Espa?olas que trabajan en Arabia Saud¨ª: ¡°Aqu¨ª necesitas un hombre¡±
Relato de las espa?olas que trabajan en la construcci¨®n del metro de Riad
¡°En este pa¨ªs necesitas un hombre¡±, resume Vega Guti¨¦rrez, una de las ingenieras espa?olas que trabaja en la construcci¨®n del metro de Riad. ¡°Este pa¨ªs¡± es Arabia Saud¨ª, donde las mujeres tienen prohibido conducir, no pueden estudiar, viajar o someterse a una intervenci¨®n m¨¦dica sin el permiso del var¨®n que tenga su tutela, y deben ocultar sus cuerpos bajo unas t¨²nicas negras llamadas abayas. Pero ni esas restricciones, ni la mala imagen del Reino del Desierto, han desanimado a estas pioneras ante un reto profesional tan importante para ellas como para su anfitri¨®n.
Guti¨¦rrez se refiere a los problemas de movilidad como no poder coger el coche para ir a visitar otros puntos de la obra, hacer la compra semanal o acudir a un restaurante. Esta ingeniera de Caminos salmantina es la responsable de contrato de la l¨ªnea 5, una de las tres constructoras del consorcio internacional liderado por la espa?ola FCC. Con la experiencia de 15 meses en Riad, admite que tiene la suerte de que su marido tambi¨¦n trabaje en el mismo proyecto. Le da mayor independencia fuera del entorno laboral.
¡°El conductor se ha convertido en mi sombra¡±, se?ala por su parte Berta Tapia, jefa del departamento de Topograf¨ªa de la misma l¨ªnea, cuyo marido e hijos se han quedado en Barcelona. ¡°Pero no s¨®lo es un problema de movilidad, si no tienes marido no puedes socializar con otros hombres o compa?eros¡±, a?ade.
Las dificultades son a veces sutiles y, para mujeres acostumbradas a liderar equipos, resultan dif¨ªciles de encajar. Cuentan que a los compa?eros saud¨ªes les cuesta dirigirse a ellas y, cuando lo hacen, no les miran a la cara. ¡°No tienen costumbre porque entre ellos [mujeres y hombres] no hablan, pero poco a poco se est¨¢n habituando. Tambi¨¦n t¨² aprendes a no dar la mano a no ser que ellos te la ofrezcan primero¡±, apunta Almudena ?lvarez, ingeniera de Caminos que dirige el departamento de dise?o. ¡°En su mentalidad no existimos, est¨¢n aprendiendo¡±, a?ade.
Supera lo anecd¨®tico. Tambi¨¦n afecta a la organizaci¨®n del trabajo. ¡°No tienes la libertad que en otros pa¨ªses para convocar una reuni¨®n, pero son temas que se pueden salvar, haci¨¦ndolo a trav¨¦s de un compa?ero, por ejemplo¡±, reconoce Guti¨¦rrez. ¡°Hay que venir con una actitud diferente; eso mismo que en Madrid ser¨ªa el fin del mundo, aqu¨ª soy consciente de donde estoy¡±.
Tampoco les pill¨® de sorpresa. Sab¨ªan que ven¨ªan al pa¨ªs m¨¢s conservador y mis¨®gino de Oriente Pr¨®ximo. Intu¨ªan que las condiciones ser¨ªan dif¨ªciles, pero pes¨® la oportunidad profesional. ¡°Es un proyecto muy ambicioso, y en Espa?a en estos momentos no hay mucha obra civil¡±, coinciden.
M¨¢s complicado resulta dar ¨®rdenes o reprender a alguien cuando su trabajo no est¨¢ a la altura. ¡°Hay una parte cultural¡±, concede ?lvarez. Esta viguesa, que lleg¨® hace 10 meses desde Panam¨¢, ya hab¨ªa notado all¨ª la necesidad de tener m¨¢s delicadeza para hacer las cr¨ªticas. ¡°Los espa?oles somos muy directos y eso se malinterpreta¡±, afirma. ¡°Cuando vine, no pod¨ªa salir a la obra, pero en mi trabajo si no veo¡¡±, recuerda Tapia, la top¨®grafa. ¡°No me pongo f¨ªsicamente detr¨¢s de la m¨¢quina [el teodolito o estaci¨®n total, con el que se hacen las mediciones], aunque de vez en cuando bajo a la tuneladora a echar un vistazo con discreci¨®n¡±, conf¨ªa antes de recordar divertida que el primer d¨ªa rompi¨® la abaya porque se enganch¨®.
No obstante, se muestran convencidas de que al tratarse de occidentales, a los saud¨ªes no les preocupa mientras vayan cubiertas y sean discretas. ¡°Les causa m¨¢s sorpresa que otra cosa¡±, asegura Vega.
Tambi¨¦n notan cierto esfuerzo por encajar este nuevo fen¨®meno de mujeres a pie de obra. En Arabia Saud¨ª, ni siquiera pueden estudiar ingenier¨ªa. Unas pocas valientes lo han hecho fuera, pero o trabajan en Aramco (la compa?¨ªa nacional de petr¨®leo) o en tareas de oficina. S¨®lo en 2005 abri¨® la primera facultad de arquitectura en una universidad femenina.
Esa segregaci¨®n absoluta a la que aspiran los m¨¢s puritanos saud¨ªes tambi¨¦n crea oportunidades para las extranjeras. Tal es el caso de Sandra Yag¨¹ez, joven top¨®grafa en otra empresa de ingenier¨ªa que est¨¢ rehabilitando y ampliando un campus. ¡°Para el periodo de garant¨ªa de la obra, las mujeres, que van a ser las usuarias, no pueden comunicarse con los hombres que la est¨¢n ejecutando; as¨ª que voy a ocuparme yo¡±, explica.
¡°Es una contradicci¨®n: no dejan que entren mujeres, pero las necesitan¡±, constata Yag¨¹ez, que tuvo que casarse antes de instalarse en Riad para poder vivir con su hasta entonces novio. En la obra tiene una oficina separada de sus compa?eros, y al principio alguno se apartaba de su camino cuando se cruzaban. ¡°Trabajo en la sombra¡±, admite. Aunque eso no le resta entusiasmo. ¡°Te lo han pintado tan mal antes de venir, que una vez aqu¨ª no te parece tanto¡±, subraya.
Es la misma impresi¨®n a la que han llegado sus compa?eras de FCC. ¡°Al final, llevar la abaya es el mal menor, como un uniforme¡±, concluye ?lvarez.
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