La cara tr¨¢gica de la migraci¨®n
La ruta para llegar a EE UU a trav¨¦s de M¨¦xico es un viaje a trav¨¦s de un infierno de violencia, mutilaciones y muerte
Cuenta el ya fallecido periodista y escritor mexicano Julio Scherer Garc¨ªa en el pr¨®logo del libro Los migrantes que no importan (?scar Mart¨ªnez, editorial Icaria) que en la frontera de M¨¦xico con Guatemala se vive ¡°la cotidiana liquidaci¨®n de la persona, igual que en un campo de concentraci¨®n¡±. ¡°La sodom¨ªa, el asesinato, la tortura, la amenaza sistem¨¢tica, la separaci¨®n de hombres y mujeres que se aman, la explotaci¨®n de los ni?os, el desprecio por los beb¨¦s, que ya tienen edad para morir¡±.
La migraci¨®n centroamericana en M¨¦xico de paso para Estados Unidos efect¨²a un viaje a trav¨¦s del infierno, aunque en opini¨®n del escritor Francisco Goldman -prologuista de la versi¨®n en ingl¨¦s del libro de Mart¨ªnez-, ¡°incluso llamarlo infierno es un eufemismo¡±. De momento vaya un dato: seis de cada diez indocumentados centroamericanos son asaltados por las mismas autoridades mexicanas. ¡°M¨¦xico es la escoba que usa Estados Unidos para limpiar la basura que no quiere que llegue a su pa¨ªs¡±. La frase es de Jos¨¦ Luis Hern¨¢ndez, un joven que pag¨® un alto precio por intentar llegar a la tierra prometida para alcanzar el sue?o americano y dejar atr¨¢s la pobreza y la violencia de su Honduras natal, situada en el llamado tri¨¢ngulo norte (Guatemala, Honduras y El Salvador), que ostenta el t¨ªtulo de ser la zona no en guerra m¨¢s peligrosa del mundo.
No lo consigui¨®. Hern¨¢ndez se encaram¨® al tren de la muerte y su vida cambi¨® por completo cuando perdi¨® el sentido. Ya sea por el cansancio, ya sea en la huida de unos delincuentes, se pierde el equilibrio y se cae de La Bestia. Entonces te desmayas. Y la vida cambia.
Dicen los que lo han vivido que el despertar es cruel. Ya no se tiene un brazo, o una pierna, o ninguno de los dos miembros. O se pierden intercalados, el brazo izquierdo y la pierna derecha. Tambi¨¦n se amputan manos. Dedos. Antes de ser trasladados a sus pa¨ªses de origen se recala en alg¨²n albergue cat¨®lico mexicano, donde hay ONGs o m¨¦dicos que prestan como pueden su ayuda. Se entra en coma y todo es borroso. Cuando por fin se recobra la calma y se asume la mutilaci¨®n, los cercenados por La Bestia se encuentran en la casilla de salida en sus pa¨ªses de origen pero en muchas peores condiciones con las que iniciaron el primer viaje.
¡°Si en mi pa¨ªs no ten¨ªa futuro cuando estaba entero, imagine ahora que necesito que me asistan con todo¡±, explica Hern¨¢ndez, que perdi¨® el brazo y la pierna derecha y gran parte de la otra mano, la izquierda. Hern¨¢ndez arriesg¨® y perdi¨® y ahora est¨¢ en una nueva cruzada, tan et¨¦rea como real es su brutal mutilaci¨®n. El de Hern¨¢ndez es el rostro tr¨¢gico y cruel de la inmigraci¨®n a EEUU.
Hern¨¢ndez, 29 a?os, acampa frente a la Casa Blanca, en Washington. Lleva sin comer desde el 14 de septiembre debido a un ayuno iniciado junto a otros integrantes de la Asociaci¨®n de Migrantes Retornados con Discapacidad (AMIREDIS). Todos buscan que lo que les ha cercenado el futuro a ellos no le vuelva a suceder a nadie. ¡°Queremos ver al presidente Barack Obama, que nos escuche, que oiga nuestra historia y tome las decisiones necesarias para que la gente no tenga que abandonar Honduras¡±. ¡°Si hasta ayer ¨¦ramos 700 mutilados hondure?os, ahora somos 702, mi mam¨¢ me llam¨® y me cont¨® que otros dos compatriotas se cayeron del tren estos d¨ªas, que sus madres andan desesperadas sin saber c¨®mo llevarse a sus hijos de M¨¦xico, que no les dan un visado humanitario para viajar a por ellos...¡±, relata. ¡°Y esos son los que conocemos, hay muchos que caen y all¨ª se quedan¡±, a?ade Jos¨¦ Efra¨ªn V¨¢zquez, 36 a?os, mutilado de una pierna.
No es nuevo. Cruzar la frontera de M¨¦xico con EE UU ha sido desde hace a?os un duro viaje para los migrantes centroamericanos. Y la pata mexicana es tristemente famosa por la comodidad e impunidad con la que se masacra a los migrantes. Seg¨²n la organizaci¨®n M¨¦dicos Sin Fronteras, aunque el perfil del migrante es un var¨®n centroamericano de entre 18 y 25 a?os, cada vez hay m¨¢s mujeres, m¨¢s familias y m¨¢s ni?os que hacen el camino, estos ¨²ltimos muchas veces solos. Todos son presa f¨¢cil del tr¨¢fico de personas, de los agentes estatales y de los delincuentes de distintas siglas. Ellas, llevan tan asumido que pueden ser violadas, que muchas usan inyecciones anticonceptivas antes de partir.
Los carteles han hecho de las esperanzas de los que buscan una vida mejor su tercera fuente de financiaci¨®n -gracias a los secuestros-, despu¨¦s de las drogas y las armas. La vida de un migrante vale 1.500 d¨®lares y el n¨²mero de tel¨¦fono necesario de un familiar que responda al otro lado de la frontera -la que sea- y que pueda enviar el dinero. Si no lo hace, qui¨¦n busc¨® el man¨¢ americano acabar¨¢ cad¨¢ver en un camino sin nombre.
La ruta para alcanzar el sue?o americano a bordo del tren es larga. Tan larga como insegura. De Arriaga a Ixtepec, de Medias Aguas y de Tenosique a Coatzacoalcos y luego a Lecher¨ªa para despu¨¦s seguir viaje hasta Nuevo Laredo, El Paso o Nogales (ya no est¨¢ en el mapa de los migrantes Ciudad Ju¨¢rez, tambi¨¦n llamada Ciudad Prohibida), los pasos de los que buscan una oportunidad en el norte son truncados por el narco, las maras y las ruedas de hierro del gusano met¨¢lico, como define el periodista salvadore?o ?scar Mart¨ªnez en su obra al tren de mercanc¨ªas que cruza M¨¦xico de sur a norte y en el que miles de inmigrantes indocumentados ponen sus esperanzas de alcanzar EE UU.
¡°En M¨¦xico siempre est¨¢ abierta la veda para cazar al migrante¡±, comparte Marlon, 22 a?os y antiguo marero procedente de El Salvador que hoy vive sin papeles en Washington. Marlon -¡°con Marlon vale, se?ora¡±, dice cuando se le requiere su apellido- abunda en la teor¨ªa del hondure?o Hern¨¢ndez. ¡°M¨¦xico hace el trabajo sucio que no quiere hacer Estados Unidos¡±, asegura.
¡°Cuando llegu¨¦ a M¨¦xico sab¨ªa que ya no pod¨ªa volver atr¨¢s, ir hacia adelante era arriesgar la vida pero volver a El Salvador tambi¨¦n¡±, explica Marlon. Volver a su pueblo hubiera supuesto una condena a muerte. ¡°Al hijueputa de tu hermano nos lo vamos a reventar¡±, advirtieron a la madre de Marlon en su natal Cuscatl¨¢n. Me ten¨ªa que ir o ya estar¨ªa muerto¡±, explica en referencia a que nadie abandona a las maras, en su caso la 18. Aunque la amenaza es de por vida.
¡°Te pueden acabar donde te encuentren¡±, avanza Marlon. Ese fue su caso. Otro salvadore?o le raj¨® en represalia el est¨®mago la noche antes de navidad de hace cinco a?os en una localidad de Virginia, a las afueras de Washington. Cuando menos se lo esperaba. Cuando se cre¨ªa seguro. Marlon sobrevivi¨® y logr¨® no ser deportado, lo que hubiera sido su segura condena a muerte. A¨²n as¨ª, dice: ¡°Nunca se est¨¢ a salvo¡±.
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