Los conductores que cuidan de los muertos de S?o Paulo
Noches en el servicio funerario muestran c¨®mo es el negocio invisible de los que se van
El cuerpo de Daniel* ya estaba r¨ªgido y ni su hermana, ni Jose, el conductor del coche f¨²nebre del Ayuntamiento, ni el agente de una funeraria privada que andaba por ah¨ª consegu¨ªan vestirlo. Nadie del Instituto M¨¦dico Legal (IML) de la zona este, donde le realizaron la necropsia a Daniel, estaba ah¨ª para ayudar, a excepci¨®n de una limpiadora. La se?ora, con grandes guantes de goma amarillos, resolvi¨® el problema haciendo palanca con una escoba con la que levant¨® del fondo del f¨¦retro las piernas del joven, muerto por sobredosis.
Una costura mal cerrada tras la autopsia estaba manchando de sangre el rostro, el cuerpo y el ata¨²d de Daniel, mientras su hermana lamentaba entre llantos no haber parado en la farmacia para comprar gasas. El cuerpo fue trasladado al cementerio donde Jose, tambi¨¦n sin gasas y que por contrato solo debe colocar los cuerpos en los ata¨²des y rellenarlos de flores, limpi¨® la sangre que, durante el velatorio, iba a impedir mirar al joven sin estremecerse.
Como Jose, otros 140 conductores del servicio funerario municipal cuidan de los muertos de la capital de Sao Paulo, m¨¢s all¨¢ de la conducci¨®n del coche f¨²nebre. Una labor invisible que atiende una media de 79.000 cad¨¢veres cada a?o.
Dos d¨ªas antes de Daniel, un hombre de 67 a?os muri¨® en el hospital estadual de Ipiranga. Sufr¨ªa insuficiencia renal y Alzheimer y yac¨ªa con un pa?al en una hamaca met¨¢lica en el s¨®tano. Los familiares pidieron que alguien del centro le colocase la camiseta del S?o Paulo Futbol Club y el pantal¨®n de ch¨¢ndal que hab¨ªan tra¨ªdo en una bolsa de pl¨¢stico para darle el ¨²ltimo adi¨®s, pero una vez m¨¢s fue el conductor del coche f¨²nebre quien se responsabiliz¨® del ritual, ayudado por la familia.
En el cementerio de S?o Pedro, en la zona este de la ciudad, donde el anciano fue velado y enterrado, otro ch¨®fer municipal, con 20 a?os de servicio, refunfu?aba durante la preparaci¨®n del cad¨¢ver de una anciana. Esta vez, se quejaba de que no ten¨ªa guantes para trabajar. ¡°Tenemos que cogerlos de los hospitales¡±, afirm¨® mientras se dispon¨ªa a encajar en el f¨¦retro dos ramos de crisantemos marchitos.
El cargamento de guantes atrasado del que hablaba el conductor ya est¨¢ disponible as¨ª como nuevos uniformes y un modesto equipamiento de protecci¨®n que nadie usa, pero los conductores, un gremio de hombres blindados por fuerza al dolor ajeno, asumen como rutina tareas que no les corresponden. Son el ¨²ltimo eslab¨®n de una cadena de normas y la ausencia de ellas. Si ellos no lo hacen, no lo har¨¢ nadie y el ritual de vestir a los difuntos, que la direcci¨®n del servicio municipal considera una cuesti¨®n de derechos humanos, es la ¨²ltima de sus batallas. La de los honestos. Otros funcionarios, sin embargo, amparados en el dolor de los parientes que raramente denuncian, cobran a cambio de adecentar a los muertos y hacerles unos arreglitos. Los hay que duplican su sueldo con las propinas.
El negocio de los muertos
Por ley, en la capital paulista, los servicios funerarios son de competencia exclusiva del Ayuntamiento y el negocio de las funerarias particulares est¨¢ prohibido. Para contratar un funeral, la familia debe tener en mano la Declaraci¨®n de Defunci¨®n que puede ser suministrada por un m¨¦dico, un hospital, por el Servicio de Verificaci¨®n de ?bitos o por el Instituto M¨¦dico Legal (IML). Con ese documento, el Ayuntamiento comienza la organizaci¨®n del entierro y del homenaje al difunto. Los familiares tienen libertad para contratar empresas para comprar coronas de flores, en la contrataci¨®n de una sala privada para el velatorio, el embalsamiento o el transporte a otros municipios.
En la pr¨¢ctica, se trata de un monopolio de un servicio considerado esencial y se compromete a ofrecer precios que solo cubran sus costes. El entierro m¨¢s simple cuesta 701 reales (menos de 200 d¨®lares).
El Servicio Funerario de la ciudad de S?o Paulo, deficitario, es la mayor empresa del Ayuntamiento y cuenta con 175 millones de reales de presupuesto. Administra 22 cementerios municipales, 18 velatorios y un crematorio.
El origen de la corruptela est¨¢ en que nadie se pone de acuerdo sobre qui¨¦n debe encargarse de preparar los cuerpos para su presentaci¨®n a las familias. El Servicio de Verificaci¨®n de ?bito, asociado a la Universidad de S?o Paulo (USP) entrega los cuerpos vestidos y con los orificios taponados. En los hospitales, municipales y estatales, sin normativa espec¨ªfica, la entrega a la familia de un cad¨¢ver desnudo depende de la unidad, as¨ª como en el IML, de donde salen todas las v¨ªctimas de muertes violentas o por causas desconocidas. Las normas del Instituto, dependiente de la Secretar¨ªa de Seguridad P¨²blica, s¨ª obligan a entregar el cuerpo limpio y vestido, pero hasta hoy, si no fuese por los trabajadores de algunos turnos, no se cubrir¨ªan los cad¨¢veres ni con una mortaja.
Carlos es de los que se queja, pero acaba cubriendo a los muertos ¡°por respeto a su familia¡±. Lleva en la sangre el oficio y, como muchos de sus colegas, deambula entre cad¨¢veres desde que era un ni?o, cuando comenz¨® a acompa?ar a su padre en el coche f¨²nebre. Afirma que muchas de las cosas que hace son ¡°por amor a la profesi¨®n¡±, aunque cueste creerlo despu¨¦s de verlo encajar en un ata¨²d, sin ayuda de nadie, un cuerpo completamente destrozado, al que parece que le haya pasado un autob¨²s por encima. Esa noche le entraron nauseas en el IML y ah¨ª mostr¨® sus l¨ªmites: la corbata que trajo la familia para el funeral se qued¨® en la bolsa y la camisa la us¨® a modo de s¨¢bana para cubrir r¨¢pidamente la carnicer¨ªa. El caj¨®n permaneci¨® sellado. ¡°Esto es todos los d¨ªas. Si no lo hago yo no lo hace nadie, ?voy a llamar a la familia para ver esto?¡±, cuestiona.
La corrupci¨®n en peque?a y grande escala es otro de los problemas end¨¦micos del servicio, una empresa municipal hist¨®ricamente deficitaria que solo ahora comienza a sanear sus cuentas y sus instalaciones ruinosas. Trabajadores de funerarias privadas tambi¨¦n aprendieron a usar el tab¨² de la muerte para hacer negocio en la puerta de hospitales e IML¡¯s. Los llamados papadifuntos aprovechan que la gran mayor¨ªa de los paulistanos desconoce que el luto en la capital es de competencia exclusiva del Ayuntamiento y prometen mejores servicios y tr¨¢mites m¨¢s r¨¢pidos por cantidades desorbitadas. La burocracia, el transporte y el entierro del cuerpo contin¨²an siendo de responsabilidad municipal pero cuestan seis veces m¨¢s en manos de los intermediarios. La trama, claro, se vale de la colaboraci¨®n de algunos funcionarios p¨²blicos que tambi¨¦n ganan dinero con el fraude.
El viejo conductor Jose, que hered¨® la profesi¨®n de su padre, jardinero de cementerios y que lleva 36 a?os de servicio, gana poco m¨¢s de 3.200 reales al mes (830 d¨®lares). Su base salarial aument¨® un 70% en 2013 con la gesti¨®n del actual alcalde, Fernando Haddad (Partido de los Trabajadores), pero algunas tareas, sin embargo, mantienen remuneraciones rid¨ªculas. El ritual de decorar con flores el f¨¦retro antes del velatorio supone un extra de cerca 35 reales (nueve d¨®lares) al mes y el complemento por insalubridad, conquistado solo en la actual gesti¨®n del servicio tras a?os de reivindicaci¨®n, no supera en ning¨²n caso los 50 reales.
El debate sobre la privatizaci¨®n est¨¢ en discusi¨®n hace a?os. La gesti¨®n actual pretende poco a poco subcontratar conductores, entre otras cosas, para poder despedirlos cuando se demuestre su implicaci¨®n en fraudes, pero garantiza que no hay inter¨¦s en convertir en lucro un servicio que considera esencial. La m¨¢xima que se escucha en los despachos es la misma que rige el mejorable trabajo de los conductores. Si el Ayuntamiento no ofrece a los m¨¢s pobres un entierro gratis a quien no tiene c¨®mo pagarlo o un homenaje modesto de 700 reales, ?qui¨¦n lo har¨¢?
?*Todos los nombres fueron cambiados
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