Soberan¨ªa

Una de las razones que se adujeron para no extraditar al Chapo a los Estados Unidos es que deb¨ªa pagar por sus cr¨ªmenes primero en M¨¦xico. Raz¨®n encomiable, de no ser porque esa defensa de la soberan¨ªa no ha aparecido a la hora de aceptar acr¨ªticamente los lineamientos de cada presidente estadounidense desde Nixon sobre la est¨²pida y criminal ¡°guerra contra las drogas¡±.

Tendr¨ªa que haber sido extraditado, por supuesto. Y no s¨®lo ¨¦l, sino todos los actores del negocio que se financia desde all¨¢ y cuyas reglas desde all¨¢ se han establecido. Habr¨ªa que cumplir a la clase pol¨ªtica estadunidense las fantas¨ªas que s¨®lo se atreven a expresar a trav¨¦s de pati?os como Donald Trump, y enviarles a los criminales que compran all¨¢ sus armas. Quiz¨¢ entonces notar¨ªan la diferencia entre estos y las comunidades enteras de gente honesta que han migrado para trabajar sin prestaciones.

El aparente gesto de dignidad acab¨® en un desastre y?no se va a remediar ni siquiera si vuelven a capturar a este capo o si capturan a alg¨²n otro

Aquel aparente gesto de dignidad termin¨® convertido en un ejemplo de incompetencia y de corrupci¨®n. Y el desastre no se va a remediar ni siquiera si vuelven a capturar a este capo o si capturan a alg¨²n otro. Si de verdad este gobierno quiere recuperar la soberan¨ªa nacional tendr¨ªa que comenzar por cumplir con su obligaci¨®n fundamental de proteger la integridad de los ciudadanos, a¨²n cuando eso implique romper el pacto de impunidad con sus aliados. Porque M¨¦xico es un pa¨ªs donde la ley parece ser muy dura cuando se trata de meter en cintura a j¨®venes revoltosos, ciudadanos que buscan maneras de defenderse o trabajadores que toman las calles para protestar contra la superexplotaci¨®n. Pero no cuando se trata de investigar a los grandes hombres de negocios que han lavado millonadas al crimen organizado o de altos funcionarios que acrecientan su patrimonio de forma milagrosa.

Frecuentemente los poderosos entienden por ¡°pericia pol¨ªtica¡± la capacidad de cometer trapacer¨ªas y al mismo tiempo aparentar que las persiguen. A los nuestros, la pericia ya no les da para sostener esa fachada. O aprenden, contra todos sus instintos, a hacer pol¨ªtica de verdad, es decir, a tomar en cuenta otras voces, y toman decisiones radicales para convencer a la ciudadan¨ªa de que ¡°justicia¡± no es s¨®lo una palabra en el teleprompter, o tienen que irse.