La prosperidad de la ciudad brasile?a de Maracaju viene de China
La localidad produce soja y ma¨ªz que exporta al gigante asi¨¢tico
¡°Cultivar soja es tener dinero en el bolsillo¡±, dice satisfecho Luiz Carlos Roos, un bisnieto de alemanes que lleg¨® en 1972 a Maracaju, una peque?a ciudad de 42.000 habitantes, en el Estado de Mato Grosso do Sul, en el centro oeste de Brasil. Entonces ten¨ªa 10.000 vecinos en casas sin luz ni agua rodeadas de una tierra barata pero poco f¨¦rtil. Decididos a hacer rentable un territorio vasto e inexplorado estudiaron las mejores t¨¦cnicas agr¨ªcolas, transformaron los cultivos y sus vidas. Ocurri¨® con la ayuda de un comprador casi insaciable: China. En los a?os noventa, con la moneda brasile?a estabilizada y a resguardo de los vaivenes de una inflaci¨®n tumultuosa, los productores estaban organizados y listos para el desembarco de los chinos.
Tanto Roos como cualquiera de los 400 productores locales saben que la leguminosa, que sirve para engordar el ganado chino cada vez m¨¢s consumido por una poblaci¨®n de casi 1.400 millones, se vende al gigante asi¨¢tico ¡°como bollitos de pan caliente¡±, incluso ahora que el crecimiento econ¨®mico de la gran potencia se ralentiza: ¡°No hay alternativa: ellos tienen que comer¡±, exclama. Aker Van Der Vinne, un productor de origen holand¨¦s que tambi¨¦n lleg¨® en 1972 desde el Estado de Paran¨¢, coincide: ¡°El que planta soja tiene un futuro estable¡±.
"El que planta soja tiene un futuro estable", dice Der Vinne, un productor
Maracaju lidera la producci¨®n de soja en este Estado fundamentalmente agr¨ªcola. Entre el 30% y 40% de su producci¨®n viaja a China. No s¨®lo esa leguminosa. Mato Grosso do Sul tambi¨¦n exporta grandes cantidades de az¨²car y ma¨ªz, cuyos precios en alza han compensado la baja moment¨¢nea de los de la soja. Las f¨¢bricas procesadoras de ca?a de az¨²car y las vastas e interminables plantaciones de ma¨ªz en los alrededores de la ciudad ilustran lo importante que es esta ciudad brasile?a para China. Y al contrario: en un pa¨ªs donde s¨®lo un habitante de cada cuatro tiene autom¨®vil, en Maracaju hay un coche por cada dos vecinos. Un s¨ªmbolo innegable de la prosperidad que viene de Oriente. Otro de los signos de esa prosperidad son las bellas casas de arquitectura moderna que brotan en cada esquina. ¡°Aqu¨ª s¨®lo se queda sin trabajar el que no tiene ninguna gana de hacerlo¡±, asegura Tailan, un camarero que trabaja en una empresa de construcci¨®n de silos. ¡°En la f¨¢brica de silos trabajan tambi¨¦n africanos. Con la falta de mano de obra que padecemos, comenzamos a recibir a gente de fuera¡±, explica
Esta prosperidad es reflejo del gigantesco comercio bilateral: entre 2000 y 2014 los intercambios comerciales se multiplicaron por 40. De 1.000 millones de d¨®lares (900 millones de euros) a 40.000 millones. Brasil exporta materias primas, especialmente soja. E importa productos manufacturados.
China no s¨®lo ha transformado Maracaju a base de comprar miles de toneladas de soja. Los inversores asi¨¢ticos no pueden comprar tierras en Brasil por una ley aprobada en tiempos del presidente Lula precisamente para evitar que el gigante oriental acaparase terrenos. Pero nadie les impide levantar f¨¢bricas. As¨ª, a 10 kil¨®metros del centro de esta ciudad se construir¨¢ una planta de procesamiento de ma¨ªz rodeada de 275 hect¨¢reas de mazorcas que se transformar¨¢n en subproductos como ¨¢cido c¨ªtrico, aceite y prote¨ªna de ma¨ªz en polvo gracias a los 500 millones de d¨®lares de inversi¨®n de la empresa estatal china BBCA. Parte de esa producci¨®n se vender¨¢ en el mercado brasile?o. Otra ir¨¢ a China, Jap¨®n, Europa y EE UU. El Ayuntamiento dona el terreno, donde ya se empiezan a instalar postes de luz que iluminar¨¢n la carretera que serpentea entre un mar verde de ma¨ªz. ¡°Donar el terreno es un compromiso por parte de la ciudad con los socios que, a su vez, atraer¨¢n nuevos negocios¡±, explica Frederico Felini (sin parentesco con el cineasta), delegado del gobierno en Maracaju, con una mezcla de entusiasmo y angustia frente a los cambios mete¨®ricos que experimenta la ciudad donde naci¨®.
Esta transformaci¨®n, por ahora, permite que la ciudad sufra mucho menos la crisis econ¨®mica. ¡°La soja y el ma¨ªz nos ayudan a pasarlo mejor que el resto de Brasil¡±, concede Felini, que a?ade, con id¨¦ntica mezcla de angustia y entusiasmo: ¡°Pero tambi¨¦n es verdad que mi hijo peque?o no va a vivir la misma infancia ni la misma adolescencia que yo viv¨ª¡±.
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