Alivio en la iglesia negra del pueblo del asesino de Charleston
A diez minutos de la casa de Roof, un templo ofrece sesiones de estudio de la Biblia, como el atacado por el joven blanco
Es una iglesia afroamericana con sesiones de estudio de la Biblia, como tantas otras en Estados Unidos y como la de Charleston, en la que un joven blanco mat¨® a nueve fieles negros tras pasar una hora con ellos leyendo textos religiosos. Pero esta iglesia tiene una particularidad: est¨¢ ubicada en el pueblo de Eastover, a unos diez minutos en coche de la casa en que viv¨ªa Dylann Roof, de 21 a?os y acusado de la matanza del mi¨¦rcoles en Charleston.
?Podr¨ªa haber sido esa iglesia la diana de la atrocidad racista de Roof? ¡°Lo he pensado, cuando lo descubr¨ª pens¨¦ que simplemente podr¨ªa haber bajado la carretera hacia nuestra iglesia¡±, responde Gloria Jones, afroamericana de 52 a?os y pastora de este templo conocido por el nombre de su fundadora, Elizabeth Workman DeVeaux. ¡°Estoy agradecida a Dios que no escogi¨® esta iglesia, pero estoy triste de que escogiera otra¡±.
Roof decidi¨® conducir dos horas al este para atacar la iglesia Episcopal Metodista Emanuel, en el centro de la portuaria Charleston, una de las m¨¢s antiguas y simb¨®licas de la comunidad negra en el viejo sur esclavista al haber sido fundada, en 1816, por un l¨ªder negro abolicionista.
Roof viv¨ªa en una zona rural en una casa junto a una carretera a las afueras de Columbia y cerca de una base militar
Un manifiesto en Internet, que se atribuye al joven, explica que elige Charleston para sus acciones ¡°porque es la ciudad m¨¢s hist¨®rica¡± de Carolina del Sur y lleg¨® a tener la ¡°mayor proporci¨®n de negros frente a blancos en el pa¨ªs¡±. En esa misma p¨¢gina, Roof, que no acab¨® la escuela secundaria y estaba desempleado, aparece en fotograf¨ªas con una pistola y la bandera de la Vieja Confederaci¨®n de los Estados esclavistas que perdieron la Guerra Civil contra el norte unionista en el siglo XIX.
La iglesia de DeVeaux, fundada en 1975, est¨¢ en una ladera en una tranquila carretera de Eastover, de 800 habitantes y a las afueras de Columbia, la capital de Carolina del Sur. El paisaje es rural, con colinas, bosques espesos y extensos campos de trigo. En las carreteras de los alrededores, se ven algunos coches con reproducciones de la bandera confederada. La iglesia es una construcci¨®n baja y horizontal de ladrillo. En su jard¨ªn, un cartel reza: El ¨²nico camino al cielo¡ Jes¨²s.
Como sucedi¨® con Roof en Emanuel, Jones explica que en su iglesia aceptan a visitantes en las sesiones de estudio de la Biblia que se celebran los martes por la noche. La mayor¨ªa de fieles son negros, pero en ocasiones vienen blancos. ¡°Les damos la bienvenida, los invitamos a volver. Las puertas de la iglesia est¨¢n abiertas a todo el mundo¡±, dice.
Eso no cambiar¨¢ tras la matanza de Charleston. Hacerlo, esgrime, supondr¨ªa una victoria para fundamentalistas blancos como Roof. ¡°Tenemos que seguir siendo los mismos. Somos hijos de Dios, creemos que ¨¦l nos est¨¢ siempre vigilando. Lo que ocurre simplemente ocurre¡±, argumenta la pastora. Y como algunos de los familiares de las nueve v¨ªctimas, muestra compasi¨®n hacia el asesino: ¡°Le perdono, realmente lo hago porque todo el mundo se merece perd¨®n. Siento que, cuando alguien comete un crimen, no entiende en ese momento lo que est¨¢ haciendo¡±.
Le perdono. Siento que, cuando alguien comete un crimen, no entiende en ese momento lo que est¨¢ haciendo¡± Gloria Jones, pastora de la iglesia
La pastora Jones cuenta que su ¡°coraz¨®n¡± est¨¢ con las familias de los muertos pero tambi¨¦n con la de su verdugo. ¡°Ellos no lo hicieron. ?l [Roof] lo hizo. S¨¦ que ellos est¨¢n tristes tambi¨¦n¡±, alega. La ¨²nica declaraci¨®n p¨²blica de la familia del asesino ha sido un comunicado, difundido al d¨ªa y medio de la matanza, en que manifest¨® sus ¡°condolencias¡± a los fallecidos y su ¡°pena e incredulidad¡± por lo sucedido.
La casa de la familia de Roof, en la que seg¨²n los investigadores viv¨ªa el joven, est¨¢ ubicada, oculta entre ¨¢rboles, en una ladera en una carretera de cuatro carriles a las afueras de Columbia y cercana a una base militar. El camino de tierra que lleva a la casa est¨¢ cortado por una cadena con un cartel: Propiedad privada. No entre.
Enfrente hay una gasolinera, y un restaurante viejo y t¨ªpicamente sure?o, en que solo se ven clientes blancos. Hacen gala de la fama hospitalaria del sur, pero al preguntarles por Roof la mayor¨ªa declinan hablar, cansados de visitas de periodistas. Una joven dependienta blanca, que rechaza dar su nombre, pone cara compungida al interpelarla. Cuenta que hab¨ªa visto al joven un par de veces en la tienda de suministros anexa al restaurante. ¡°Estoy segura de que sus padres est¨¢n conmocionados¡±, se?ala.
Una pareja negra de unos 40 a?os reposta su veh¨ªculo en la gasolinera. ¡°No me ha sorprendido. Carolina del Sur es uno de los lugares m¨¢s racistas¡±, dice Anthony Johnson, que desconoce que Roof viv¨ªa al otro lado de la carretera. Su esposa, Elonda, esgrime que las matanzas pueden ocurrir en cualquier lugar, pero que aqu¨ª no hay el mejor ambiente. Pone como ejemplo la pol¨¦mica por la bandera de la Confederaci¨®n que ondea frente al Capitolio estatal en Columbia: ¡°No es algo bueno para los j¨®venes, todav¨ªa les ense?a odio¡±.
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