Bagdad da la espalda al Estado Isl¨¢mico
Los habitantes de la capital iraqu¨ª intentan que el avance yihadista no les marque el paso
![Maratón en apoyo del Ejército iraquí y las milicias chiíes, el pasado abril en Bagdad.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/UFL2N7N3WDRZJLN2A3Z6N22V5A.jpg?auth=88467c0442c4a2df903f39e1a577b0822cc781eddf2ab53a9cf9e102a946961a&width=414)
A tenor de los carteles que salpican sus calles, Bagdad es una ciudad en pie de guerra. Desde las pancartas, combatientes de uniforme animan a los iraqu¨ªes a alistarse no en el Ej¨¦rcito, sino en alguna de las decenas de diferentes milicias, o dan fe de los ca¨ªdos en la batalla contra el Estado Isl¨¢mico (EI). Su mera existencia refleja la fragmentaci¨®n social que tambi¨¦n se plasma en barrios segregados por comunidades ¨¦tnico-religiosas. Sin embargo, los bagdad¨ªes se niegan a que la violencia les marque el paso.
El EI proyecta una pesada sombra sobre Bagdad. Su amenaza es tema de conversaci¨®n, de debates televisivos y, recientemente, incluso de la programaci¨®n del Teatro Nacional. El viejo edificio de Karrada acoge esta temporada a troupes provinciales que escenifican experiencias con el Daesh, como la mayor¨ªa llama aqu¨ª al grupo, usando un acr¨®nimo ¨¢rabe que disgusta a sus simpatizantes.
Tienen motivo para estar preocupados. Apenas a 60 kil¨®metros, en Faluya, ondea la bandera negra desde principios de 2014, seis meses antes de que los yihadistas tomaran Mosul. Una noche s¨ª y otra tambi¨¦n hay ataques sobre Abu Ghraib, a medio camino. Aun as¨ª, no da la impresi¨®n de que Bagdad sea ahora m¨¢s insegura que hace un a?o. Contin¨²a habiendo atentados indiscriminados contra mercados y otros lugares p¨²blicos, pero sus ocho millones de habitantes (casi una cuarta parte de la poblaci¨®n del pa¨ªs) parecen haber decidido seguir con sus vidas sin dejarse intimidar.
Adem¨¢s de significar un alivio para parturientas y otras urgencias m¨¦dicas a deshora, el levantamiento del toque de queda nocturno el pasado febrero ha dado confianza a muchas familias para salir a la calle. En Al Mansur y Karrada son habituales los atascos de tr¨¢fico al final del d¨ªa, m¨¢s a¨²n ahora con el Ramad¨¢n.
Corrupci¨®n
Tambi¨¦n algunos restaurantes vuelven a estar concurridos para la cena. En el Mazaj, en una bocacalle de la avenida Saad¨²n, la parroquia incluye numerosas mujeres, la mayor¨ªa sin velo. El local cuenta con una terraza cubierta, en la que ventiladores con humidificador refrescan el aire. Por un momento, la decoraci¨®n tropical y la jaula con p¨¢jaros hacen que una se olvide de que est¨¢ en la capital iraqu¨ª; salvo que la cita es para hablar del Daesh y el ruido del generador dificulta la conversaci¨®n. Esas m¨¢quinas de producir electricidad son omnipresentes. Su runr¨²n se ha convertido en la banda sonora de Bagdad, igual que antes lo fue de Beirut. Y como pasara en la capital libanesa, tambi¨¦n son una trampa.
No hay barrio que no tenga un potente generador para paliar la incapacidad de la red el¨¦ctrica nacional. Abu Rihab paga 125.000 dinares (unos 80 euros) al mes a su proveedor para evitar quedarse sin aire acondicionado o que se le pierda la comida de la nevera con los cortes que se producen cada dos horas. Con m¨¢ximas que superan los 45 grados cent¨ªgrados y m¨ªnimas por encima de los 30, no es ning¨²n lujo. El problema es que el negocio ha creado intereses que bloquean cualquier intento serio de solucionar las carencias de suministro p¨²blico.
Hace mucho que Bagdad dej¨® de ser la ciudad de las mil y una noches. Pero a los bagdad¨ªes les gustar¨ªa que la estatua de Kahramana, que echa un aceite imaginario a los 40 ladrones en una fuente, cobrara vida y actuara contra los especuladores.
La corrupci¨®n resulta tan peligrosa como el EI. A ella se atribuyen los soldados astronautas, en parte responsables de que el Ej¨¦rcito no haya opuesto resistencia al avance de los yihadistas, y ahora se empieza a hablar de ¡°funcionarios fantasma¡±. Asegurado el puesto, y el sueldo, no vuelven a aparecer por el departamento que les ha contratado. La sospecha sobrevuela el proyecto de la ?pera.
Como el polvo del desierto que a menudo desdibuja los contornos de los edificios, el manto de las corruptelas eclipsa las perspectivas de una ciudad que un d¨ªa fue faro de la cultura ¨¢rabe.
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![?ngeles Espinosa (Enviada Especial)](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F32bb7ff4-537e-43ea-9dab-0cb3f83ba60b.png?auth=fe7906998c48e4418837148be26d16b394f20655dd6a58f57c74c79fe3150bd9&width=100&height=100&smart=true)