Un cuarto de siglo para juzgar al dictador chadiano Hiss¨¨ne Habr¨¦
Guengueng recogi¨® los testimonios que han permitido llevar al exdirigente ante un tribunal africano
Un cuarto de siglo. Ese es el tiempo que Souleymane Guengueng ha esperado pacientemente para ver llegar este d¨ªa. Sentado en una silla de la terraza del hotel Sokhamon de Dakar, su inseparable bast¨®n apoyado contra el respaldo, este hombre alto a punto de cumplir los 65 a?os sonr¨ªe: ¡°Siempre tuve esperanza¡±. Este lunes 20 de julio comienza en la capital senegalesa el juicio contra el dictador chadiano Hiss¨¨ne Habr¨¦, el m¨¢ximo responsable de un r¨¦gimen de terror que entre 1982 y 1990 asesin¨® a unas 40.000 personas y us¨® la tortura de manera sistem¨¢tica.
Guengueng, que pas¨® m¨¢s de dos a?os en la c¨¢rcel y estuvo a punto de morir varias veces asediado por infecciones, dengue, malaria y hepatitis, fue el primero que crey¨® que era posible hacer justicia, empez¨® a recoger testimonios de las v¨ªctimas en 1991 y su tenacidad ha sido fuente de inspiraci¨®n para llevar a Habr¨¦ ante un tribunal. El proceso es hist¨®rico. Por primera vez, un dictador africano acusado de torturas, cr¨ªmenes de guerra y contra la humanidad va a ser juzgado en el continente en aplicaci¨®n de la justicia universal.
Guengueng, un simple contable, fue detenido en Yamena, la capital chadiana, el 3 de agosto de 1988 acusado de formar parte de la rebeli¨®n. ¡°Me llevaron a una c¨¢rcel construida en el interior de una antigua piscina. Esa noche llov¨ªa y el agua nos llegaba por las rodillas. Hab¨ªa mosquitos por todas partes. Cada ma?ana sacaban dos o tres cad¨¢veres de mi celda¡±, asegura. Seis meses despu¨¦s, Guengueng estaba m¨¢s muerto que vivo, ¡°vomitaba pus y sangre todos los d¨ªas¡±. Sin embargo, un relevo en la guardia fue providencial para ¨¦l. ¡°Pusieron de jefe a uno que me conoc¨ªa y mediante sobornos consegu¨ª que me mandaran medicamentos¡±.
El suplicio dur¨® dos a?os y cuatro meses. ¡°?ramos 120 en una peque?a celda. Cuando alguno fallec¨ªa lo us¨¢bamos como almohada hasta que se lo llevaban. Luego trajeron a 300 prisioneros rebeldes, no les daban comida ni agua, escuch¨¢bamos su agon¨ªa cada d¨ªa¡±. Fue all¨ª donde Guengueng, cristiano protestante de profundas convicciones religiosas, le hizo una solemne promesa a su Dios: ¡°Le dije que si me permit¨ªa salir con vida de aquel martirio, todo el mundo iba a conocer la verdad¡±. Y consigui¨® salir. A finales de 1990, los rebeldes encabezados por Idriss D¨¦by, el actual presidente de Chad, entraban en Yamena. Las puertas de las c¨¢rceles se abrieron y cientos de prisioneros fam¨¦licos inundaron las calles de la capital.
Seis meses despu¨¦s, Souleymane Guengueng fue el primero en inscribirse en la lista de la comisi¨®n de investigaci¨®n creada por el Gobierno y, en diciembre de 1991, se convert¨ªa en el fundador de la asociaci¨®n de v¨ªctimas. Con minuciosidad de contable, fue elaborando fichas de todos los que hab¨ªan sufrido las torturas y abusos. ¡°Iba casa por casa, muchos rechazaban apuntarse, todav¨ªa hab¨ªa miedo, pues los torturadores segu¨ªan ah¨ª, ocupaban cargos en el nuevo r¨¦gimen. Aun as¨ª, logr¨¦ elaborar m¨¢s de 3.000 fichas¡±. Sin embargo, el Gobierno empez¨® a inquietarse. D¨¦by, el nuevo presidente, hab¨ªa sido jefe de las Fuerzas Armadas de Habr¨¦ antes de rebelarse contra ¨¦l y no estaba interesado en poner en marcha el ventilador. Ante la falta de apoyo y las amenazas, Guengueng cogi¨® sus papeles, los envolvi¨® en paquetes de pl¨¢stico y los guard¨® en un armario met¨¢lico en su propia casa. A la espera del momento propicio.
Y la oportunidad lleg¨® en 1998 gracias a un acontecimiento acaecido a miles de kil¨®metros de all¨ª: la detenci¨®n de Pinochet en Londres fue la demostraci¨®n de que el principio de la justicia universal convert¨ªa en vulnerables a los exdictadores. Dos investigadores de Human Rights Watch se presentaron en la casa de Guengueng en busca de las fichas. ¡°No se pod¨ªan creer lo que estaban viendo¡±, recuerda. Aquellos documentos guardados con celo fueron la base de la primera denuncia contra Habr¨¦, presentada en el a?o 2000 en Dakar, la ciudad en la que el dictador viv¨ªa en una especie de exilio dorado. Quince a?os despu¨¦s de aquel primer paso y tras superar numerosos obst¨¢culos y avatares, el juicio comienza al fin este lunes.
La gran inc¨®gnita que flota en el ambiente es saber si, finalmente, el propio Habr¨¦ har¨¢ acto de presencia, pues no s¨®lo no reconoce la legitimidad de las C¨¢maras Africanas Extraordinarias, creadas ex profeso para este juicio, sino que en las ¨²ltimas semanas sus abogados han asegurado que ha sufrido varias crisis cardiacas, una estrategia que se parece demasiado a la desplegada por el propio Pinochet para intentar esquivar a la justicia.
¡°?Es que quien fue conocido como el guerrero del desierto, el zorro de las arenas, tiene miedo de nosotros, pobres ciudadanos ordinarios?¡±, se pregunta Guengueng. ¡°Me gustar¨ªa que acudiera, y el juez tiene la potestad de obligarle. Si no va, ?a qui¨¦n le vamos a hablar? Tiene que escucharnos, sostener nuestras miradas y, si es valiente, que d¨¦ su versi¨®n al mundo¡±. La decisi¨®n est¨¢ en manos del magistrado burkin¨¦s Gberdao Gustave Kam, presidente del tribunal. En todo caso, con ¨¦l f¨ªsicamente en la sala o sin ¨¦l, el proceso seguir¨¢ su curso. Habr¨¦, que en la actualidad tiene 72 a?os y que est¨¢ en prisi¨®n en Dakar desde 2013, se enfrenta a una posible condena a perpetuidad en un juicio que durar¨¢ al menos tres meses.
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