El ¨¦bola se enroca
Un a?o despu¨¦s de la epidemia, que se ha cobrado m¨¢s de 10.000 muertos, se siguen produciendo unos 100 contagios a la semana
El s¨¢bado, 22 de marzo de 2014, las autoridades de Guinea anunciaban al mundo que el virus ¨¦bola era el responsable de las misteriosas muertes que se ven¨ªan produciendo en el sur del pa¨ªs desde enero, un brote que hab¨ªa llegado ya a la capital, Conakri. La noticia cay¨® como una bomba. Por primera vez, el ¨¦bola se manifestaba en ?frica occidental, se colaba en una gran ciudad y, lo que es peor, hab¨ªa dado ya el salto a otros dos pa¨ªses, Liberia y Sierra Leona. Un a?o despu¨¦s, con 24.701 casos y 10.194 muertos, la epidemia se ha ralentizado, pero sigue activa y generando unos 100 contagios a la semana. De hecho, las autoridades liberianas anunciaron el s¨¢bado el primer caso en este pa¨ªs en un mes. Nuevas cadenas de transmisi¨®n surgen en ciudades como Conakri o Freetown. A lo largo de estos doce meses alumbr¨® historias de muerte y estigma, pero tambi¨¦n de superaci¨®n y solidaridad. Estas son algunas de ellas.
El 14 de marzo, Mamadou Ciss¨¦ (nombre ficticio), funcionario de 36 a?os, recibe una inesperada visita en su casa de Conakri. Su hermano, muy enfermo, acaba de llegar desde Dingaraye, en el interior. Lo acogen, lo atienden, lo lavan. Los v¨®mitos le impiden comer. Tres d¨ªas despu¨¦s lo llevan a una cl¨ªnica privada, pero fallece apenas 24 horas m¨¢s tarde. Entonces no lo sab¨ªan, pero era el ¨¦bola, que hac¨ªa su entrada en la capital. A los pocos d¨ªas, seis miembros de la familia y buena parte del personal sanitario que le atendi¨® estaban contagiados. Mamadou pas¨® una semana con dolor de cabeza y fiebre muy alta hasta que se present¨® en el hospital de Donka. Siete d¨ªas m¨¢s tarde, ¨¦l y su mujer abandonaban el centro, pero el estigma les persigui¨®. "Cierran las puertas y las ventanas a nuestro paso", dec¨ªa entonces, "tienen miedo, nos rechazan, nos se?alan con el dedo".
M¨¦dicos sin Fronteras se despliega en el terreno con centros de tratamiento en Gueckedou y Conakri, mientras que la Organizaci¨®n Mundial de la Salud env¨ªa epidemi¨®logos en una respuesta que el tiempo demostr¨® que fue insuficiente. Para ese entonces el virus llevaba tres meses de ventaja desde que, a principios de diciembre de 2013, salt¨®, probablemente, de un murci¨¦lago a un ni?o en un pueblo llamado Meliandou, en Guinea, seg¨²n una investigaci¨®n publicada en la revista New England Journal of Medicine. Desde el foco de la epidemia, las cadenas de transmisi¨®n avanzan en todas direcciones. Los entierros se convierten en focos de contagio. Una vecina de Kailahun, en Sierra Leona, acude a un velatorio en Gueckedou (Guinea) y lleva el virus al pa¨ªs vecino.
Cerca de Kailahun, en el hospital regional de Kenema, el doctor Umar Khan, m¨¦dico de 39 a?os experto en la fiebre hemorr¨¢gica de Lassa, empieza a recibir un inquietante flujo de pacientes. Consciente de los peligros del ¨¦bola, habilita un centro de tratamiento en el interior del recinto. Quienes lo conocieron aseguran que era muy meticuloso. Pero los casos se multiplicaban, los pacientes llegaban desde todos los rincones de Sierra Leona, el personal era escaso y los turnos se doblaban en interminables horas. Al final, el propio hospital se acab¨® convirtiendo en un lugar de contagio. Y Khan lo pag¨® con su vida. La enfermedad contra la que luchaba fue la que le mat¨®. Hoy, este pa¨ªs africano le considera un h¨¦roe.
Si a principios del verano en Sierra Leona el brote parec¨ªa confinado en las regiones de Kenema y Kailahun, en Liberia la situaci¨®n era radicalmente diferente. En el mes de julio el virus hab¨ªa llegado a todo el pa¨ªs y mataba con especial virulencia en la capital, Monrovia. El 1 de agosto, el religioso espa?ol Miguel Pajares, de 75 a?os, hac¨ªa una llamada de auxilio. "Me siento enfermo, estoy esperando a que me hagan la prueba, no quiero contagiar a nadie". Para entonces, llevaba varios d¨ªas con fiebre y dolor muscular en el hospital de Saint Joseph, que acababa de ser cerrado por las autoridades tras la muerte del director, el hermano Patrick, a quien Pajares atendi¨® personalmente sin saber que estaba enfermo de ¨¦bola. Pocos d¨ªas despu¨¦s se confirm¨® lo peor y el Gobierno espa?ol puso en marcha un operativo para trasladarle a Madrid, lo que se llev¨® a cabo el d¨ªa 7. Pero ya era tarde. Muri¨® el 12 de agosto en el hospital Carlos III convirti¨¦ndose as¨ª en la primera v¨ªctima de esta enfermedad que fallec¨ªa en Europa.
Mientras Liberia se asomaba al abismo, con barrios enteros encerrados en cuarentena y centros de tratamiento desbordados, llega la peor de las noticias: el virus ha saltado a Nigeria, el pa¨ªs m¨¢s poblado de ?frica. Patrick Sawyer, asesor del Gobierno liberiano, supo que su vida estaba en peligro el d¨ªa que muri¨® su hermana. En un intento desesperado por salvarse, Sawyer decidi¨® viajar de Liberia a Nigeria con la excusa de una reuni¨®n de la Cedeao. Fue el 20 de julio. Para entonces, su salud ya se hab¨ªa quebrantado. En el avi¨®n vomit¨® varias veces y nada m¨¢s llegar a Lagos colaps¨®.
Dadas sus condiciones, un compa?ero que lo esperaba en el aeropuerto lo traslad¨® al First Consultant Hospital, donde falleci¨® cuatro d¨ªas m¨¢s tarde no sin antes contagiar a su propio amigo y a un pu?ado de trabajadores sanitarios. Sawyer introdujo el virus en Nigeria, donde la r¨¢pida reacci¨®n de las autoridades permiti¨® el control del brote. Tras su muerte, casi todas las compa?¨ªas a¨¦reas suspendieron sus operaciones con Guinea, Liberia y Sierra Leona y todos los pa¨ªses reforzaron sus controles. Esto no impidi¨® que, por carretera, el virus hiciera tambi¨¦n su aparici¨®n en dos pa¨ªses fronterizos, Senegal y Mal¨ª. Los constantes movimientos de poblaci¨®n en esta regi¨®n hac¨ªan que la tarea de contenci¨®n fuera tit¨¢nica. Pero las alertas funcionaban y ambos pa¨ªses lograron pararlo.
Las repatriaciones de cooperantes a Estados Unidos y Europa generaron tambi¨¦n una pandemia global paralela, la del p¨¢nico, que en Espa?a vivi¨® su punto ¨¢lgido en septiembre con el traslado desde Sierra Leona de un segundo religioso, Manuel Garc¨ªa Viejo, quien tambi¨¦n falleci¨®, y el contagio de la auxiliar de enfermer¨ªa Teresa Romero, el primer caso de transmisi¨®n del virus ¨¦bola fuera de ?frica. Para ese entonces, la ayuda internacional comenzaba a desembarcar en los pa¨ªses m¨¢s afectados, nuevos centros de tratamiento se inauguraban cada semana en Sierra Leona y Liberia, lo que permit¨ªa que, por primera vez, todos los pacientes pudieran ser atendidos. Esto, unido a que la poblaci¨®n comenzaba a entender c¨®mo funcionaba la transmisi¨®n y a cambiar sus h¨¢bitos de riesgo, permiti¨® que por primera vez la tendencia ascendente de la epidemia se frenara. Si en el mes de septiembre hab¨ªa unos 1.000 contagios a la semana, en diciembre se hab¨ªa reducido a un centenar.
Sin embargo, el ¨¦bola se resiste a desaparecer, sobre todo en Guinea y Sierra Leona. El nuevo caso en Liberia ha vuelto a encender las alarmas cuando el pa¨ªs estaba a punto de ser declarado libre de la enfermedad. La epidemia parece haberse estabilizado en esos 100 nuevos casos semanales, pero no baja de ah¨ª. De hecho, en las ¨²ltimas semanas se han descubierto nuevas cadenas de contagio en Freetown y Conakri, las dos capitales. En esta ¨²ltima ciudad, tres m¨¦dicos se han infectado tras atender a un paciente que hab¨ªa asistido a un entierro no seguro. Varios estudios est¨¢n en marcha para descubrir una vacuna eficaz, pero se enfrentan a un viejo problema: la desconfianza de la poblaci¨®n, que muestra resistencia a los ensayos de nuevos tratamientos.
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