¡°No quiero gastar mucho¡±, advirti¨® el Papa al vendedor de gafas
El Papa estuvo el jueves unos 40 minutos en una c¨¦ntrica ¨®ptica
¡°El santo padre llegar¨¢ a su ¨®ptica entre las siete y las siete y cinco¡±. Gracias a estas pocas palabras transmitidas en una llamada telef¨®nica procedente de la Ciudad del Vaticano, Alessandro y Luca Spiezia se enteraron de que vivir¨ªan una tarde poco convencional. Regentan una ¨®ptica que lleva su apellido, Spiezia, inaugurada hace 49 a?os en la calle del Babuino, en el coraz¨®n de Roma. Este jueves el Papa Francisco acudi¨® a la tienda para renovar sus gafas.
¡°Hab¨ªamos quedado en ir al Vaticano, pero nos llam¨® monse?or Guillermo Karcher [el maestro de ceremonias pontificio] y nos comunic¨® que el santo padre hab¨ªa cambiado de idea y que lo esper¨¢semos en nuestra tienda¡±, explica por tel¨¦fono Luca, hijo de Alessandro.
Y, en efecto, a las siete en punto un coche par¨® frente a la ¨®ptica. ¡°Ha entrado en la tienda como un cliente cualquiera, sin escolta, solo le acompa?aba un hombre. Al principio todo fue normal, los transe¨²ntes que miraban a trav¨¦s del escaparate y le ve¨ªan no se lo cre¨ªan, no les parec¨ªa posible que estuviese ah¨ª el Papa. Pero poco a poco se enteraron de que era ¨¦l de verdad: en cinco minutos se hab¨ªan aglutinado al menos 50 personas¡±, detalla todav¨ªa emocionado Spiezia.
El Papa, que escogi¨® esa ¨®ptica siguiendo el consejo tanto de su oculista como de monse?or Karcher, se hizo una revisi¨®n de la vista y prob¨® varias monturas, aunque acab¨® cambiando solo los cristales. ¡°No quiero gastar mucho¡±, aclar¨®.
La visita dur¨® unos 40 minutos. ¡°Pero me pareci¨® un tiempo interminable¡ Es un hombre con un trato muy amable y hace todo lo posible para que te sientas c¨®modo, ?pero es el Papa, hombre!¡±, exclama el ¨®ptico. ¡°Le ped¨ª que bendijera la foto de mis hijos. Anoche dorm¨ª una hora, a¨²n estoy soltando la emoci¨®n¡±, confiesa.
Antes de irse, mientras abr¨ªa la puerta del establecimiento, Francisco se dio la vuelta y dijo: ¡°Cuando est¨¦n listas las gafas mandadme la factura, por favor. Quiero pagaros lo que os debo, o no voy a volver¡±.
Monse?or Karcher llam¨® a la tienda tras la visita: ¡°Nos dijo que se trata de un evento hist¨®rico, casi nunca un pont¨ªfice ha salido por las calles de Roma para ir a una tienda. Se lo contar¨¦ a mis nietos¡±, bromea Spiezia.
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