Atenas se convierte en una ratonera para los refugiados
Los controles de capital afectan a la ayuda humanitaria que prestan las ONG Desde enero se ha incrementado en un 600% la llegada de sirios y afganos al pa¨ªs
Naeem, un beb¨¦ afgano, respira agitadamente mientras duerme. Su madre le ha envuelto en varios trapos para hurtar su cuerpecillo a los mosquitos, que ya han dejado marcas en sus mejillas, rojas como la grana por los 38 grados de temperatura ambiente. Naeem sestea en una tienda de campa?a, convertida por el calor en un horno; medio centenar de igl¨²s de pl¨¢stico que se alinean en el Campo de Marte, un c¨¦ntrico parque de Atenas. Son el hogar precario de unas 50 familias (alrededor de 200 personas) que sobreviven desde hace d¨ªas en esa inclemente estaci¨®n t¨¦rmino de su viaje a Europa; los m¨¢s pobres entre los pobres, sin dinero para seguir la ruta, despu¨¦s de haber pagado los ¨²ltimos d¨®lares ¡ªmil por cabeza¡ª para cruzar desde Turqu¨ªa, donde Naeem naci¨® hace un mes, hasta la isla de Lesbos.
Desde all¨ª, como a otros miles de refugiados y solicitantes de asilo llegados desde enero a las islas griegas del Egeo, un ferri los traslad¨® al Pireo, cerca de Atenas. Cientos de sirios y afganos deambulan tras su llegada por varias plazas de la ciudad o malviven en el parque, sin agua, sin condiciones de higiene, sin comida; los centros de acogida est¨¢n completos, y los de detenci¨®n de extranjeros del Ministerio del Interior, vaciados desde febrero, mientras Europa se inhibe a la hora de aliviar sus penosas condiciones de vida y la presi¨®n acuciante sobre los principales pa¨ªses receptores, Grecia a la cabeza, e Italia. Hasta el 17 de julio, 101.000 extranjeros (el 60% sirios, el 20%, afganos) hab¨ªan llegado a Grecia desde enero, un 600% m¨¢s que en el mismo periodo de 2014. Salvo un millar, que lo hizo por tierra, el resto entr¨® por v¨ªa mar¨ªtima, seg¨²n la delegaci¨®n local de Acnur, la agencia de la ONU para los refugiados.
¡°Nos ayudan muchos vecinos, alguna ONG y afganos que viven en Atenas y nos traen fruta o arroz. No hay agua, s¨®lo una toma de riego para refrescarnos, pero no sabemos si es potable. No tenemos dinero para dormir en un hotel, s¨®lo algunos euros para leche y galletas, y los ni?os tienen problemas de piel por los mosquitos, adem¨¢s de v¨®mitos y diarreas¡±, explica Bilak, de etnia tayika, que asegura que el infierno del parque es preferible ¡°a la inseguridad y la guerra¡± de su pa¨ªs. ¡°Los talibanes entraban en las casas, requisaban la comida y amenazaban a nuestras mujeres. Aqu¨ª al menos no hay violencia¡±, a?ade, mientras ense?a los papeles que Acnur les ha entregado. ¡°Si no pedimos asilo, tenemos un mes para salir de Grecia; no nos queremos quedar, pero tampoco tenemos dinero para continuar, los traficantes piden mucho¡±.
En plena crisis econ¨®mica, con unos controles de capital que han frustrado incluso un env¨ªo urgente de 300 millones de euros del Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja, muchos ciudadanos ¡ªactivistas, voluntarios, vecinos¡ª luchan desesperadamente para paliar esta crisis humana, mientras las autoridades bracean, limitadas material y administrativamente: el Ministerio de Inmigraci¨®n intenta establecer un centro de d¨ªa donde los migrantes puedan lavarse o hacer la colada; la regi¨®n del ?tica ha asumido la coordinaci¨®n de las labores de emergencia. ¡°Es un problema de tal magnitud, que nos supera, todo lo que hagamos ser¨¢ un parche. Estamos acostumbrados a que lleguen refugiados, pero nunca hemos vivido nada semejante¡±, explica el tambi¨¦n afgano Nasim Lomani, presidente de la Red de Inmigrantes, una asociaci¨®n local que ¡°coordina las donaciones de particulares, especialmente de agua y comida, y productos higi¨¦nicos como pa?ales¡±.
¡°Son refugiados de guerra, no tienen nada y no quieren quedarse en Grecia, para ellos este deber¨ªa ser un pa¨ªs de tr¨¢nsito. Pero el ritmo de llegadas, unas 600 al d¨ªa a las islas [Lesbos, Samos, Qu¨ªos, Leros y Kos], es insostenible¡±, explica D¨ªmitra Koutsavli, portavoz de M¨¦dicos del Mundo-Grecia, que tiene un peque?o albergue con capacidad para 70 personas en su sede central, ¡°sobre todo familias monoparentales y refugiados enfermos, todos ellos solicitantes de asilo, es la condici¨®n para quedarse¡±. La ONG tambi¨¦n presta ayuda sobre el terreno, en Lesbos y en Qu¨ªos, donde sendos centros de recepci¨®n se encargan, ¡°con la ayuda de muchos voluntarios¡±, de orientar a los reci¨¦n llegados sobre los tr¨¢mites del asilo y darles ¡°kits sanitarios, ropa y zapatos¡±.
La entrega de esos paquetes de emergencia pende tambi¨¦n de un hilo si prosiguen los controles de capital, ¡°cuyas penosas consecuencias estamos empezando a sufrir¡±, subraya Koutsavli, ¡°porque no podemos financiar ya algunos programas y nuestros donantes tambi¨¦n han congelado sus entregas por las limitaciones bancarias. Tenemos a¨²n algo de stock tanto de kits sanitarios como de alimentos, pero si siguen los controles, nos quedaremos pronto sin existencias¡±.
En los soportales de la plaza Omonia, uno de los puntos neur¨¢lgicos de la inmigraci¨®n en Atenas, una pareja de sirios reci¨¦n casados que declina dar su nombre y asegura querer llegar a Suecia aguanta a la sombra la inclemente ola de calor; de noche dormir¨¢n al raso, en un saco, en el centro de la plaza, en compa?¨ªa de decenas de seres tan despose¨ªdos como ellos. La muchacha, con un decoroso velo y el rubor del sol en las mejillas, se esconde tras su marido para confesar, t¨ªmidamente, que este viaje es lo m¨¢s parecido a una luna de miel que han tenido, ¡°aunque nunca so?¨¦ que fuera as¨ª, al aire libre¡±. ¡°Al menos podemos ver las estrellas, y no las bombas¡±, le dice con arrobo su esposo, veintea?ero como ella.
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