Un superviviente de Hiroshima: ¡°Un ej¨¦rcito de fantasmas vino hacia m¨ª¡±
En el 70 aniversario de la bomba at¨®mica de Hiroshima, los supervivientes reviven sus recuerdos para que no se repita su experiencia
El lunes 6 de agosto de 1945, a las 8 de una soleada ma?ana en Hiroshima, Takashi Teramoto, de 10 a?os, era el ni?o m¨¢s feliz del mundo. Su madre se hab¨ªa dejado convencer y se lo hab¨ªa tra¨ªdo de vuelta a casa tras pasar meses evacuado en un refugio infantil. Aquella noche, el peque?o hab¨ªa dormido en su casa por primera vez en m¨¢s de tres meses. ¡°Qu¨¦ c¨®modo me sent¨ª. Es uno de mis recuerdos m¨¢s intensos¡±, musita. A las 7.30, despu¨¦s de que se levantara una alerta antia¨¦rea, hab¨ªa salido a jugar con dos amigos. Su madre le hizo entrar a eso de las 8.10 para prepararse para el m¨¦dico. Cinco minutos m¨¢s tarde, a las 8.15, estall¨® el infierno.
Takashi nunca volver¨ªa a ser completamente feliz. En medio de un cielo completamente despejado, el Enola Gay, un B-29 estadounidense pilotado por Paul Tibbets, hab¨ªa lanzado la primera bomba at¨®mica, llamada Little Boy.
De unos tres metros de largo y 4 toneladas de peso, llevaba 50 kilos de uranio. A 600 metros de altura sobre el centro de la ciudad y 43 segundos despu¨¦s de su lanzamiento, su explosi¨®n caus¨® una bola de fuego de 28 metros de di¨¢metro, con una temperatura de 30.000 grados cent¨ªgrados. Una zona de dos kil¨®metros de radio se convirti¨® en mera tierra quemada. 70.000 de los cerca de 350.000 habitantes de Hiroshima, que hasta entonces no hab¨ªa sido bombardeada en la guerra, murieron inmediatamente tras el ataque. Otras 70.000 personas fallecer¨ªan antes de que terminara el a?o v¨ªctimas de sus heridas o de la radiaci¨®n.
"La tierra temblaba y no paraban de caerme cosas encima.?Finalmente, vi un poco de luz y sal¨ª"
¡°Vi de reojo un gran destello azul. Y o¨ª un gran estruendo. Luego, ya no vi nada m¨¢s. La tierra temblaba y no paraban de caerme cosas encima. Finalmente, vi un poco de luz y sal¨ª a la calle¡±, donde una vecina se hizo cargo de ¨¦l. ¡°Mi madre a¨²n estaba dentro de la casa, yo no quer¨ªa marcharme, pero los vecinos me dijeron que se ocupar¨ªan de ella. Cuando empez¨® a caer lluvia ¨¢cida, gotas de agua negra, la vecina me tap¨® con un trozo de hojalata, porque me escoc¨ªa la cara. Ella muri¨® meses despu¨¦s, enferma por la radiaci¨®n. Yo estoy convencido de que le debo la vida¡±, recuerda Teramoto.
Minoru Yoshikane tambi¨¦n vio el destello de reojo. A sus 18 a?os, estaba terminando secundaria y aspiraba a convertirse en profesor de ingl¨¦s, entusiasta de la literatura y las canciones en esa lengua. Hab¨ªa sido reclutado, como el resto de los estudiantes de secundaria, para trabajar en el esfuerzo de guerra, y se encontraba en una f¨¢brica esperando ¨®rdenes. Al estallar la bomba, ¨¦l y sus compa?eros se refugiaron en el s¨®tano. ¡°Un par de horas m¨¢s tarde, uno de nuestros profesores nos dijo que nuestra escuela corr¨ªa peligro y ten¨ªamos que ir a echar una mano, as¨ª que nos dirigimos al centro¡±.
Nunca olvidar¨¢ lo que vio. No quedaban casas en pie. El 90% de los edificios de Hiroshima quedaron destruidos por la explosi¨®n o los incendios que le siguieron. ¡°Vi lo que parec¨ªa un ej¨¦rcito de fantasmas venir hacia m¨ª. Decenas de heridos, quemados, con las caras destrozadas, no parec¨ªan humanas. La piel se les ca¨ªa a jirones. Tambi¨¦n hab¨ªa muertos, muchos muertos. Me asust¨¦ much¨ªsimo¡±.
"El r¨ªo estaba lleno de cuerpos (...). Imploraban agua, algo de beber"
Hiroshi Hara, de 13 a?os, estaba en una isla cercana buscando comida para su t¨ªo enfermo cuando ocurri¨® la explosi¨®n. Al d¨ªa siguiente intent¨® llegar a su escuela, en el centro de Hiroshima. ¡°El r¨ªo estaba lleno de cuerpos. Muchos heridos, quemados, con las orejas derretidas. Imploraban agua, algo de beber. Al ver que yo era estudiante, me preguntaban a qu¨¦ escuela iba, si conoc¨ªa a su hijo o a su hija. En el momento de la explosi¨®n, muchos ni?os, agrupados por edades y escuelas, estaban en el centro trabajando en f¨¢bricas o construyendo cortafuegos¡ Miles y miles de ellos murieron¡±.
En su huida hacia el campo, el peque?o Takashi tambi¨¦n hab¨ªa encontrado a otros de esos graves, que escapaban como pod¨ªan. Reconoci¨® a uno de ellos, con la cara quemada y que caminaba con los brazos extendidos, para evitar que la piel que le colgaba a tiras de los brazos tocara el suelo: era uno de los amigos con los que hab¨ªa estado jugando antes de la explosi¨®n, y que morir¨ªa a los pocos d¨ªas. El otro hab¨ªa fallecido en el acto, seg¨²n supo despu¨¦s.
Tres d¨ªas m¨¢s tarde, el 9 de agosto a las 11.02 de la ma?ana, otro B-29, Bockscar, lanzaba otra bomba, esta vez de plutonio, contra Nagasaki. Fat Man, de una onda explosiva mucho mayor -equivalente a 22.000 toneladas de trilita, frente a las 15.000 de Little Boy- cay¨® sobre un barrio perif¨¦rico. Cerca de 70.000 personas murieron en el acto o en los meses que transcurrieron hasta fin de a?o. El 15 de agosto Jap¨®n capitulaba. Ese d¨ªa, la madre de Takashi muri¨® de sus heridas.
El infierno no hab¨ªa acabado para las v¨ªctimas. Takashi, como muchos otros residentes, vio c¨®mo perd¨ªa el pelo por el efecto de la radiaci¨®n. Sangraba por las enc¨ªas y le salieron puntos negros en la piel. Tuvo que guardar cama hasta diciembre. Seg¨²n cuenta, ver a la gente vomitar sangre se convirti¨® en algo normal en aquellos meses. Su hermano acab¨® muriendo a?os despu¨¦s de un c¨¢ncer que cree causado por la bomba. "Mucha gente contin¨²a sufriendo a¨²n hoy".
Para los hibakusha, como se conoce en Jap¨®n a los supervivientes de la bomba at¨®mica, ¡°ha sido un camino dif¨ªcil¡± desde entonces, apunta Yasuyoshi Komizo, de la Fundaci¨®n para la Cultura de la Paz de Hiroshima. Han tenido que vivir la censura inicial de EEUU sobre los bombardeos, y la discriminaci¨®n de sus propios compatriotas que tem¨ªan los posibles efectos de la radiaci¨®n. Algunos ocultaron que hab¨ªan estado all¨ª. ¡°Como cualquier ser humano, al principio lo que sent¨ªan era odio y ganas de venganza. No cambiaron de opini¨®n de una manera f¨¢cil. Pero con el tiempo han concluido que continuar el odio carece de sentido, que la paz es algo que corresponde a cada ser humano, y quieren dar testimonio, para que nunca m¨¢s vuelva a repetirse otro ataque nuclear¡±.
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