malas intenciones por parte de algunas personas contra el ingenio de San Antonio. Sin embargo, tambi¨¦n su comit¨¦ financia una parte de los estudios de la universidad de Boston. Los mismos que ahora alertan de un v¨ªnculo claro entre los factores laborales y la epidemia. ¡°Est¨¢n totalmente equivocados¡±, contesta Amador; ¡°cualquiera puede ir a ver las condiciones en las que trabajan los ca?eros en cualquier ingenio de Nicaragua. Hemos sido reconocidos a nivel centroamericano por tener las mejores condiciones laborales de los trabajadores. Hay cl¨ªnicas m¨®viles, hidrataci¨®n...¡±.
Si se atendieran recomendaciones como las de la agencia norteamericana de Administraci¨®n de Seguridad y Salud Ocupacionales (OSHA por sus siglas en ingl¨¦s), los jornaleros tendr¨ªan que descansar 45 minutos por cada 15 de trabajo en esas condiciones ambientales.
Cada hombre corta entre cinco y siete toneladas de ca?a diariamente
En las afueras de Chichigalpa, aleda?os al ingenio, hay varios barrios de m¨¢xima pobreza. En casas de cinc, cart¨®n o madera, vive una gran parte de la mano de obra de la zafra. Muchos hombres, enfermos ya de IRC. Franklin tiene 24 a?os y acaba de ¡°salir pegado¡±, como dicen cuando reciben el diagn¨®stico positivo. Tiene dos hijos y s¨®lo piensa en la posibilidad de recibir un subsidio. Ha trabajado durante 8 zafras. En teor¨ªa no puede volver. El ingenio azucarero no permite que sigan trabajando los que est¨¢n enfermos. Pero muchos jornaleros acostumbran a ¡°reengancharse¡± con identidades de otros compa?eros sanos. La mayor¨ªa entra al ingenio mediante empresas de subcontrata, algunas de cuyas pr¨¢cticas estar¨ªan vulnerando tambi¨¦n las leyes de seguridad de los trabajadores.
Franklin tiene los brazos y piernas llenos de ara?azos porque, seg¨²n explica, si la ca?a no arde bien, quedan restos filosos que hieren al cortador. Su hermano tambi¨¦n est¨¢ enfermo, pero apenas ha trabajado durante tres zafras y no tendr¨¢ derecho a subsidio. Igual que ¨¦l, vive con dos hijos y una mujer, hacinados en un cuarto de cart¨®n bajo techo de cinc y una sola buj¨ªa el¨¦ctrica. Franklin confirma que el salario se paga por tonelada cortada, y no les queda mucho al final del d¨ªa. ?Y los descansos? ¡°Ah¨ª no se descansa. Cuando uno se detiene, le llaman la atenci¨®n. El a?o pasado pusieron unos toldos para que nos par¨¢ramos a la sombra. Pero nadie lo hac¨ªa¡±.
Cada hombre puede cortar entre cinco y siete toneladas de ca?a de az¨²car diariamente. El a?o pasado, el grupo Pellas premi¨® con un par de peque?as casas, valoradas en 6.000 d¨®lares, a los dos trabajadores que m¨¢s ca?a cortaron al final de esa zafra. El ganador fue L¨¢zaro B¨¢ez, con 2.405 toneladas m¨¦tricas durante toda la zafra, que dur¨® 288 d¨ªas. Eso significa que B¨¢ez cort¨® m¨¢s de ocho toneladas de ca?a diariamente ¨¦l solo. Entre el resto de cortadores se repartieron 28 bicicletas.
El ingenio azucarero San Antonio, donde tambi¨¦n se produce el prestigioso ron de Ca?a, est¨¢ ligado a la ciudad de Chichigalpa desde que lo fund¨® aqu¨ª el primer magnate de la familia Pellas, de origen genov¨¦s, a finales del siglo XIX. Desde que se tiene noticia de la enfermedad, se estima que la mitad de los hombres en Chichigalpa sufren da?os renales. La IRC est¨¢ registrada como primera causa de muerte (se estima que hay cuatro fallecidos cada semana). En los ¨²ltimos a?os se ha duplicado la mortalidad de los hombres. Por cada mujer, mueren seis hombres, la mayor¨ªa agricultores en edad de trabajar.
Un trasplante de ri?¨®n cuesta 14.000 d¨®lares: el salario es de 100 al mes
La ciudad tuvo que abrir un cementerio nuevo. La alcald¨ªa cede gratis las tumbas a las familias sin recursos. Lo constatamos en varias ocasiones al acompa?ar a los familiares en diversos funerales, y caminar entre las tumbas de tierra con cruces y, a veces con nombres borrosos, o ya sin ellos.
En las calles de Chichigalpa, se pueden ver las huellas de la enfermedad en los quistes que muestran los hombres tumbados en suelos y hamacas a las entradas de sus casas. La enfermedad arde por dentro. No tiene cura y, en su fase aguda, se requieren sesiones de di¨¢lisis (usualmente tres a la semana) que cuestan unos 140 d¨®lares cada una. El trasplante de ri?¨®n, en caso de encontrar al donante ideal, cuesta unos 14.000 d¨®lares. Todo ello hace que el diagn¨®stico por IRC sea casi una condena de muerte para trabajadores que no llegan a vivir con m¨¢s de 100 d¨®lares al mes en el mejor de los casos.
Julio Rivas recibe una pensi¨®n de apenas 2.400 c¨®rdobas (unos 78 euros u 89 d¨®lares). Se somete a di¨¢lisis en un hospital del seguro social en la ciudad de Le¨®n, a una hora de Chichalpa. Ha trabajado 22 de sus 53 a?os en el ingenio, y hace 10 que cay¨® enfermo de IRC. ?l, como muchos de sus compa?eros enfermos se declara sandinista, pero decepcionado con el actual gobierno por la falta de respaldo ante la demanda principal frente a azucareros como los Pellas. Muchos de estos hombres estuvieron en la guerra de los 80 frente a la Contra, y por eso la decepci¨®n con la vuelta del que entonces fue el l¨ªder de aquella revoluci¨®n, es a¨²n mayor.
La ciudad de Chichigalpa tuvo que abrir un cementerio nuevo
Aunque, durante a?os, la empresa ha argumentado que la epidemia de IRC es ¡°multicausal¡± y no se puede acusar directamente a las condiciones laborales, los trabajadores siempre sospecharon que el mal estaba ah¨ª, entre los ca?averales. Lo mismo que ahora evidencia el estudio liderado por Brooks, lo han repetido cientos de veces los enfermos de IRC. Y lo dicen con una l¨®gica dif¨ªcil de replicar: ¡°Ah¨ª (en el ingenio) entramos sanos y salimos enfermos¡±.
El secretario general de la Central Sandinista de Trabajadores, Roberto Gonz¨¢lez, se muestra prudente ante la investigaci¨®n: ¡°Me parece importante verificar en detalle qu¨¦ quiere decir este estudio, cu¨¢les son los v¨ªnculos con la actividad laboral en los ingenios, porque nos ver¨ªamos obligados a que esta base de informaci¨®n sea considerada por las autoridades competentes del pa¨ªs¡±. Y a?adi¨® que si la IRC se considera una enfermedad profesional, tendr¨ªa que haber repercusiones trascendentales en la legislaci¨®n el pa¨ªs y en las obligaciones del Instituto Nacional de Seguridad Social.
Ha habido pocas zafras tranquilas. Cada cierto tiempo, hay grupos de trabajadores que vuelven con su enfermedad a las puertas del ingenio y bloquean las carreteras exigiendo que se les atienda. En enero del a?o pasado intervinieron miembros de la Polic¨ªa Nacional. Mataron a un antiguo trabajador con IRC y dejaron paral¨ªtico a un ni?o de 14 a?os por un balazo en la cabeza. Recientemente, otro grupo de enfermos camin¨® durante varios d¨ªas, 130 kil¨®metros, hasta Managua a exigir nuevamente que los diputados de la Asamblea Nacional los escuchasen. Muchos, en la marcha, no eran enfermos, sino familiares. All¨ª encontramos precisamente a la madre de Julio Rivas, Victoria Estela. Su marido trabaj¨® en el ingenio y tambi¨¦n muri¨®. Cerca del ca?averal hay un barrio al que llaman La isla de las viudas por el n¨²mero de mujeres que perdieron a sus maridos por IRC.
Victoria tiene tres hermanos con la enfermedad. Ella camin¨® los 130 kil¨®metros a Managua en nombre de su hijo, que no pudo acompa?arla por estar en di¨¢lisis. A sus 70 a?os, camina con agilidad, pero se ha cansado de que la enfermedad le quite a su gente y nadie responda por ello. Tambi¨¦n se ven menores de edad que marchaban en nombre de sus padres enfermos. Y algunos ya cortan ca?a en peque?as plantaciones. En Managua, s¨®lo consiguieron ser escuchados por algunos diputados, pero nada m¨¢s. ¡°Este es un problema de salud p¨²blica y como tal el gobierno deber¨ªa tomar cartas en el asunto. Desafortunadamente no ha habido eco en el Ministerio de Salud, que es el que deber¨ªa estar al frente mitigando un poco el problema, porque hay una gran cantidad de enfermos, fuera de lo normal para una comunidad¡±, dijo Alberto Lacayo, presidente de la Comisi¨®n de Asuntos Laborales y Gremiales de la Asamblea Nacional.
En la entrada a Chichigalpa hay dos grandes carteles que dan la bienvenida al visitante. Uno, del presidente Ortega mirando al horizonte. Otro, de la prestigiosa marca del ron Flor de Ca?a. El silencio del gobierno sandinista es especialmente llamativo porque en otras problem¨¢ticas sociales no escatima recursos en alabar lo que autodefine no como un gobierno, sino como una revoluci¨®n y un proyecto ¡°cristiano, socialista y solidario¡±. Desde que Daniel Ortega gan¨® por segunda vez las elecciones, mantiene un buen entendimiento con el sector privado empresarial del pa¨ªs. Algo que en otro tiempo (el de la revoluci¨®n de los 80) hubiera sido impensable.
Parad¨®jicamente, desde 2004 las leyes nicarag¨¹enses consideran que la IRC es una enfermedad laboral. Pero eso no significa pr¨¢cticamente nada para la mayor¨ªa de los trabajadores. El subsidio, si es que llegan a cobrarlo, no cubre las necesidades m¨ªnimas, y a¨²n menos las de su enfermedad. Muchos trabajadores no llegan a sumar el n¨²mero de cotizaciones para tener derecho a ese subsidio y quedan en el desamparo. El ingenio de los Pellas, por su parte, no se hace cargo de la situaci¨®n de ellos hasta que no se demuestre que se enfermaron mientras trabajaban en sus instalaciones.
El gobierno sandinista guarda silencio ante un asunto que le resulta particularmente inc¨®modo
En otros foros de salud internacionales, ha cundido la alarma por la epidemia de IRC. A finales de 2013, la Organizaci¨®n Panamericana de la Salud (OPS) hizo un llamamiento a los gobiernos de la regi¨®n para que enfrentasen la enfermedad por ser un problema apremiante y grave de salud p¨²blica, tomando en cuenta ¡°su alta incidencia, prevalencia y mortalidad, as¨ª como la demanda insatisfecha de atenci¨®n de salud, y la carga para las propias familias, comunidades, sistemas de salud y sociedad en general¡±. De momento, en Nicaragua, uno de los pa¨ªses m¨¢s afectados, el Ministerio de Salud no desea pronunciarse.
El estudio de la universidad de Boston no descarta la incidencia de otros factores ocupacionales y no ocupacionales, pero estar¨ªan combinados con las condiciones de trabajo en el ingenio azucarero. A esta evidencia, se suma una a¨²n m¨¢s notoria: las condiciones de vida de miles de familias en la miseria.
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