Los hijos de esclavos en Brasil, orgullosos defensores de la selva
Con siembra de ¨¢rboles y plantas, la comunidad ayuda a preservar el bioma y adem¨¢s tienen una nueva fuente de ingresos
A 240 kil¨®metros de la ciudad m¨¢s grande de Sudam¨¦rica, una enorme reserva de mata atl¨¢ntica (un tipo de selva tropical caracter¨ªstico de Brasil, Paraguay y Argentina) esconde un conjunto de comunidades en las que el tiempo casi se detuvo.
Estos asentamientos, conocidos como quilombos, se formaron alrededor de 1700, cuando una rica dama portuguesa, sin hijos y ya cerca de la muerte, don¨® una mina de oro de su propiedad a la iglesia y liber¨® a las familias que trabajaban la tierra.
Desde entonces, los antiguos esclavos y sus descendientes permanecieron en aislamiento casi total, en sus modestas casas de bahareque (junco y barro) sin dinero y sin carreteras, viviendo de la agricultura a peque?a escala.
"El camino de tierra solamente se construy¨® en los a?os 60. La gente compraba y pagaba por medio del trueque. Hasta la fecha, todav¨ªa algunos utilizan este sistema ", dice Jos¨¦ Paula de Francia, de 61 a?os, presidente de la Asociaci¨®n Nhunguara, uno de los 12 quilombos que hay en esta regi¨®n.
La falta de la modernidad se ve compensada por el aire puro, el silencio y un paisaje casi virgen. Y para tomar un poco de este ambiente a donde haga falta, los residentes de Nhunguara comenzaron a sembrar hace dos a?os especies de ¨¢rboles t¨ªpicos de la mata atl¨¢ntica.
Es una manera de ayudar a preservar esta selva, una de las m¨¢s devastadas de Brasil, y al mismo tiempo garantizar una nueva fuente de ingresos. Originalmente la mata atl¨¢ntica cubr¨ªa 1.315.460 km2, hoy resta s¨®lo el 12,5% de esa superficie como consecuencia de la desforestaci¨®n y la agricultura intensiva, entre otras causas.
En la actualidad, aparte de la agricultura de subsistencia - hecha en terreno monta?oso, donde no se puede usar maquinaria ¨C estos descendientes de ex esclavos viven de programas como Bolsa Familia o de las pensiones.
Dieciocho especies, la mitad de ellas nativas y la otra mitad ex¨®ticas, se cultivan en el vivero construido con el apoyo del programa de Microcuencas, una asociaci¨®n del Banco Mundial con el Gobierno de S?o Paulo. La iniciativa tambi¨¦n permiti¨® al grupo para construir un compostero, para evitar el uso de fertilizantes qu¨ªmicos, y organizarse para comercializar cada vez m¨¢s plantas.
"Todav¨ªa no vendemos mucho. El a?o pasado, plantamos 25.000 pl¨¢ntulas. Las ventas totalizaron 1.000 reales (aproximadamente US$ 280) para cada una de las 11 personas en el grupo y adem¨¢s reinvertimos en la compra de semillas. Espero que en el futuro podamos mejorar a medida que tenemos m¨¢s nociones de gesti¨®n para hacer todo", dice la productora rural Ana Mar¨ªa Marinho, de 58 a?os.
Actualmente los quilombolas venden ¨²nicamente a otros agricultores y no tienen una clientela fija. Por lo tanto, el grupo se uni¨® a los otros due?os de viveros para el Registro Nacional de Semillas y Plantas (RENASEM). El documento les permitir¨¢ vender finalmente las plantas a particulares y empresas.
"Mi sue?o es ver nuestro cami¨®n saliendo de aqu¨ª lleno de pl¨¢ntulas", dice Ana Mar¨ªa, pensando en un futuro de menos aislamiento y m¨¢s oportunidades para los quilombolas.
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