Derechos humanos y la causa de lo causado
El n¨²mero de organizaciones y activistas dedicados a combatir la pobreza, la tortura o el trato denigrante a inmigrantes va en aumento
La palabra causa, adem¨¢s de aquello que se considera como fundamento u origen de algo, significa?motivo o raz¨®n para obrar. Los derechos humanos son ambas cosas. Lo han sido desde hace muchos a?os, siglos, aunque con otras nomenclaturas. Sin embargo, la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos de 1948 les dio un impulso con una fuerza tal que han llegado hasta nuestros d¨ªas como algo que bien podr¨ªamos denominar la gran causa de causas, un paraguas enorme que cubre muchas causas y que es causa a la vez. Su raz¨®n es la misma desde entonces: el reconocimiento de la persona y su dignidad. Cuando se plante¨® la necesidad de redactar una Declaraci¨®n Universal se hizo con el objetivo principal de proteger la vida y la libertad de las personas para que no quedaran expuestas a atrocidades cometidas fuera de la ley o bajo su amparo, como las dadas a conocer al t¨¦rmino de la Segunda Guerra Mundial. Pero deriv¨® en algo m¨¢s grande y trascendente: un cat¨¢logo enunciativo de las libertades fundamentales de la persona por el hecho de serlo. De 1948 a la fecha, la humanidad ha evolucionado en cuanto a algunas cuestiones esenciales para las personas. Aunado a la entrada en vigor de una serie de instrumentos internacionales cuyo contenido se refiere a derechos humanos, el establecimiento de instancias supranacionales, as¨ª como sus acciones y mandatos, han contribuido a que al interior de los pa¨ªses se conozcan los derechos humanos y a que las instituciones, en alguna medida, los protejan (por lo menos m¨¢s que antes).
El hecho de que una causa contin¨²e vigente significa que a¨²n no ha sido resuelta
Pero algo preocupa. El hecho de que una causa contin¨²e vigente significa que a¨²n no ha sido resuelta. Han pasado casi setenta a?os de la adopci¨®n de la Declaraci¨®n y muchos m¨¢s desde que la humanidad lleg¨® a la primera conclusi¨®n con respecto a la protecci¨®n que el Estado y la sociedad deb¨ªan brindarle a las personas, y la causa de los derechos humanos se vislumbra vigente en el horizonte ¨Chasta muy lejos¨C. El n¨²mero de organizaciones y activistas dedicados a la atenci¨®n de los derechos humanos va en aumento. Amnist¨ªa Internacional da cuenta de las principales crisis humanitarias que azotan al mundo hoy en d¨ªa. La lista es muy extensa: detenciones y reclusiones arbitrarias; cr¨ªmenes cometidos por fuerzas gubernamentales y de seguridad; falta de garant¨ªas jurisdiccionales; pobreza; tortura; trato denigrante a migrantes y refugiados; vulneraciones a pueblos ind¨ªgenas; violencia de g¨¦nero; intolerancia religiosa y ¨¦tnica; discriminaci¨®n¡ y contin¨²a, repiti¨¦ndose muchas de estas violaciones en todas las regiones del planeta.
?Por qu¨¦ no alcanzamos en definitiva la efectividad de los derechos humanos? ?Son inadecuados los esfuerzos realizados? Creo que no. Las acciones llevadas a cabo, sobre todo, a partir de la trascendencia jur¨ªdica de ese instrumento de esencia moral que es la Declaraci¨®n, han dado frutos. Pero no los suficientes o al menos no los que podr¨ªa haber dado ya. ?Qu¨¦ ha faltado entonces? Johannes Morsink nos da una pista. Este profesor de derechos humanos advierte sobre la presencia de dos elementos en la Declaraci¨®n que deben ser tomados muy cuenta y me parece que no ha sido as¨ª: raz¨®n y conciencia. De acuerdo con ¨¦l, los autores de la Declaraci¨®n ve¨ªan a estas dos capacidades humanas como veh¨ªculos por los que llegamos a saber que las personas tenemos derechos. Es decir, la raz¨®n y la conciencia no s¨®lo nos definen como seres racionales y, en efecto, como poseedores de dignidad, sino que nos permiten advertir que las dem¨¢s personas, nuestros pares, tambi¨¦n la poseen.
De 1948 a la fecha, la humanidad ha evolucionado en cuanto a algunas cuestiones esenciales para las personas
La raz¨®n y la consciencia nos develan la existencia de un principio ¨¦tico del deber. Dicho principio comprende el conocimiento, la auto-advertencia y la defensa de la dignidad humana de los dem¨¢s. Mahatma Gandhi sosten¨ªa que el respeto a los derechos depende del arraigo en h¨¢bitos y actitudes, por lo que tienen que ver mucho m¨¢s con un deber que con una exigencia. La consciencia de ello depende de una raz¨®n, una causa que constituye una condici¨®n para proyectar ese reconocimiento hacia los dem¨¢s. Sin embargo, esta idea, en la que se cimientan el sistema universal y los sistemas regionales de derechos humanos, proviene de una concepci¨®n, de una construcci¨®n hist¨®rica sin cuyo conocimiento y convicci¨®n, las personas dif¨ªcilmente pueden tener consciencia, pues desconocen la raz¨®n. ?En d¨®nde debe anclarse dicho conocimiento, convertirse en raz¨®n y generar consciencia? En la cultura, en ese conjunto de rasgos comunes y lazos que engloba modos de vida, nociones sobre derechos, valores, tradiciones y creencias, que hacen posible la convivencia y que nos condicionan a actuar de determinada manera.
El n¨²mero de organizaciones y activistas dedicados a la atenci¨®n de los derechos humanos va en aumento
Desde esta perspectiva, la necesidad de proteger los derechos humanos tiene como causa primigenia el hecho de que haya quienes desconozcan su importancia o no se inmuten frente a violaciones. Esto sucede, muchas veces, porque carecen de una raz¨®n y una consciencia sobre su impacto en la dignidad. Es necesario impulsar m¨¢s estrategias para fortalecer esa raz¨®n que fomente la consciencia. ?Cu¨¢les? Aquellas que sean m¨¢s preventivas en lugar de represivas. La principal la constituye la ense?anza y la educaci¨®n basadas en valores, principios y conocimientos, con el objetivo de consolidar una cultura de la paz. En la medida en que la humanidad contin¨²e evolucionando, como lo ha venido haciendo particularmente en las ¨²ltimas d¨¦cadas, de acuerdo con una cultura de respeto en la que transgredir una libertad fundamental sea inimaginable, nos acercamos al d¨ªa en el que la causa cese por haber combatido exitosamente su verdadero origen.
?*?Ra¨²l Cervantes Andrade?es Doctor en Derecho, especialista en cuestiones constitucionales.?Profesor del Instituto Tecnol¨®gico Aut¨®nomo de M¨¦xico (ITAM). Senador con licencia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.