La diplomacia, partera de la historia

Si atendemos a la m¨¢s reciente experiencia, el futuro est¨¢ en la diplomacia. La guerra est¨¢ pasada de moda. O mejor dicho, no funciona. O peor, produce efectos perversos. Libia, Irak y Afganist¨¢n son los ejemplos m¨¢s recientes de los p¨¦simos efectos del uso de la fuerza para derrocar reg¨ªmenes impresentables y construir unas relaciones internacionales pac¨ªficas y civilizadas.

George W. Bush protagoniz¨® el ¨²ltimo intento de neutralizar reg¨ªmenes peligrosos y llevar la democracia a los pa¨ªses que no la tienen a ca?onazos (Afganist¨¢n e Irak). Barack Obama, con dos ¨¦xitos indiscutibles de momento en su haber, Cuba e Ir¨¢n, significa exactamente lo contrario y es el primer presidente que alcanza dos acuerdos de tanta trascendencia (Libia carga en la cuenta de Cameron y Sarkozy). Si funcionan como es de esperar, su presidencia est¨¢ m¨¢s que salvada.

La llave para estos acuerdos radica en la capacidad de ponerse en el lugar del enemigo al que se quiere convencer en vez de vencer. Se lo dice Obama a Thomas Friedman, el periodista de New York Times que le ha entrevistado justo despu¨¦s de la firma del acuerdo en Viena, al tiempo que evoca los acuerdos de desarme con la Uni¨®n Sovi¨¦tica por parte de Reagan y el viaje de Nixon y Kissinger a Pek¨ªn para entrevistarse con Mao Zedong y terminar con el aislamiento de China durante tres d¨¦cadas.

No son estos dos los ¨²nicos momentos diplom¨¢ticos de los ¨²ltimos 50 a?os en los que puede leerse un auge de la diplomacia y el declive de la guerra, aunque s¨ª son probablemente los m¨¢s exitosos. Cabr¨ªa a?adir los acuerdos de Camp David, firmados por el presidente egipcio Anwar El Sadat y el israel¨ª Menajem Begin, bajo los auspicios de Jimmy Carter, que ataron a Egipto definitivamente del lado occidental, o los acuerdos de Oslo, entre Arafat y Rabin, bajo el patrocinio de Clinton, que permitieron la constituci¨®n de la Autoridad Palestina.

Todos estos acuerdos intentan enmendar errores anteriores, siendo el m¨¢s importante dejar fuera de juego a un pa¨ªs o a una parte de la humanidad. Todos tienen enemigos feroces, dentro y fuera de Estados Unidos, empe?ados en hacerlos descarrilar. Todos producen cambios geopol¨ªticos a largo plazo, no siempre positivos, como demuestra la inexistencia todav¨ªa de paz en Oriente Pr¨®ximo tal como se hab¨ªa acordado en Oslo. Y en todos, excepto en los dos ¨²ltimos con Cuba e Ir¨¢n, aparece el presidente de los Estados Unidos en primer plano, fotos incluidas.

Obama, el m¨¢s diplom¨¢tico de todos los presidentes de Estados Unidos, ha querido dejar el protagonismo de las im¨¢genes a los profesionales de la diplomacia y quedarse ¨¦l con el de la palabra, con sus potentes argumentos en favor de la negociaci¨®n y del multilateralismo, que desmienten nada menos que a Marx: la partera de la historia ya no es la violencia, como dec¨ªa el Manifiesto Comunista, sino la diplomacia.