La guerra y la paz en Colombia
En la justicia transicional toda soluci¨®n es de segundo orden
Asist¨ª el martes ¨²ltimo a un almuerzo con los Ministros de Defensa y de Justicia de Colombia, Juan Carlos Pinz¨®n y Yesid Reyes, respectivamente. La presentaci¨®n de los ministros fue inspiradora. Fue una clase de historia sobre la violencia, los varios intentos anteriores¡ªfallidos¡ªpor alcanzar la paz, los conflictos profundos, la oportunidad de hoy, la visi¨®n del Presidente Santos y los desaf¨ªos por venir. Ya entrada la tarde de Washington, part¨ª convencido que la oportunidad est¨¢ al alcance de la mano, que Colombia tendr¨¢ paz.
Hasta leer el peri¨®dico la siguiente ma?ana. En singular iron¨ªa, al mismo tiempo que el ministro Pinz¨®n hablaba de paz, las FARC planeaban la emboscada de la madrugada del mi¨¦rcoles. En ella mataron a un suboficial y diez soldados, hiriendo a otros 20. Fue en el Cauca, el ojo hist¨®rico del hurac¨¢n de la violencia. Seg¨²n las pericias, el personal militar se resguardaba de la lluvia cuando fue atacado por una columna m¨®vil. La fiscal¨ªa concluy¨® que el ataque califica como crimen de guerra, por el uso de armamentos no convencionales contra personal que se hallaba descansando.
Es un ataque doblemente tr¨¢gico, por las v¨ªctimas indefensas y por magnificar los m¨²ltiples obst¨¢culos en el camino del posconflicto, proceso siempre caracterizado por objetivos contradictorios entre s¨ª. Paz, justicia, reconciliaci¨®n, verdad, perd¨®n, reparaci¨®n, entre otros, son t¨¦rminos que describen esta experiencia, pero al mismo tiempo revelan sus dilemas. Para lograr la paz a veces hay que renunciar a juzgar y condenar; ha sucedido. Para que haya reconciliaci¨®n es necesaria una cierta cuota de perd¨®n. Ese perd¨®n puede adoptar la forma legal de una amnist¨ªa m¨¢s o menos amplia, la cual algunos llamar¨¢n impunidad. En definitiva, son decisiones pol¨ªticas y, como tales, discutibles. El meollo de la justicia transicional es que, inevitablemente, toda soluci¨®n es de segundo orden.
En el caso de las FARC, est¨¢ en duda que la c¨²pula tenga el poder de obligar a la mayor¨ªa de los frentes y c¨¦lulas a cumplir con lo pactado
Esa es la teor¨ªa que Colombia ilustra bien, pero con agregados. Tradicionalmente, en la justicia transicional la responsabilidad por los abusos y cr¨ªmenes de lesa humanidad ha sido de actores estatales y para estatales. Es m¨¢s reciente que las acciones de actores no estatales tambi¨¦n formen parte del campo de los delitos no prescriptibles, como los cr¨ªmenes del terrorismo. De este modo, las FARC son susceptibles de ser juzgadas por tales cr¨ªmenes. La pregunta que sigue, en funci¨®n de la no prescripci¨®n, es si ser¨ªa racional para las FARC disolverse, entregar las armas y someterse a la justicia. Las organizaciones pueden transformarse y desaparecer, pero rara vez se suicidan. Algo querr¨¢n a cambio. El ataque del mi¨¦rcoles bien podr¨ªa ser un mensaje.
Un escenario t¨ªpico del posconflicto es por ello una amplia amnist¨ªa, puntuada por un pu?ado de casos ejemplares de justicia y castigo, en ambos bandos, y envuelta en el muy necesario lenguaje de la reconciliaci¨®n, incluyendo la participaci¨®n democr¨¢tica de los ex grupos insurgentes. M¨¢s all¨¢ de los detalles espec¨ªficos, as¨ª ha sido la experiencia de El Salvador y de Irlanda, por citar dos ejemplos relevantes. Pero son las peculiaridades del caso colombiano que hacen esta negociaci¨®n mucho m¨¢s compleja. Es que las FARC eran comparables al FMLN y al IRA¡ªgrupos insurrectos armados detr¨¢s de un objetivo pol¨ªtico, la toma el poder en el primero, la independencia en el segundo¡ªpero cada vez lo son menos.
En otras palabras, las FARC se han convertido en un h¨ªbrido: parte guerrilla foquista, parte grupo terrorista, parte organizaci¨®n criminal. No es solo que combaten en la selva, tambi¨¦n vuelan l¨ªneas de alta tensi¨®n, secuestran civiles inocentes, masacran campesinos no adeptos, reclutan ni?os y trafican drogas. Si alguna vez fueron un exponente de la guerra popular prolongada, campesina y revolucionaria, el paso del tiempo los alej¨® de Mao Zedong y de V? Nguy¨ºn Gi¨¢p y los acerc¨® a los negocios criminales. As¨ª han adoptado rasgos que tambi¨¦n los hace parecidos, simult¨¢neamente, a los Guerreros Unidos mexicanos y al Lord¡¯s Resistence Army ugand¨¦s, por citar dos ejemplos.
Un economista dir¨ªa que la estrategia de supervivencia de las FARC ha sido, precisamente, la diversificaci¨®n del riesgo, adoptando un dise?o multi sectorial. Algunas partes del negocio pueden ser lucrativas con la paz, pero otras no. Es razonable asumir que diferentes grupos y columnas no tengan los mismos intereses, en tanto sus rentas se originen en actividades diferentes, m¨¢s o menos violentas, m¨¢s o menos legales.
Esto refuerza un problema adicional del posconflicto: la dificultad de forzar el cumplimiento de lo acordado a la totalidad de una organizaci¨®n. Ello se aplica a los insurrectos armados tanto como a los paramilitares, en buena medida por organizarse ambos en c¨¦lulas relativamente aut¨®nomas unas de otras. Los casos de El Salvador e Irlanda vuelven a ilustrar el problema. No todas las unidades del FMLN y del IRA aceptaron la negociaci¨®n y los acuerdos, pero en el tiempo la c¨²pula tuvo la capacidad de hacer cumplir sus ¨®rdenes. Los disidentes representaron una amenaza para el proceso de paz en curso, pero no llegaron a descarrilarlo.
En el caso de las FARC, est¨¢ en duda que la c¨²pula tenga suficiente poder para obligar a la mayor¨ªa de los frentes y c¨¦lulas a cumplir con lo pactado. Dado el modelo de negocios adoptado, tambi¨¦n est¨¢ en duda que tenga la voluntad de hacerlo.
Twitter @hectorschamis
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