Guerrero, tierra de sospecha

El caso Iguala tiene en el 27 Batall¨®n de Infanter¨ªa uno de sus grandes interrogantes. Los intentos de implicar a este destacamento en las atrocidades han centrado todas las teor¨ªas conspiratorias. Pero hasta la fecha, ninguna prueba ni declaraci¨®n lo ha logrado. No hay testigo que les viese disparar ni detener. Tampoco hay v¨ªnculos demostrados con el narco. La gran sombra, de momento, se ci?e a su pasividad ante la salvaje cacer¨ªa que sufrieron los normalistas.

Esa inacci¨®n ha levantado profundos resquemores. No es un fen¨®meno extra?o. En un pa¨ªs convulsionado por una guerra contra el narco que arrastra m¨¢s de 100.000 muertos y 25.000 desaparecidos, el Ej¨¦rcito no solo es en una presencia permanente en todos los focos de tensi¨®n sino tambi¨¦n un catalizador emocional. Las encuestas le otorgan un fuerte respaldo popular, los sucesivos gobiernos le defienden a capa y espada, y a los ojos de muchos ciudadanos forma la m¨¦dula del Estado. Pero sus desmanes no pasan inadvertidos y, su poder, en zonas como Guerrero, generan una desconfianza abismal.

Entre 35.000 y 45.000 soldados se movilizan a diario en el combaten contra el crimen organizado. Los abusos de las tropas, denunciados por las organizaciones de derechos humanos, han llegado a extremos sangrientos, como el caso Tlatlaya, donde el Ej¨¦rcito, seg¨²n la investigaci¨®n de la Comisi¨®n Nacional de Derechos Humanos, mat¨® a sangre fr¨ªa a 15 supuestos narcos una vez detenidos y desarmados. Tras el crimen, los militares atribuyeron oficialmente las muertes a un enfrentamiento. Cuando emergi¨® la verdad, ning¨²n alto mando, m¨¢s all¨¢ de un teniente y unos pocos elementos de tropa, respondi¨® por la matanza.

Esa impunidad ha alentado la sospecha, sobre todo, en Guerrero, uno de los territorios m¨¢s pobres y violentos de M¨¦xico. El Estado fue de 1969 a 1985 el principal caladero de las guerrillas marxistas. Y tambi¨¦n el escenario de una devastadora operaci¨®n limpieza. Cientos de insurgentes desaparecieron a manos del Ej¨¦rcito y la polic¨ªa. Hubo centros de tortura y vuelos de la muerte. Aquella trama criminal, amparada por el Estado, nunca se ha sentado en el banquillo, pero su espectro se mantiene vivo, sobre todo, en lugares como la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa. Este centro magisterial fue el principal semillero de la guerrilla, y el espacio donde se forj¨® su hist¨®rico l¨ªder, Lucio Caba?as, ca¨ªdo en 1974 en un enfrentamiento con los militares. Tras los muros de la escuela, donde a¨²n ondean banderas rojas, el Ej¨¦rcito es visto como un enemigo. O al menos, como un sospechoso.