¡°Arriesgu¨¦ mi vida una vez en el Mediterr¨¢neo, en Alepo era a diario¡±
Las experiencias de Ahmed, un sirio que pudo llegar a Alemania y lograr asilo, y de Bilal, que busca 6.000 euros para partir, ilustran la esperanza que despierta Europa
Seis d¨ªas y 12 horas es lo que tard¨® Ahmed en atravesar el Mediterr¨¢neo desde Turqu¨ªa hasta Italia. Comparti¨® embarcaci¨®n con otras 209 personas junto a las que sobrevivi¨® a una traves¨ªa en la que cada cual hu¨ªa de su particular infierno. A los 25 a?os, el sirio Ahmed ¡ªnombre bajo el que pide ocultar su identidad¡ª se lanz¨® solo al peligroso viaje, para el que contaba con la bendici¨®n de su familia. Hoy, otros j¨®venes, como Bilal ¡ªtambi¨¦n un seud¨®nimo¡ª, que vive en L¨ªbano, re¨²nen los 6.000 euros para intentar cumplir el mismo sue?o.
¡°Cuando ves que centenares de personas se quedan en el mar, te alegras de haber llegado vivo. Pero sinceramente, yo arriesgu¨¦ mi vida una sola vez para cruzar el Mediterr¨¢neo. En Alepo la arriesgaba cada d¨ªa. Me cans¨¦ de ver morir [a gente] a mi alrededor¡±, relata en una entrevista mediante Skype Ahmed, hoy a salvo en Berl¨ªn. Seg¨²n Amnist¨ªa Internacional, m¨¢s de 3.000 personas murieron en 2014 en el Mediterr¨¢neo durante la traves¨ªa hacia Europa en busca de refugio. Se estima que un millar y medio han fallecido desde enero. Ahmed dice no entender a esos 2.500 hombres y mujeres que han hecho el camino inverso, de Europa a Siria o Irak, para sumarse a la guerra.
Al comienzo del conflicto sirio en 2011, este joven dej¨® los estudios de profesor de educaci¨®n f¨ªsica, hizo el servicio militar y luego se qued¨® sin trabajo. Harto de guerra, de muertes y sin ingresos, decidi¨® cruzar el Mediterr¨¢neo. Dedic¨® varias semanas a salvar los dos obst¨¢culos que le separaban de su pasaje a Europa: negociar con el traficante (el pasador, que le llaman en ¨¢rabe) y reunir los 6.000 euros requeridos. ¡°Todo el mundo conoce a los pasadores, los hay m¨¢s baratos, pero no son de fiar¡±, puntualiza Ahmed.
El 9 de noviembre de 2014 abandon¨® Alepo y cruz¨® ilegalmente por tierra a Mersin, en la costa turca. All¨ª esper¨® en un hotel a otros pasajeros durante 12 d¨ªas. ¡°El 21 de noviembre salimos unos 15 chicos en una embarcaci¨®n peque?a. Tras cinco horas navegando bajo la lluvia y las arremetidas de las olas, nos trasladaron a una embarcaci¨®n de unos 23 metros de eslora en pleno mar¡±, relata Ahmed. En el buque comparti¨® viaje con otras 209 personas, entre las que hab¨ªa, asegura, unos 30 ni?os. Los pasajeros eran de nacionalidad palestina, siria y dos familias iraqu¨ªes. ¡°Llevas tu propia comida y agua. Duermes sobre el de al lado, con la cabeza sobre sus piernas o sus hombros porque no hay sitio¡±.
¡°Los pobres tienen que arriesgar su vida en una patera para llegar a Europa. Los ricos lo hacen en avi¨®n, con un visado de turista para luego obtener una residencia a cambio de comprar una vivienda¡±, se lamenta en Beirut un diplom¨¢tico europeo que prefiere no revelar su nombre. Ahmed acab¨® internado en un centro para extranjeros en Sicilia. De all¨ª fue trasladado en avi¨®n a otro centro en Bolonia del que escap¨® con otros. Un tren le llev¨® a Mil¨¢n y otro hasta Alemania, su destino final. Solicit¨® asilo en Berl¨ªn, donde tiene parientes. Hace cinco d¨ªas que a Ahmed le concedieron el estatuto de refugiado, y en breve comenzar¨¢ sus cursos de alem¨¢n. ¡°No pienso volver a Siria porque la guerra no va a terminar. Aqu¨ª no te disparan, ni te insultan ni te cortan el paso. Puedo estudiar y trabajar. Necesito poner en orden mi vida¡±. Con su historia de ¨¦xito contagia a los primos y amigos que dej¨® en Siria.
Bilal, de 22 a?os, quiere seguir los pasos de Ahmed como otros miles de j¨®venes ¨¢rabes. Este palestino es uno de los 75.000 que viven en los dos kil¨®metros cuadrados que abarca el campo de refugiados de Ein El Helwe, en el sur de L¨ªbano, donde viven descendientes de palestinos huidos o expulsados cuando Israel fue fundado. Nacido y criado entre los cuatro controles militares que delimitan el campo, sue?a con emigrar. ¡°Estoy a una hora en coche de Palestina y nunca podr¨¦ ir. Vivo en un pa¨ªs en el que estudiar no me sirve para nada porque nunca podr¨¦ tener un trabajo decente. Mejor emigrar y cuando tenga un pasaporte europeo ir¨¦ a Palestina de vacaciones¡±, afirma.
Tras varios cursos de formaci¨®n profesional, Bilal cobra 50 euros a la semana en una f¨¢brica de aluminio. ¡°Aqu¨ª no tengo futuro. S¨¦ que el d¨ªa de ma?ana ser¨¢ tan mierda como hoy, pasado, el otro¡±, murmura. Desde hace meses intenta lograr los 6.000 euros que le permitan cruzar el Mediterr¨¢neo. Su pasador, que cuelga el tel¨¦fono al o¨ªr la palabra prensa, le asegura que su visado falso para volar a Turqu¨ªa est¨¢ listo. Quiere dejar atr¨¢s su vida real por una idealizada. Incluso si ello implica perderla en el intento. ¡°Mi madre me apoya. Tiene ojos, ve lo que hay¡±, se consuela Bilal, cuyos compa?eros abandonan las f¨¢bricas para cargar con un Kal¨¢shnikov porque los empleos en las milicias locales se pagan mejor.
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