La cuna de los Asad, refugio en la guerra siria
Miles de sirios huyen a Latakia, basti¨®n del r¨¦gimen y de alau¨ªes ansiado por los rebeldes

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La vida ha transcurrido estos ¨²ltimos cuatro a?os en Latakia como si la guerra que asuela el pa¨ªs no fuera con ella. Feudo alau¨ª en la costa oeste de Siria y cuna de la familia del presidente Bachar el Asad, Latakia era hasta hace unos meses la provincia m¨¢s segura. Ahora es un objetivo de guerra fundamental para el bando rebelde. El pasado mes de mayo, una operaci¨®n de los insurgentes con apoyo de Turqu¨ªa, Qatar y Arabia Saud¨ª, llev¨® el frente a la frontera norte de la provincia. En ella confluyen los relatos de aquellos que huyeron por motivos econ¨®micos, los que lo hacen de los combates, junto con miles de sirios en busca de unos d¨ªas de paz. De los tres millones de habitantes, la mitad son desplazados, el 70% llegados de Alepo.
¡°Durante 98 d¨ªas estuvimos cercados en el hospital central, bajo el fuego constante de morteros, balas y tanques¡±, relata estruj¨¢ndose las manos Abid Hamada, de 39 a?os. Las hermanas Abid y Shuyuj, esta de 18 a?os, son las ¨²ltimas desplazadas en llegar a Latakia. Han escapado de una pesadilla en vida cuando el Frente de la Conquista (que re¨²ne a milicianos vinculados a Al Qaeda, Ahrar el Sham y varios grupos de mayor o menor corte islamista), tom¨®, tras cuatro a?os de infructuosos intentos, la estrat¨¦gica localidad de Jisr al Shughur. Con ella, arrebataron la provincia de Idlib al r¨¦gimen. ¡°Bebimos agua estancada de los dep¨®sitos de los aires acondicionados y aprendimos a disparar¡±, prosigue Abid.
Vacaciones para olvidar la guerra
El zumbido de las motos acu¨¢ticas alterna con el de las pipas de agua y los brindis de cervezas. Mujeres en bikini y j¨®venes embadurnados en cremas se calcinan al sol. ¡°Esto no es lo que parece¡±, espeta Maya Garbo, farmac¨¦utica de 30 a?os. Desempleada desde hace tres, ha venido de Alepo a pasar unos d¨ªas con sus amigos en uno de los tres resorts que oferta la costa de Latakia. ¡°Necesitamos cuatro d¨ªas, aunque sean cuatro, para olvidarnos de la pesadilla diaria¡±, dice Garbo.
Junto a los j¨®venes, una familia disfruta de sus bocadillos conversando animadamente. Las sonrisas tornan en inc¨®modo silencio cuando llega el momento de recordar a los muertos. ¡°Todos aqu¨ª, cristianos, sun¨ªes o alau¨ªes cargamos con un m¨¢rtir, un luto, un miedo. Pero nos gusta la vida¡±, dice en un prefecto franc¨¦s Fouad Ago, odont¨®logo de 45 a?os que perdi¨® a su hijo mayor en los combates. No temen a los rebeldes, aseguran, confiados a su Ej¨¦rcito.
"Aqu¨ª llegaban cada a?o miles de extranjeros europeos a visitar nuestras costas y cultura. Hoy siguen llegando, pero de Libia y Afganist¨¢n para destrozar nuestros monumentos y devolvernos a la era prehist¨®rica", ironiza Azzedine Hussein, oriundo de Tartus.
¡°La entrada de hombres armados nos pill¨® de improviso y de madrugada¡±, cuenta esta siria, que vivi¨® el cerco junto a su familia, otros 121 civiles y 300 soldados. Culpa a los traidores de su ciudad, el 50% dice, de colaborar con los milicianos. Fue el ruido bajo sus pies, cuando los combatientes del Frente de la Conquista cavaban t¨²neles para volar el hospital con explosivos, el detonante de la huida. La fuga dur¨® varios d¨ªas campo a trav¨¦s bajo fuego enemigo. En ella perdieron la vida sus padres, junto con decenas de civiles y soldados que, de avanzadilla, proteg¨ªan a los civiles.
La aviaci¨®n del Ej¨¦rcito sirio abr¨ªa el camino y al otro lado del infierno les esperaba una patrulla de rescate. ¡°?Harba! ?Harba!¡±, gritaron al avistar a un grupo de uniformados. Esa era la palabra secreta para reconocer la unidad de las fuerzas especiales. Abid luce dos cicatrices de bala en el muslo y heridas de metralla en cabeza y espalda. ¡°Lo hemos perdido todo, pero aqu¨ª nos miran como traidores. Como los que trajimos al enemigo a las puertas de Latakia¡±, se queja. Por primera vez desde que estall¨® la revoluci¨®n en marzo de 2011, el basti¨®n alau¨ª est¨¢ en la mira de los insurgentes y es objetivo de los morteros. En zona rebelde, varios poblados chi¨ªes llevan hasta cuatro a?os cercados, asegura un soldado leal. Entre ellos, Al Foua o Kfaria, que cuentan con los bombarderos del r¨¦gimen como ¨²nica protecci¨®n para evitar una masacre.
Huidos del frente de Alepo
Abid y Shujur comparten ciudad con un mill¨®n de desplazados de Alepo. La capital econ¨®mica de la Siria de preguerra apenas dispone de agua o electricidad. Sus habitantes, tanto clase trabajadora como burgues¨ªa, abandonan progresivamente la ciudad en busca de mejores oportunidades en la bulliciosa Latakia. Es el caso de Mahmud al Badi, empresario textil de 30 a?os. Del d¨ªa a la ma?ana el negocio familiar se qued¨® dentro del frente rebelde. ¡°Nunca pudimos regresar a ver qu¨¦ fue de la f¨¢brica¡±, dice. Tampoco regresaron a trabajar sus 200 empleados.
Hace dos a?os, los Al Badi empezaron desde cero en Latakia. Hoy dan trabajo a 120 desplazados de Alepo, la gran mayor¨ªa menores. ¡°Los j¨®venes han emigrado, combaten en el Ej¨¦rcito, o est¨¢n muertos¡±, se?ala Mahmud. ¡°Hemos retrocedido 30 a?os¡±, asegura, en referencia al embargo al que est¨¢ sometido el pa¨ªs, que impide la compra de maquinaria moderna y reduce al m¨ªnimo las exportaciones.
Los vecinos de Latakia se quejan de la subida de los precios al doblar la poblaci¨®n con la llegada de los desplazados de Alepo. Pero la mayor¨ªa coincide en que estos han reavivado una econom¨ªa antes anclada en los servicios, y ahora floreciente en la producci¨®n de textiles.
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