¡°Aqu¨ª todo el mundo tiene miedo, el narco manda¡±
Viaje a los barrios pobres de Rosario, que viven un infierno de violencia desde 2009
Nadie se rinde del todo en los barrios pobres de Rosario, acostumbrados a luchar, pero el miedo atraviesa todas las conversaciones. Es un terror nuevo, que lo cambia todo. Siempre hubo pobreza y villas, pero no tantas armas. Ni tanta droga. ¡°Esto est¨¢ as¨ª desde 2009, no hace tanto¡±, cuenta Juan Ponce, de 33 a?os, que lucha por salvar Ludue?a, su barrio, despu¨¦s de ver c¨®mo su madre, Mercedes Delgado, mecha, mor¨ªa de dos disparos en la espalda en un tiroteo entre dos bandas rivales. Ten¨ªa 50 a?os y seis hijos. Fue en 2013, el peor a?o, con 250 muertos en Rosario. Su caso movi¨® mucho a la ciudad porque mecha, militante cristiana de base, llevaba 20 a?os dando de comer a los que eran a¨²n m¨¢s pobres que ella. Y la mataron precisamente al salir del comedor. Escuch¨® tiros y corri¨® para proteger a uno de sus hijos, de 13 a?os. Pas¨® en medio del tiroteo y cay¨®. Una enorme pintada la recuerda como referente de la lucha contra el narco.
¡°Este es un barrio que pelea, el comedor lleva desde 1989 dando de comer a 450 personas todos los d¨ªas. Pero hay mucho miedo¡±, explica Juan en su casa de ladrillo y chapa, casi metida en la villa. De hecho ¨¦l mismo no va mucho por la zona donde viv¨ªa su madre. Su lucha es muy conocida, ha conseguido encarcelar a tres de los cinco que participaron en el tiroteo ¨Cuno era menor y por tanto inimputable, algo muy frecuente- y le est¨¢n presionando para que abandone su lucha. Juan lo tiene muy claro: lo de su madre no fue un golpe de mala suerte. ¡°Yo culpo de su muerte al Estado, porque no cubri¨® el espacio que mi madre ocup¨® durante 20 a?os dando de comer a los pobres. Todo espacio que se deja, lo ocupan ellos. Un narco se ofreci¨® para financiar el comedor de mi madre, que sigue funcionando. Le dijeron que no, pero lo intent¨®. El narco est¨¢ presente, est¨¢ en todas partes. El estado est¨¢ ausente. Aqu¨ª todo el mundo tiene miedo, el narco manda. Les dan a los chicos una moto, un rev¨®lver, mucha plata y se creen alguien. Te pagan 2.000 pesos (175 euros) por guardar un paquete una noche. ?Qui¨¦n se va a resistir en un barrio como este?¡±, resume. El miedo se refleja en su mirada y la de su mujer. Pero han decidido seguir luchando.
Argentina vive una campa?a electoral para las elecciones presidenciales del d¨ªa 25 en la que, por primera vez, el narcotr¨¢fico tiene una presencia notable. Los dos principales candidatos de la oposici¨®n, Mauricio Macri y Sergio Massa, centran sus mensajes en este problema y prometen acabar con su expansi¨®n. La situaci¨®n es tan complicada en algunos barrios pobres de las grandes ciudades ¨CBuenos Aires, Rosario, C¨®rdoba, Mendoza- que al fin se ha convertido en un asunto prioritario. El Papa argentino tambi¨¦n lo ha colocado en la agenda. La gente est¨¢ harta de la violencia. Massa incluso ha lanzado la pol¨¦mica propuesta de mandar el ej¨¦rcito a los barrios pobres, a la que le han contestado desde el Gobierno que los narcos importantes, que organizan el negocio, est¨¢n en los barrios ricos, en mansiones.
Pero en Ludue?a, La Tablada o Nuevo Alberdi la campa?a queda lejos. En el centro, Rosario es una ciudad tranquila, enriquecida en los a?os del boom argentino, agradable, donde a la hora de la siesta todo se para. En las afueras, alrededor de la circunvalaci¨®n, la vida es mucho m¨¢s complicada. Y sin embargo muchos siguen luchando. El colectivo 26 de junio, j¨®venes activistas de izquierda que tratan de mejorar los barrios pobres, ha montado en La Tablada, al borde de la villa, en una zona peligrosa controlada por el narco, una escuela secundaria autogestionada. Tienen alumnos de 17 a 63 a?os. Todos dejaron otras escuelas y buscan una segunda oportunidad.
Tienen 26 profesores, todos voluntarios que no cobran nada, y 35 alumnos. Algunos van a clase con sus hijos y los dejan en el patio, algo imposible en una escuela normal. ¡°En esta zona es f¨¢cil escuchar tiros dos veces por semana¡±, explica con una sonrisa Florencia Maggi, 35 a?os, profesora y l¨ªder del proyecto. ¡°La idea no es solo ense?ar materias, sino sobre todo fijar ideas solidarias, que aprendan a vivir en comunidad de otra manera, a rechazar la violencia, a ayudarse¡±, asegura. La escuela se va convirtiendo poco a poco en un centro social, un lugar para reunirse. En el barrio pr¨¢cticamente no existen.
No a todo el mundo le gusta que est¨¦n all¨ª. Las bandas locales, sobre todo al principio, presionaban a los fundadores de la escuela. Hubo que hacer mucho trabajo para que les dejaran estar all¨ª. Y a¨²n hoy hay problemas. Las dos ventanas de la parte de arriba, las que dan a la parte m¨¢s dura de la villa, tienen los vidrios rotos a pedradas. ¡°Y esta no es la parte peor del barrio, de la avenida para all¨¢ hay una cocina y all¨ª se cagan a tiros¡±, cuenta Pablo, uno de los estudiantes, de 21 a?os. Micaela, de 22, cuenta la vida del barrio: ¡°Ya no salimos a la calle, no nos juntamos con nadie. Es demasiado peligroso. Antes la gente sal¨ªa a tomar mate con sus sillas a la vereda. Ahora no ves a nadie¡±. Magal¨ª, su amiga, tambi¨¦n de 22, remata: ¡°El a?o pasado por aqu¨ª hubo muchos tiros y se mataron todos entre ellos. Por eso ahora est¨¢ m¨¢s tranquilo. Claro que extra?amos lo de antes, de peque?os jug¨¢bamos en la calle sin problemas¡±. Pablo es pesimista sobre el futuro. ¡°En este barrio se agarran a los tiros hasta por el f¨²tbol. Yo me acuerdo como era esto cuando yo era peque?o, un barrio pobre pero tranquilo. No creo que el barrio vuelva a ser lo que fue, la droga no va a parar ni la corrupci¨®n tampoco¡±, sentencia.
Como en toda Argentina, incluso en el coraz¨®n de Buenos Aires, en La Tablada las villas se instalaron en las v¨ªas del tren abandonadas. Suelo p¨²blico que nadie se atreve a desalojar. Las villas crecen sin freno en toda Argentina: el coste del alquiler es mucho m¨¢s bajo, no se piden avales, no hay impuestos. Pero las condiciones de vida son dur¨ªsimas. La gente en las villas est¨¢ mucho mejor que hace unos a?os, sobre todo gracias a las ayudas del Estado promovidas por los Kirchner, en especial la asignaci¨®n universal por hijo. No hay hambre, pero s¨ª violencia creciente, m¨¢s droga que nunca y una gran desesperaci¨®n.
De la fusi¨®n entre el colectivo 26 de junio, que cre¨® la escuela, y el movimiento Giros, que tambi¨¦n luchaba en los barrios pobres, surgi¨® el Partido Ciudad Futura, una suerte de Podemos rosarino que este a?o sorprendi¨® al convertirse en la tercera fuerza pol¨ªtica de Rosario, por detr¨¢s del socialismo y el PRO, y por encima del kirchnerismo, con 87.000 votos (16% del total). Pedro Salinas, concejal electo de este grupo, explica que ¡°muchos n¨²cleos de poblaci¨®n necesitan ayuda y hoy la proveen bandas narcos. En Villa Manuelita, hace cuatro a?os un ¡®vago¡¯ (t¨ªo) de la barra brava de Rosario Central vino a ofrecer ayuda a un comedor¡±.
La abogada Jessica Venturi, que ha investigado a bandas narco, descubri¨® que ¡°la ¡®cana¡¯ (polic¨ªa) le saca las armas a las bandas en un operativo y por la noche les ofrece devolverlas por 5 ¡®lucas¡¯ (5.000 pesos, unos 450 euros)¡±. Venturi tambi¨¦n prob¨® que uniformados ¡°pasaban a cobrar¡± un soborno diario ¡°por los b¨²nkers¡±, los locales clandestinos en los que se vende droga en los barrios. ¡°La Polic¨ªa es adem¨¢s la que regula la participaci¨®n en el delito. Por ejemplo, en la pelea entre las bandas Los Maradona y Los Quemado, la que ofrec¨ªa m¨¢s a la Polic¨ªa, consegu¨ªa que hiciera m¨¢s operativos contra la otra¡±, describe la abogada, tambi¨¦n militante de Ciudad Futura, que hace dos a?os public¨® un documento sobre el barrio en el que comenzaron a actuar y que se titulaba ¡°Ni Nuevo Alberdi es Sinaloa ni Rosario es Barcelona¡±.
Gustavo Zignago, subsecretario de seguridad ciudadana de la provincia de Santa Fe, admite que el problema es que el narco est¨¢ instalando una cultura de violencia y mucha facilidad para conseguir armas: ¡°Lo que antes se resolv¨ªa a las trompadas, ahora se resuelve a tiros, hay muchas armas en los barrios¡±, resume. Toda la guerra se produce dentro de los propios barrios, son pobres matando a pobres. ¡°La gran mayor¨ªa de los que mueren y matan son j¨®venes de 14 a 29 a?os que viven a una distancia entre ellos no superior a 15 cuadras (1,5 kil¨®metros) y est¨¢n casi todos en la l¨ªnea que marca el interior de la circunvalaci¨®n, donde est¨¢n los barrios pobres¡±, sentencia Zignago. Eso s¨ª, ¨¦l cree que poco a poco se est¨¢ reconduciendo. ¡°El plan ABRE tiene 4000 millones de pesos (350 millones de euros) destinados a reducir la exclusi¨®n social, hay m¨¢s presencia policial, se est¨¢n bajando poco a poco los niveles de violencia¡±, asegura. En los barrios no se aprecia ese optimismo oficial, pero tambi¨¦n muchos creen que la situaci¨®n ha llegado tan lejos que algo tiene que pasar. De momento el hartazgo social ha logrado que la lucha contra el el narcotr¨¢fico se haya convertido en un asunto central de la campa?a electoral.
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