Orgullo parisiense en tiempos oscuros
Los que hab¨ªamos salido por la ciudad esa noche solo podemos preguntarnos por los caprichos del destino que hacen vivir a unos y morir a otros
El culto a la muerte escogi¨® bien su ciudad: Par¨ªs, capital laica del mundo, la metr¨®poli m¨¢s hospitalaria, diversa y cautivadora que jam¨¢s haya existido. Y el culto a la muerte escogi¨® sus objetivos en la ciudad con una precisi¨®n macabra e incriminatoria; ten¨ªan ah¨ª delante todo lo que aborrec¨ªan, en esa alegre noche de viernes: hombres y mujeres relacion¨¢ndose tranquilamente; vino, libertad de expresi¨®n, risas, tolerancia, m¨²sica¡ rock y blues salvajes y sat¨ªricos.
Los fieles de ese culto llegaron armados con un nihilismo brutal y un odio que trasciende nuestro entendimiento. Su armadura protectora era el cintur¨®n bomba; su noci¨®n del escondite ideal era el virtuoso m¨¢s all¨¢, al que la polic¨ªa no puede llegar. (El para¨ªso de los yihadistas ha resultado ser una de las peores ideas de la historia de la humanidad: laceraci¨®n y fuego en esta vida, descanso eterno y kitsch en la siguiente).
Par¨ªs, aturdida y sometida, se despert¨® a la ma?ana siguiente reflexionando sobre sus nuevas circunstancias. Los que hab¨ªamos salido por la ciudad esa noche solo podemos preguntarnos por los caprichos del destino que hacen vivir a unos y morir a otros.
Cuando la matanza empez¨®, mi mujer y yo est¨¢bamos en un venerable local parisino, clich¨¦ de la buena vida modesta desde 1845. En ese restaurante encantador del sexto distrito se comparte mesa abarrotada con amables extranjeros, visitantes y nativos, en una atm¨®sfera amistosa. Nosotros, con nuestro Pouilly Fum¨¦ y nuestros filetes de arenque, ¨¦ramos un objetivo tan v¨¢lido como cualquier otro. El culto escogi¨® los distritos 10 y 11, a poco m¨¢s de un kil¨®metro de distancia, y no sab¨ªamos nada.
Ahora lo sabemos. ?Cu¨¢les son esas nuevas circunstancias? La seguridad se intensificar¨¢ y Par¨ªs ser¨¢ un poco menos cautivadora. La tensi¨®n necesaria entre seguridad y libertad seguir¨¢ planteando un desaf¨ªo. Las balas y las bombas del culto a la muerte regresar¨¢n, aqu¨ª o en otro lugar: podemos estar seguros.
Los ciudadanos de Londres, Nueva York o Berl¨ªn est¨¢n prestando mucha atenci¨®n, nerviosos. En enero todos ¨¦ramos Charlie Hebdo. Ahora todos somos parisienses, y eso, en tiempos oscuros, es cuando menos motivo de orgullo.
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