De lo ingl¨¦s a lo brit¨¢nico
El nacionalismo escoc¨¦s ha generado anticuerpos en la naci¨®n inglesa
Es un fen¨®meno de larga duraci¨®n, pero en Reino Unido se produce un asalto al bipartidismo, aunque menos visible que en Francia y Espa?a. En 1951 conservadores y laboristas obtuvieron el 96% de los sufragios; pero en 2010 era solo el 65%, y la erosi¨®n podr¨ªa prolongarse en las elecciones del 7 de mayo, aunque el sistema de el-ganador-se-lo-lleva-todo disfrace el resultado y el n¨²mero de esca?os que sumen ambos partidos no baje del actual 85%.
El motor de esta revoluci¨®n en c¨¢mara lenta, como cumple al evolucionismo brit¨¢nico, es el partido independentista escoc¨¦s con seis diputados en Westminster de los 59 que se dirimen en la regi¨®n, pero al que las encuestas otorgan m¨¢s de 40; y en menor medida el UKIP, partidario de abandonar la UE, porque el suyo es un voto disperso, y el sistema puede recompensarle con un exiguo n¨²mero de puestos. Pero el nacionalismo escoc¨¦s, aparentemente hoy m¨¢s fuerte que nunca a los seis meses de haber perdido (55%-45%) su apuesta independentista, ha generado anticuerpos en la naci¨®n inglesa, que pueden plantear la cuesti¨®n como una disputa entre englishness y britishness.
El despertar de ¡°lo ingl¨¦s¡± es una reacci¨®n directa ante la ¡°ingratitud¡± escocesa. Los diputados del SNP en Westminster pueden votar sobre los asuntos que afectan a Inglaterra, pero los diputados ingleses (o galeses) no pueden meter las narices en las competencias internas de su vecino del norte, que solo corresponden al Parlamento de Edimburgo; y yendo a las materialidades, Escocia siempre ha recibido mucho m¨¢s de lo que aporta a la caja com¨²n de Reino Unido. El sentimiento de lo ingl¨¦s es muy mayoritariamente contrario a que Escocia se separe, pero crece, en cambio, la aspiraci¨®n de que se nivelen competencias y reparto de poder entre ambos actores pol¨ªticos. Si la opini¨®n brit¨¢nica habr¨ªa aceptado la separaci¨®n, caso de que el SNP hubiera vencido en la consulta, tambi¨¦n puede un d¨ªa promover un separatismo al rev¨¦s, desde fuera, como reacci¨®n ante los presuntos privilegios escoceses.
Y esa realidad de extra?amiento interior puede verse a¨²n reforzada el d¨ªa 7, si aciertan las encuestas que atribuyen el ¨¦xito de los independentistas a una debacle laborista, que retendr¨ªa apenas un pu?ado de sus 41 esca?os actuales. El partido de Ed Miliband se ver¨ªa entonces en situaci¨®n parecida al conservador, que virtualmente carece de representaci¨®n escocesa en Westminster, y la derrota de lo brit¨¢nico ser¨ªa razonable suponer que favoreciera igualmente la expansi¨®n de lo puramente ingl¨¦s. Los factores que conducen a este atolladero son gen¨¦ricos: la inmigraci¨®n, intra y extraeuropea; la presi¨®n y atracci¨®n de la UE, a la que el euro, y a¨²n m¨¢s en horas bajas, aleja de Londres; la p¨¦sima salud de la ¡°relaci¨®n especial¡± con EE UU. Y todo ello resumido en una melancol¨ªa: el decaimiento de la britanicidad, el de un pa¨ªs que se parece cada d¨ªa m¨¢s a sus vecinos europeos, y en el que lo exc¨¦ntrico teme convertirse en euroc¨¦ntrico. Si lo ingl¨¦s acaba prevaleciendo sobre lo brit¨¢nico, Escocia partir¨¢ un d¨ªa amarras. Y es dif¨ªcil saber si eso es bueno o malo para Europa.
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