Lo ¨²nico que no necesita Brasil es gobernantes con miedo
La presidenta Rousseff debe reconocer que se ha equivocado y que se est¨¢ esforzando por reparar sus errores
Quien haya podido aconsejar a la presidenta Rousseff de no hablar en cadena nacional el 1 de mayo, fiesta del Trabajador, al igual que lo hab¨ªa hecho todos los a?os, se equivoca. Se trata de una decisi¨®n que no combina con su biograf¨ªa de luchadora contra la dictadura y que adem¨¢s humilla a los trabajadores en un momento que m¨¢s necesitan, s¨ª, ser protegidos contra el miedo a perder sus conquistas.
Si algo no necesita el Brasil de hoy, desencantado y preocupado por su presente y su futuro, es el ver huir a sus gobernantes de los abucheos. Necesita verlos firmes, seguros, capaces de enfrentar la protesta y de dar la cara.
Ni como mujer, ni como alguien que no se ech¨® para atr¨¢s en sus convicciones juveniles cuando militaba en los grupos de la guerrilla armadas y enfrent¨® la c¨¢rcel y la tortura, Rousseff deber¨ªa temer el ruido a los abucheos.
Si a los pocos meses de su primer mandato como primera mujer al frente del pa¨ªs tuvo el coraje de poner en la calle a ocho ministros de su gobierno, algunos heredados de su tutor el expresidente Lula Da Silva, y fue aplaudida y elogiada como presidenta con m¨¢s coraje que los hombres en la lucha contra la corrupci¨®n, hoy no puede ni debe aparecer con miedo a ser contestada.
Rousseff tiene una deuda con la sociedad y hasta que no la salde y pida perd¨®n, no podr¨¢ permitirse pedir paciencia a la gente
La pasada festividad de la mujer, cuando su discurso al pa¨ªs fue acogido con cacerolazos, aquella contestaci¨®n fue m¨¢s a sus palabras que a su persona, y sigue siendo tratada con respeto. Quienes le aconsejaron entonces ¡°pedir paciencia¡± a una sociedad irritada con el gobierno por su pol¨ªtica econ¨®mica considerada errada y por la subida del nivel de la corrupci¨®n pol¨ªtica, se equivocaron como lo hacen ahora quienes pretenden esconderla.
Rousseff tiene una deuda con la sociedad y hasta que no la salde y pida perd¨®n por ella, no podr¨¢ permitirse pedir paciencia a la gente. Esa deuda es con los 54 millones que le dieron su voto y su confianza en las urnas tras haberles pintado al pa¨ªs de color de rosa, sin crisis econ¨®mica y a sus opositores como los verdugos que se propon¨ªan entregar el pa¨ªs y sus conquistas sociales a manos de los ricos y de los banqueros.
Hasta que no reconozca la presidenta, no ya que minti¨® a los electores como muchos piensan, sino simplemente que se hab¨ªa equivocado y que hoy se est¨¢ esforzando por reparar sus errores, ese miedo a ser abucheada seguir¨¢ siendo real.
En Brasil puede atemorizar a los gobernantes y pol¨ªticos reconocer sus posibles errores y tranquilizar a los ciudadanos de que est¨¢n dispuestos a reparar las fallas y a mejorar las cosas.
No as¨ª, por ejemplo en los Estados Unidos, el pa¨ªs m¨¢s rico y poderoso del mundo donde parece natural que su Presidente Obama salga a la televisi¨®n para pedir disculpas por alguno de sus errores t¨¢cticos sea en la econom¨ªa, en lo social o hasta en su pol¨ªtica exterior. Ese reconocimiento de culpa no s¨®lo no lo empeque?ece sino que lo fortalece.
Lo que menos necesita hoy Brasil es ver a sus gobernantes huyendo amedrentados al ser contestados por una sociedad cada vez m¨¢s exigente que acepta menos que antes el ser enga?ada.
No es s¨®lo Dilma, en efecto, la que hoy es abucheada en p¨²blico. Lo acaba de ser su vicepresidente, Michel Temer, en S?o Paulo y lo est¨¢ siendo el presidente del Congreso, Eduardo Cunha, donde se presenta. Y lo fue en d¨ªas pasados, Alckmin, gobernador del mayor y m¨¢s rico estado del pa¨ªs.
Son ya cuatro personalidades del mayor relieve de la rep¨²blica. Y a ellos podr¨ªan seguirles otros.
?Qu¨¦ hacer? ?Crear un bunker donde protegerlos? ?Amordazarles para que no hablen? ?Encerrarles en sus palacios a la espera que se calmen las aguas, como ha aconsejado uno de los marqueteros de Dilma?
Brasil necesita de gobernantes y pol¨ªticos no enfundados en los pliegues del miedo, y temerosos ante el primer abucheo
No es eso lo que necesita un pa¨ªs que es consciente que puede mejorar porque est¨¢ lleno de recursos naturales, de talentos desaprovechados, de creatividad reprimida y de ganas de triunfar y vivir sin el agobio de perder lo ya conquistado, que no es poco.
Brasil necesita de gobernantes y pol¨ªticos no enfundados en los pliegues del miedo, temerosos ante el primer abucheo. Necesita de pol¨ªticos que les ofrezcan una nueva esperanza; que les aseguren, sobretodo a los trabajadores, que no van a perder lo que ya conquistaron con tanto esfuerzo, sudor y a veces hasta hambre y humillaciones.
Ojal¨¢ la presidenta desoiga a sus ¨¢ulicos miedosos y sorprenda apareciendo el viernes en televisi¨®n para honrar a los millones de trabajadores que le dieron su voto. Que hable y no s¨®lo en las redes sociales, no para pedir de nuevo paciencia o vender cuentos de hadas. Que sea capaz de convencer a trabajadores y empresarios, peque?os o grandes que estar¨¢ a su lado para que nada ni nadie les despoje de sus conquistas.
Que lo haga con palabras capaces de convencerles que tienen raz¨®n de temerles y que se compromete a devolverles la esperanza perdida.
Si a¨²n as¨ª fuera abucheada, no importa.
Que nadie me interprete mal, pero preferir¨ªa ver a Rousseff tirando la toalla con tranquilidad para que otros recojan el relevo del poder si se sintiera desbordada por el realismo pol¨ªtico, que temblando de miedo de ser enfrentada.
?Habla, Roussef!. Si no te asustaron un d¨ªa los militares dictadores que torturaron tu cuerpo joven, menos deber¨ªan asustarte los cazerolazos inocuos y democr¨¢ticos de una calle que no exige revoluciones violentas, sino que desea s¨®lo crecer y ser feliz.
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