Par¨ªs desaf¨ªa el terror con una falsa normalidad
Muchos turistas recorren el centro de la ciudad aunque monumentos y tiendas han cerrado
Par¨ªs no parece esta noche de s¨¢bado una ciudad asustada, pero se encuentra sumida en un ambiente extra?o: las calles del centro est¨¢n bastante llenas de gente pero el entorno ¡ªtiendas cerradas, miradas tristes¡ª era extraordinario, incluso la amabilidad generalizada entre extra?os. Bajo los imponentes pilares de la Torre Eiffel, numerosos turistas pasean y se hacen selfies a pesar del viento fr¨ªo de la tarde de noviembre, como en cualquier otro momento del a?o. Un t¨ªo vivo da vueltas junto al Sena y un par de puestos de comida ofrecen baguetes con poco ¨¦xito. Sin embargo, el monumento, que cada d¨ªa visitan en torno a 20.000 personas, permanece cerrado hasta nueva orden, como todos los edificios p¨²blicos y oficiales de Francia. Aunque desgraciadamente ya no es inhabitual en Par¨ªs, la presencia de soldados vestidos con uniformes de camuflaje, patrullando con fusiles de asalto, resulta impresionante. Jacques, un corso de 80 a?os con una gorra de cuadros calada, lleva ofreciendo fotos a los turistas desde hace 50 a?os en este mismo sitio. Y parece resignado, como tantos parisinos, a que el horror de la noche del viernes no sea el ¨²ltimo que vaya a padecer esta ciudad. "He visto muchas cosas durante todos estos a?os. Y el terrorismo no se va a parar. Lo tengo claro", explica antes de ponerse a discutir en corso con su colega de negocio y lanzarse a por una pareja de turistas.
Desconcierto en el aeropuerto
Muchos visitantes de esta ciudad ni siquiera pasan por el centro de Par¨ªs, al que como mucho van un d¨ªa de excursi¨®n. Llegan al aeropuerto y se desplazan directamente a Eurodisney, el parque de atracciones en los alrededores de la capital francesa. Sus responsables anunciaron su cierre durante toda la jornada del s¨¢bado, "en solidaridad con el Gobierno franc¨¦s y las v¨ªctimas de estos odiosos ataques", aunque su infraestructura hotelera permanec¨ªa totalmente operativa.
Sin embargo, muchas familias con ni?os peque?os se preguntaban en la ma?ana del s¨¢bado, en la enorme cola de pasaportes tras la suspensi¨®n del acuerdo de Schengen, si ten¨ªa sentido pasar un fin de semana en el mundo irreal de Disney, si podr¨ªan llegar a las instalaciones y, sobre todo, si estaba a salvo de la violencia que se hab¨ªa abatido sobre la ciudad.
Par¨ªs amaneci¨® desierto, pero a lo largo del d¨ªa fue desliz¨¢ndose hacia una falsa normalidad. La mayor¨ªa de las tiendas permanecen cerradas, incluso un gran mercadillo navide?o instalado entre los Campos El¨ªseos y la plaza de la Concordia ten¨ªa todas las persianas bajadas. Pero el tr¨¢fico por esta arteria parisina es intenso, al igual que la seguridad, dado que tanto la residencia del presidente franc¨¦s como el Palacio del El¨ªseo se encuentran a pocos metros. La mayor¨ªa de las franquicias de lujo que rodean la ?pera, otro de los epicentros del turismo parisino, est¨¢n cerradas. Sin embargo, las aceras presentan mucho movimiento.
Los teatros se disculpaban con carteles de la anulaci¨®n de los espect¨¢culos, por lo menos hasta el lunes. La ¨®pera ha cancelado todos los conciertos, al igual que la banda irlandesa U2, que iba a ofrecer un concierto este s¨¢bado por la noche en Par¨ªs. El Palacio de Versalles, el Museo del Louvre o del Quai D'Orsay est¨¢n cerrados. Sin embargo, los barcos que recorren el Sena, los bateaux mouches as¨ª como los transportes p¨²blicos, est¨¢n operativos, salvo en las estaciones directamente afectadas por la matanza yihadista, que ha causado 129 v¨ªctimas mortales en al menos seis ataques coordinados.
"No pienso tener miedo, pero me siento realmente triste", explica una visitante de Filadelfia. Como otros turistas consultados, cuando se dieron cuenta, avisados por familiares y amigos, de que algo terrible estaba pasando en Par¨ªs, tuvieron dudas y pensaron en anular el viaje. Pero al final decidieron quedarse, como una joven pareja de Valencia, que lleg¨® a Par¨ªs en la noche del viernes. Estaban cenando cerca de la catedral de N?tre Dame cuando empezaron a escuchar ambulancias y sirenas con una intensidad que les pareci¨® extra?a. "Nos avisaron nuestros familiares y nos conectamos al wifi para informarnos sobre lo que estaba pasando. Tuvimos que volver caminando al hotel por la ciudad desierta". Una pareja de los Vosgos, en el norte, nunca se plante¨® la posibilidad de irse: "Ser¨ªa darles la raz¨®n, hacerles el juego. Vamos a terminar nuestro fin de semana en Par¨ªs". La falsa normalidad de la capital francesa tiene, en realidad, algo de desaf¨ªo contra el terror.
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