¡°Yo pago los salvavidas, pero no tendr¨¦ para el m¨ªo¡±
Tercera entrega de la huida de Siria de una madre y sus hijos, un adolescente y un desertor
Tras pagar los seis pasajes de patera no queda marcha atr¨¢s. Um Al¨ª lo sabe. Con la cara desencajada escucha a Mohammed, el intermediario de los traficantes: ¡°Ya pod¨¦is hacer compras. Llevad una mochila y una ri?onera por persona, tirad el resto. En Grecia os dar¨¢n lo que necesit¨¦is¡±. Mohammed les jura que los guardacostas turcos y griegos no solo no les detendr¨¢n si les interceptan, sino que les ayudar¨¢n a llegar a tierra firme.
Comienza el regateo. En el escaparate de una tienda de Esmirna, en la costa turca, salvavidas comparten vitrina con los nuevos modelos de zapatos llegados de Europa. La dependienta atiende a la familia de migrantes: ¡°Los de fabricaci¨®n china valen 15 euros, 17 con silbato. Los originales 23 euros¡±. El peque?o Hassan es el primero en probarse el salvavidas naranja chill¨®n. El ni?o estalla en llantos cuando su madre compra el que no tiene silbato, por ser m¨¢s barato. ¡°?Yo quiero uno con silbato!¡±, logra articular entre gimoteos. Su hermana Shames se pierde en la tienda en busca de una funda acu¨¢tica para el m¨®vil, y as¨ª poder proseguir con los selfies que marcan su viaje.
Um Al¨ª no tiene dinero suficiente. ¡°Yo pago los salvavidas, pero no tendr¨¦ para el m¨ªo¡±, dice Ayman. En caso de naufragio, tan solo ¨¦l, Al¨ª y Hamzi saben nadar. Ayman, el desertor del Ej¨¦rcito de El Asad que se ha unido a la familia Bolhos, podr¨ªa haber hecho el camino con otros j¨®venes y avanzar m¨¢s r¨¢pido. ¡°No s¨¦ por qu¨¦ eleg¨ª este grupo. Tengo hermanos y Um Al¨ª me recuerda a mi madre. Ahora que dejo atr¨¢s a mi familia, me dan cierto apoyo emocional¡±, comenta acariciando la cabeza de Nur, que se ha quedado enroscada a su pierna con el salvavidas puesto.
Otra familia siria con dos beb¨¦s se prueba los chalecos salvavidas. Los referidos como originales tan solo muestran un cosido un tanto mejor que los chinos. La dependienta les ofrece un modelo para beb¨¦s que incluye un pa?al de pl¨¢stico, por ¡°tan solo 20 euros¡±. No queda dinero para flotadores despu¨¦s de saber que cada pasajero habr¨¢ de pagar otros 45 euros por el taxi hasta el punto de salida de la patera.
¡°Cambio de planes, salimos a las 20 horas. Tenemos que movernos ya¡±, irrumpe Mohammed. Por primera vez en cuatro d¨ªas de viaje, surge un estremecedor silencio. Como zombis, siguen al simsar ¨Cintermediario- a trav¨¦s de Esmirna. ¡°Al pasar ver¨¦is a Abu Nur, vuestro traficante, pero no le mir¨¦is. Una vez lleguemos al parque os sent¨¢is en uno de los bancos. Esperad nuestra se?al y, cuando lleguen los taxis, os sub¨ªs¡±, explica Mohammed alej¨¢ndose del grupo. En el camino cruzan la mirada con otros transe¨²ntes tambi¨¦n cargados con la gran bolsa negra, esa que oculta los salvavidas naranjas. En un pesta?eo comparten un breve suspiro de acongojo y un ¡°que Dios os proteja¡± susurrado al vuelo.
Momentos de duda
Um Al¨ª y el resto toman asiento en un banco del parque. La mujer enciende un pitillo sin percatarse de que el anterior se consume todav¨ªa. ¡°?No quiero subirme a la patera! ?Nos volvemos a L¨ªbano!¡±, estalla. La l¨ªder del grupo, la mujer fuerte que ha cargado con cuatro hijos desde Siria a L¨ªbano primero, y de L¨ªbano a Esmirna despu¨¦s, se desmorona. ¡°?Yo quer¨ªa darles una vida mejor; no matarlos!¡±. El joven Al¨ª se rebela al ver a su madre dudar. ¡°?Y para qu¨¦ nos has arrastrado hasta aqu¨ª entonces? ?No te lo pedimos, t¨² te empe?aste! ?Nos vamos a Europa aunque t¨² te quedes aqu¨ª!¡±.
El traficante Abu Nur aparece y agarra suavemente la mano de Um Al¨ª arrastr¨¢ndola hacia un lugar menos visible. Transformado repentinamente en psic¨®logo le ense?a una foto del que dice que es su hijo menor. ¡°Es normal que est¨¦s nerviosa. Pero has hecho lo correcto. Luchas por tus hijos¡±. Luego le tiende su tel¨¦fono: ¡°Habla con mi mujer, es madre como t¨²¡±. Toda artima?a es buena para no poner en peligro la operaci¨®n de las mafias, que en ese momento mantienen a un centenar de migrantes sirios en el parque, aguardando la salida de sus pateras. Calculadora en mente, a m¨¢s de 1.000 euros por viajero son unos 110.000 euros sentados entre arbustos que Um Al¨ª puede poner en peligro con su crisis.
Um Al¨ª se rinde ante la voz de la mujer del traficante. Los taxis recoger¨¢n poco a poco a los migrantes para transportarlos hasta el punto de partida de la patera. Desde la ventanilla se despiden. ¡°No tengo miedo a la muerte. La hemos visto pasar por delante ya muchas veces¡±, intenta reconfortar a su madre con una inusitada madurez la joven Nur al tiempo que se arregla el pa?uelo sobre la cabeza y hace lo propio con el de su madre. Shames, aprovecha para tomar otro selfie. ¡°Claro que tengo miedo. Este es el trayecto m¨¢s peligroso, pero est¨¢ todo en manos de Al¨¢¡±, se despide cargando las mochilas en el maletero el joven Hamzi, el adolescente que se sum¨® al grupo en el trayecto.
Una vez desaparecen los taxis amarillos, el traficante prosigue su discurso ante la periodista, a la que considera una refugiada m¨¢s aunque no haya subido a la patera diciendo que no tiene dinero suficiente: ¡°Yo entiendo a Um Al¨ª, es madre y quiere proteger a sus hijos. Es una decisi¨®n muy dura, pero al fin y al cabo son pocos los que mueren comparados con los que lo logran¡±. Reh¨²sa dar las coordenadas del punto de partida, que inicialmente deb¨ªa ser Bodrun, pero ser¨¢ a tres horas y media de coche en direcci¨®n opuesta. ¡°La patera nos cuesta 20.000 euros¡±, dice, dando por sentado que los refugiados no saben contar. Una zodiac apenas vale 400 euros en el mercado negro, pero las mafias controlan los puntos de salida operativos e impiden el acceso a aquellos que lo intentan por su cuenta. ¡°Nuestros informadores nos dir¨¢n cuando est¨¦ despejado el camino de patrullas costeras. No te preocupes por ellos, est¨¢n en buenas manos¡±.
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