Baviera, el refugio del nuevo Eldorado
M¨²nich se ha convertido en el banco de pruebas de la pol¨ªtica de Merkel con los exiliados
En el mejor de los casos, a la ciudad alemana de M¨²nich se llega desde Kunduz, en el norte de Afganist¨¢n, tras un viaje de unos 6.400 kil¨®metros. A los Nasiri les llev¨® cruzar media docena de pa¨ªses y dejarse en el camino 15.000 d¨®lares. Son nueve y necesitaron pagar peaje por todos. ?Contentos? ¡°S¨ª, ahora estamos contentos¡±, dice Ismail, de 50 a?os, patriarca y vocero espont¨¢neo de la familia, mientras su mujer, velada como la mayor de las ni?as, ya una adolescente con nociones de ingl¨¦s, prefiere que la c¨¢mara no le apunte. Los Nasiri, de la etnia past¨²n, son refugiados. Escaparon del yugo de los talibanes para recibir cobijo en la capital del Estado de Baviera, al l¨ªmite de su capacidad de gesti¨®n de la ola de refugiados, la mayor¨ªa de origen sirio, llegada desde el este y sur de Europa. Solo en las ¨²ltimas semanas, m¨¢s de 50.000 exiliados alcanzaron la ciudad b¨¢vara, primer gran puerto del nuevo Eldorado, Alemania, y banco de pruebas de la pol¨ªtica de la canciller Angela Merkel hacia los refugiados.
El patio del centro de acogida de Heidemannstrasse presenta una mezcla silenciosa, sin aglomeraciones, de ciudadanos de los Balcanes, Oriente Pr¨®ximo, Asia Central ¡ªcomo los Nasiri¡ª y ?frica. Hasta aqu¨ª llegaron muchos de los que finalizaron recientemente su periplo europeo en M¨²nich, en el extremo sureste del pa¨ªs germano. Otros ya estaban de antes. Se acerca un joven africano: ¡°?Me pueden hacer un par de fotos para el pasaporte?¡±. Del descaro al celo en tres pasos. Una pareja de refugiados sirios entra cogida del brazo. A ¨¦l no le importar¨ªa hablar, lleva un a?o ya en la capital b¨¢vara, pero ella le tira del brazo con una sonrisa nerviosa, y se resiste. Lleg¨® hace cinco d¨ªas. ¡°Soy musulmana, lo siento¡±, se excusa. Sea como fuere, lograron ya lo que muchos tienen en su hoja de ruta: uno parte en avanzadilla, esta vez fue ¨¦l, para luego traerse a su ser querido. Son de Raqa, la cuna del grupo yihadista Estado Isl¨¢mico en el norte de Siria.
El miedo fue tambi¨¦n lo que hizo a los Nasiri dejar Kunduz. Terror ante la violencia de los talibanes y ante su forma medieval de entender la educaci¨®n. ¡°No quer¨ªan que mis hijas fueran al colegio¡±, relata Ismail, siguiendo con la mirada a las m¨¢s peque?as, de pelo muy corto, mientras juegan alrededor de sus piernas. ¡°Y por eso nos fuimos, quiero que aqu¨ª reciban una educaci¨®n¡±, contin¨²a. Kunduz fue siempre objetivo de la violencia talib¨¢n, pero es ahora cuando est¨¢ en el centro de la contraofensiva integrista para recuperar terreno tras 14 a?os de guerra.
La situaci¨®n geogr¨¢fica de M¨²nich, la primera gran ciudad ¡ªla tercera m¨¢s grande de Alemania tras Berl¨ªn y Hamburgo¡ª con la que se topa el ¨¦xodo que proviene de Austria y, sobre todo, su salud econ¨®mica han llevado a la capital b¨¢vara a concentrar el flujo de refugiados llegados al pa¨ªs, hasta el punto de declararse recientemente desbordada. Tal fue la alerta, que oblig¨® a la canciller Merkel a cortar el libre paso de exiliados y reforzar los controles en la frontera germano-austriaca.
Los Nasiri no dormir¨¢n en Heidemannstrasse. Ellos tienen cama en otro centro, pero vinieron hasta aqu¨ª para registrarse. En el interior de esta bayernkaserne queda poco espacio para muchos m¨¢s refugiados, por lo que se est¨¢ construyendo a marchas forzadas otro recinto, muy cerca de ah¨ª, en un pol¨ªgono industrial. Una valla cierra el paso al personal ajeno al centro de Heidemannstrasse. Los refugiados salen de uno de los complejos y se meten en otro, sin tocar la calle, vigilados por el equipo de seguridad.
¡°Ambiente privado¡±
Muchos de los que quieren viajar a otras localidades aguardan en tiendas en la estaci¨®n de tren de Hauptbahnhof. Tampoco hay manera de acceder. Un fuerte cord¨®n con decenas de polic¨ªas apostados en diferentes puntos, cerca la zona. ¡°Queremos crear un ambiente privado para ellos¡±, dice un portavoz policial. Y sin duda tambi¨¦n reforzar el control de la estaci¨®n ante la llegada de alrededor de seis millones de personas, seg¨²n las estimaciones, para la celebraci¨®n del festival de la cerveza por excelencia en Baviera, el Oktoberfest.
Ismail posa como un torero dos pasos por delante de sus hijos, con el pecho bien alto. Rompe a re¨ªr, cosa nada f¨¢cil, cuando es animado a ponerse de cuclillas. Del torero al gesto de futbolista. El patriarca de los Nasiri trabajaba en la construcci¨®n. ?Qu¨¦ quiere hacer ahora? La respuesta sigue la t¨®nica general entre los que llegan al norte de Europa: ¡°Quiero aportar a Alemania con mi trabajo¡±.
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