Brasile?os contra la guerra pol¨ªtica
En los momentos de crisis los verdaderos estadistas deben proteger la convivencia en vez de usar un discurso b¨¦lico
Cuando el Partido de los Trabajadores (PT), en documentos recientes, habla de ¡°reconquistar la calle¡± y convoca a sus militantes con consignas de ¡°guerra¡±, no est¨¢ haciendo un favor a la democracia ni a un di¨¢logo que abrace a todos los brasile?os y menos en un momento delicado como este para el pa¨ªs.
Los t¨¦rminos de reconquista y las consignas b¨¦licas suenan hoy a rancio, sobre todo a los j¨®venes a los que la globalizaci¨®n y la quiebra de viejas categor¨ªas pol¨ªticas les ha abierto al di¨¢logo con diferentes culturas e ideas.
Cuando el PT lanza su consigna de reapropiarse de la calle est¨¢ insinuando que la calle era suya, propiedad privada, la ¨²nica con voz pol¨ªtica autorizada a hablar. La calle, sin embargo, es de todos, no tiene due?o.
Cuando el PT lanza su consigna de reapropiarse de la calle est¨¢ insinuando que la calle era suya
Cuando un partido convoca a los suyos con vocabulario de guerra, retrocede a un discurso de ¡°nosotros contra ellos¡± en vez de colocarse como abanderado de un di¨¢logo y de una reconciliaci¨®n entre todos los ciudadanos que, antes que de izquierdas o de derechas, se sienten, con orgullo, simplemente brasile?os.
El expresidente Fernando Henrique Cardoso ha sido criticado por haber alertado a los suyos que no se puede pedir el?impeachment de Dilma, sin hechos concretos que confirmen su presunta culpabilidad.
Sin embargo, en los momentos de crisis social o pol¨ªtica de un pa¨ªs, los verdaderos estadistas no deben echar le?a al fuego. Deben ser m¨¢s prudentes que los activistas para recordar, en el calor de la lucha pol¨ªtica, que no se pueden nunca perder de vista los valores de la convivencia civil.
No existe rico o pobre, progresista o conservador, socialista o liberal que no desee ver a este pa¨ªs de nuevo creciendo, en paz, admirado fuera de sus fronteras, con menos violencia y desigualdades.
Nada m¨¢s da?ino para la simple convivencia pac¨ªfica que azuzar a la gente a un enfrentamiento que divida en vez de unir, algo que sirve para todos los partidos.
D¨ªas atr¨¢s, el acad¨¦mico progresista, Zuenir Ventura destacaba con amargura y aprensi¨®n en su columna de O Globo, que hac¨ªa muchos a?os que no advert¨ªa, incluso entre amigos de una vida, tanta animosidad debido al clima de guerra pol¨ªtica que se est¨¢ agudizando en el pa¨ªs.
Y ello es m¨¢s grave si se piensa que el exterior de Brasil recuerda que los brasile?os nunca amaron la guerra y mantuvieron siempre (a pesar de ser un pa¨ªs-continente) una fuerte raigambre unitaria como pueblo.
Podr¨ªa parecer una paradoja, pero a pesar de que Brasil hoy es uno de los pa¨ªses con mayores ¨ªndices de violencia del mundo, los brasile?os no llevan en su ADN el gusto por la pelea.
En los odios y divisiones se vive mal, se crece poco y se crea m¨¢s pobreza. En los enfrentamientos puramente ideol¨®gicos se retrocede en vez de avanzar. Todos acaban, al final, ahogados en la amargura de la derrota.
La verdadera batalla democr¨¢tica de los partidos no puede ser la de querer vencer a cualquier costo como en las guerras, sino la b¨²squeda, sin perder la propia identidad, de la pac¨ªfica convicci¨®n nacional.
En las dictaduras existe el orden, que se impone con la fuerza. Al rev¨¦s, en las democracias, prima la libertad de pensamiento y de expresi¨®n. Se pueden ganar las guerras pol¨ªticas sin humillar a los vencidos para no dejar detr¨¢s de la victoria un reguero de odios y rencores.
La paz, al rev¨¦s del orden, no se puede ni imponer ni ganar, simplemente se abraza. Y en ese abrazo, que no anula las divergencias pol¨ªticas ni sociales, no cabe la pretensi¨®n de querer exterminar al diferente.
La paz se consigue caminando juntos en la diversidad, mejor en caravana, llevando cada uno en su mochila lo mejor de s¨ª, sin excomulgar a nadie por sus preferencias pol¨ªticas o religiosas.
La guerra capaz de fortalecer la convivencia entre diferentes es la ¨²nica que vale la pena ganar.
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