M¨¦xico, esperando a El Chapo
Ni militares ni civiles pueden estar seguros de que alg¨²n mecanismo estatal funcione
Las sociedades americanas como la mexicana conviven hist¨®ricamente con una gran comprensi¨®n hacia dos fen¨®menos mortales: la corrupci¨®n y el narcotr¨¢fico. A diferencia de Pablo Escobar en Colombia, El Chapo Guzm¨¢n no es el t¨ªpico narco ultraviolento, capaz de derribar aviones o mandar a la otra vida a enemigos e inocentes. El origen, la extensi¨®n y la estructura de sus negocios son los mismos, pero se distingue la perfecci¨®n y el comportamiento del hombre que, por segunda vez, ha demostrado m¨¢s habilidad o una infinita capacidad para corromper al Estado mexicano.
Estados Unidos y M¨¦xico, tan unidos y tan separados en tantos aspectos, tienen en el problema de los capos de la droga un punto de tensi¨®n com¨²n durante este sexenio. La puesta en libertad de Rafael Caro Quintero, el narco acusado de asesinar al agente de la DEA Enrique Camarena Salazar, y esta segunda huida de El Chapo crean un grave conflicto pol¨ªtico entre los dos Gobiernos.
Y as¨ª, entre los que miran hacia otro lado y los que han hecho de eso un negocio, se ha creado un monstruo con muchos aspectos peligrosos. Como la confusi¨®n, el peor de ellos. Por ejemplo, Escobar, que constru¨ªa hospitales y campos de f¨²tbol para los pobres de Medell¨ªn, crey¨® que tambi¨¦n pod¨ªa tener un ej¨¦rcito propio. Nunca comprendi¨® qu¨¦ significa que en la misma olla hiervan bandidos y militares. Los pol¨ªticos se limitan a recibir el dinero con la mano derecha para despu¨¦s negarlo con la izquierda.
El problema de la corrupci¨®n es que se ha convertido en la bacteria que alimenta la epidemia del narcotr¨¢fico. La segunda huida de El Chapo ¡ª¡°incre¨ªble e imperdonable¡±, en palabras del presidente Pe?a Nieto¡ª es un gesto que humilla y destruye la credibilidad del Estado, dejando en evidencia varios aspectos.
La segunda huida de El Chapo es un gesto que humilla y destruye la credibilidad del Estado
El primero, que desde el inicio ¡ªcomo Pe?a Nieto dijo en Univisi¨®n¡ª eran conscientes de que esto pod¨ªa pasar. Desde su primera noche en el penal de m¨¢xima seguridad, Guzm¨¢n ten¨ªa claro que, como Houdini, no habr¨ªa quien lo mantuviera encerrado. El segundo, ?c¨®mo no se le coloc¨® un chip al enemigo p¨²blico n¨²mero uno para tenerlo localizado?
El tercero, dejando aparte la broma de la c¨¢mara con puntos ciegos para preservar la integridad del reo y sus derechos humanos, ?d¨®nde est¨¢ el resto de las medidas de inspecci¨®n? O ?acaso esa c¨¢mara m¨¢gica detectaba cualquier anomal¨ªa y por ello se sustituyeron las inspecciones oculares para los reos m¨¢s peligrosos, obligatorias en todos los sistemas penitenciarios?
Y el cuarto es que se ha llegado a un punto final con las Fuerzas Armadas mexicanas que le detuvieron en colaboraci¨®n con Estados Unidos. Hoy, sus miembros est¨¢n procesados y cuestionados frente al pueblo mexicano: la guerra insensata contra el narcotr¨¢fico declarada por el expresidente Felipe Calder¨®n les oblig¨® a cumplir con labores que no eran las suyas.
Ahora los que detienen o abaten a los criminales est¨¢n en la mira de las organizaciones de derechos humanos. Con 100.000 muertos y 23.000 desaparecidos, hay casos de abusos que, ante la ausencia de un soporte legal, proyectan la sombra de la sospecha sobre las Fuerzas Armadas. Y encima una vez que entregan a los detenidos a las autoridades, ¨¦stas cometen errores de tal magnitud que incluso a estas alturas ¡ªen las que un esc¨¢ndalo mata al otro¡ª la lista de los fallos en la c¨¢rcel de El Altiplano es la prueba m¨¢s evidente de la desaparici¨®n del Estado mexicano.
El problema no es s¨®lo la nueva captura de El Chapo, el problema es que ni militares ni civiles pueden estar seguros de que alg¨²n mecanismo estatal funcione. Mientras tanto, los pol¨ªticos ¡ªdel presidente para abajo¡ª hacen declaraciones que tienen un problema crucial de partida: era tan evidente que se iba a escapar que por eso no quisieron impedirlo.
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