Felipe Gonz¨¢lez se re¨²ne con Petkoff: ¡°Esto s¨ª es una buena noticia¡±
El periodista venezolano recibe en su casa de Caracas, de manos de Felipe Gonz¨¢lez, el Ortega y Gasset a su trayectoria profesional
Teodoro Petkoff no pisaba la redacci¨®n del diario Tal Cual desde noviembre. Pero el pasado 16 de abril, cuando se le comunic¨® que hab¨ªa sido premiado con el Ortega y Gasset por su trayectoria profesional, la garra curtida durante 83 a?os llev¨® a Teodoro, como le conocen los venezolanos, a las oficinas del peri¨®dico que fund¨® hace 15. Privado de la libertad salir de Venezuela por el n¨²mero dos del chavismo, Diosdado Cabello, que le acus¨® de difamaci¨®n, ni la injusticia ni los achaques de la edad le iban a robar la posibilidad de compartir con sus muchachos el premio. Lo consideraba tan suyo como propio. Un reconocimiento a Tal Cual.Al periodismo libre que se ahoga en Venezuela.
¡°Lleg¨® y lo primero que dijo fue: ¡®Vamos a intentar volver a sacar el peri¨®dico a diario¡±, recuerda Xabier Coscojuela, jefe de redacci¨®n del peri¨®dico, en el domicilio de Petkoff, un acogedor piso de unos 70 metros donde las orqu¨ªdeas batallan el espacio a los libros, muchos de ellos biograf¨ªas, como un par de Mandela o de Bill Clinton. Desde marzo, Tal Cual dej¨® de ser un diario para convertirse en un semanal. ¡°Le dije que el problema no era solo el dinero, tambi¨¦n la falta de papel. ¡®Bueno, ya lo pensaremos¡¯, dec¨ªa. Sigui¨® yendo varios d¨ªas, paseaba por la oficina, conversaba con la gente¡ El d¨ªa del premio, sigui¨® la ceremonia a la redacci¨®n¡±, sigue Coscojuela. Dur¨® poco la euforia. La situaci¨®n de Venezuela hiere y deteriora m¨¢s a Petkoff que los problemas propios de la edad.
El patrimonio de ¡®Tal Cual¡¯
Petkoff y el expresidente espa?ol guardan una buena relaci¨®n desde los a?os ochenta
Teodoro no est¨¢ en la sala, acaba de retirarse a descansar ¡°cinco minutos, no m¨¢s¡± mientras espera la llegada del expresidente espa?ol Felipe Gonz¨¢lez, que recogi¨® en Madrid el premio en nombre de Petkoff. El d¨ªa anterior, se qued¨® esperando, pero no le da mayor importancia. ¡°Est¨¢ muy ocupado¡±, suelta cuando alguien se pregunta cu¨¢nto tardar¨¢. Y aunque no niega que si se hace tarde ¡°mejor le decimos que venga ma?ana¡±, aguarda ansioso a su viejo amigo. La ausencia de Petkoff en el sal¨®n de su casa da pie a que su gente m¨¢s cercana, Coscojuela; su abogado, Humberto Mendoza o el fot¨®grafo de Tal Cual Sa¨²l Uzc¨¢tegui empiecen a rememorar an¨¦cdotas. Uzc¨¢tegui cuenta c¨®mo a los pocos meses de fundar el diario, lleg¨® a la redacci¨®n y pregunt¨®. ¡°Muchachos, ?ustedes cu¨¢ndo piensan hacer el sindicato? Ese es Teodoro¡±, dice emocionado.
A Petkoff se le nota cansado. Apenas habla, aunque s¨ª regala a menudo una mueca que resulta una sonrisa cuando se le recuerda alguna an¨¦cdota, j¨®venes periodistas que le acompa?aron en el lanzamiento de Tal Cual o aquellos que se acuerdan de ¨¦l en Madrid. Parece ausente, pero sigue las conversaciones con mucho tino. Con la mirada perdida, no deja de tocarse con el ¨ªndice el pulgar de la otra mano. Su presencia impone. De vez en cuando duda sobre si la presencia de periodistas incomodar¨¢ a Gonz¨¢lez. ¡°Me dijo que quer¨ªa un encuentro privado, cuando llegue, se van a tener que ir¡±. No quiere, en el fondo, que nadie le robe ese momento. El resto de veces que habla, pocas, como buen periodista, es para preguntar. ¡°?Cu¨¢ntos a?os tiene Felipe?¡±, suelta, ante el silencio generalizado. Se conocen desde los a?os ochenta. El par de Gonz¨¢lez entonces era Carlos Andr¨¦s P¨¦rez, de Acci¨®n Democr¨¢tica, pero Petkoff lideraba el Movimiento al Socialismo (MAS), ¡°la ni?a bonita de la izquierda¡±.
Han pasado casi cuatro horas de charla, cuando a Mendoza le avisan de que Gonz¨¢lez est¨¢ de camino. Petkoff se revuelve, se levanta y se empieza a mover intranquilo por la casa. Sale a la entrada del domicilio, donde unos obreros terminan de colocar unas bombillas. ¡°Venga, dense prisa¡±, les espeta, mientras regresa al interior de la casa. Cuando Gonz¨¢lez entra, se cuadra y bromea con un saludo militar: ¡°?A sus ¨®rdenes!¡±. Los dos se abrazan emocionados. Ni una palabra. Cuando el expresidente le da el premio Ortega y Gasset, Teodoro no le quita ojo. ¡°?Chillida, no?¡±, pregunta sobre el autor del cuadro mientras tira de ¨¦l. ¡°?Bueno, afl¨®jalo!¡±, le suelta a Gonz¨¢lez, para despu¨¦s llevarlo donde ha decidido colgar el premio. El expresidente se gira y, antes de quedarse a solas con su viejo amigo, comenta sobre su reencuentro: ¡°Esto s¨ª es una buena noticia¡±.
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