La banalidad del mal
Franklin Nieves est¨¢ junto a Adolf Eichmann, ambos bajo la sombra de la gran Hannah Arendt
Ese es el subt¨ªtulo de Eichmann en Jerusal¨¦n, de Hannah Arendt. El libro recopila los env¨ªos regulares de su cobertura del juicio para The New Yorker. Fue en 1961, convirti¨¦ndose en una contribuci¨®n monumental para nuestra comprensi¨®n del fen¨®meno totalitario y los rasgos ocultos detr¨¢s de su tan visible crueldad.
La banalidad del mal, justamente, es la conclusi¨®n derivada del hecho que Eichmann no result¨® ser un monstruo, ni mucho menos. All¨ª se lee que no es un iluminado, no es un ide¨®logo, no es un fan¨¢tico, no es un l¨ªder. No es carism¨¢tico ni particularmente inteligente. Tampoco tiene una personalidad criminal, es muy capaz de expresar empat¨ªa y afecto por su familia y sus amigos. Es la profundidad y al mismo tiempo la sutileza del totalitarismo.
El mal es banal porque Eichmann es un ser normal¡ªcom¨²n, en realidad¡ªcomo cualquier otro. Su maldad no es innata ni patol¨®gica, solo la mera consecuencia de quien obedece sin interrogar la moralidad de las ¨®rdenes que recibe. Eichmann causa el mal a millones por ser eficiente, un simple bur¨®crata como tantos que cumplen sus obligaciones sin cuestionar. Simple pero competente, un servidor p¨²blico ejemplar quien, ante un tribunal, articula la defensa de su propio juicio: ser victimizado por haber seguido ¨®rdenes. A esta altura, sabemos que ese es un lugar com¨²n argumental.
Con las entrevistas al fiscal Franklin Nieves, el acusador de Leopoldo L¨®pez, y las opiniones sobre el caso, especialmente la magn¨¢nima y conmovedora columna de Leopoldo L¨®pez Gil, el libro de Arendt acompa?a y perturba. El paralelo puede ser exagerado, lo cual ser¨ªa un leg¨ªtimo debate, pero es inevitable. Nieves ha estado en mi cabeza estas ¨²ltimas semanas acompa?ado de Eichmann, ambos bajo la sombra de la gran Hannah Arendt.
Es que la banalidad de Nieves sobresale, al punto que uno se siente inc¨®modo con el tema, se ruboriza por ser testigo de la humillaci¨®n de un individuo. Verg¨¹enza ajena es la expresi¨®n de estilo. Cuando el victimario se constituye en v¨ªctima, eso ofende. Al mismo tiempo humilla a quien mira. Y, sin embargo, all¨ª sigue uno, leyendo y mirando con fascinaci¨®n voyeurista. Nieves confiesa lo obvio, lo conocido por todos. La noticia es el valor institucional de su confesi¨®n.
El arrepentimiento de Franklin Nieves sirve pol¨ªticamente, es un golpe al r¨¦gimen de Maduro y Cabello
Su arrepentimiento sirve pol¨ªticamente, es un golpe al r¨¦gimen de Maduro y Cabello. Lo dem¨¢s interesa porque evoca la gran intuici¨®n de Hannah Arendt. Nieves era un bur¨®crata como Eichmann. Acat¨® sin moralidad alguna y lo hizo hasta el final, hasta que hubo condena. Manufactur¨® la evidencia, se someti¨® al Ejecutivo, acus¨® a sabiendas de la falsedad de las pruebas. Tristemente exiliado en Miami, seg¨²n cuenta, su obediencia debida tampoco lo absuelve ni lo hace v¨ªctima.
Ni mucho menos, por sus decisiones hay un preso inocente. Su arrepentimiento ha generado sorpresa en muchos, compasi¨®n en algunos y una cierta rebeli¨®n en otros. Si su defecci¨®n hubiera ocurrido antes, ese mismo arrepentimiento podr¨ªa haber truncado el juicio y tal vez evitado una condena injusta. El da?o al r¨¦gimen habr¨ªa sido mayor al que fue.
Pero, como Eichmann, Nieves decidi¨® obedecer, cumpliendo con su (supuesta) obligaci¨®n. Supuesta porque Eichmann obedec¨ªa leyes injustas y opresivas pero que exist¨ªan, estaban escritas. Nieves debi¨® violar los procedimientos legales para acusar. Y a prop¨®sito de banalidad, y n¨®tese la perversidad que acompa?a, el fiscal Nieves jam¨¢s ser¨¢ el mejor amigo de Leopoldo L¨®pez, seg¨²n afirm¨®.
El paralelo sirve porque Eichmann y Nieves pertenecen al mismo universo conceptual. Juntos tambi¨¦n ilustran algo esencial sobre el poder en la no democracia. Prolongado indefinidamente, aquello que puede comenzar como un autoritarismo relativamente benigno¡ªy as¨ª empez¨® el chavismo¡ªentra en descomposici¨®n. Entonces muta, adopta rasgos de otra especie. Gobierno y Estado se fusionan, la esfera de lo privado se contrae¡ªes penetrada por el aparato estatal¡ªy la opresi¨®n se hace indiscriminada. Ese r¨¦gimen bordea en el totalitarismo, Nieves se parece cada vez m¨¢s a Eichmann. Y al final, para mayor paralelo, es el terror lo ¨²nico que sostiene su imprescindible perpetuaci¨®n.
Los bur¨®cratas obedientes, en definitiva, son funcionales a la reproducci¨®n de ese orden pol¨ªtico. Nunca son v¨ªctimas. Su arrepentimiento es con frecuencia ap¨®crifo y siempre tard¨ªo, obligado por las circunstancias de un r¨¦gimen que se desmorona o que los abandona al costado del camino. Es que adem¨¢s de todo, esos bur¨®cratas son siempre material descartable. Esa s¨ª que es una definici¨®n de banalidad.
Twitter @hectorschamis
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