Bataclan o la flauta del diablo

El centenar de v¨ªctimas asesinadas en la discoteca Batacl¨¢n, la magn¨ªfica pagoda construida en 1864 en el bulevar Voltaire, representaban para sus j¨®venes asesinos la encarnaci¨®n suprema del mal porque bailaban y cantaban al son de un grupo de rock, Eagles of Death Metal, al comp¨¢s de la trompeta de Sat¨¢n. ¡°Estaban reunidos centenares de id¨®latras en una fiesta permanente¡±, justific¨® el grupo terrorista Estado Isl¨¢mico (ISIS en sus siglas en ingl¨¦s) en su reivindicaci¨®n.

Suleiman, Abdelkrim ?por qu¨¦ no toc¨¢is vuestras flautas? ¡°No queremos estudiar m¨²sica. ?Por qu¨¦? ¡°No s¨¦¡­ no queremos¡±, respond¨ªa una y otra vez Suleiman, nombre supuesto para proteger su identidad, sin dar ninguna explicaci¨®n. Hace cuatro a?os estos dos ni?os espa?oles ten¨ªan 12 a?os y estudiaban primero de la ESO en el Instituto de Educaci¨®n Secundaria Rusadir de Melilla, un centro que acoge a 1.000 alumnos en su mayor¨ªa musulmanes. Primero se negaron a tocar, m¨¢s tarde dejaron de llevar el instrumento a clase. Una de sus hermanas, de 14 a?os, adopt¨® la misma actitud. La m¨²sica es una asignatura obligatoria, pero ni las reprimendas ni los castigos les hicieron cambiar. Ninguno de los tres quiso explicar a sus profesores su secreto. Desde entonces otros ni?os, en casos aislados, han protagonizado actitudes parecidas en algunos institutos de Ceuta y Melilla, seg¨²n confiesan sus profesores.

¡°La m¨²sica es la flauta del diablo¡±, dec¨ªa Osama Bin Laden, el fundador de Al Qaeda, a sus ac¨®litos. Estos tres ni?os, a miles de kil¨®metros de los refugios de Yemen y Afganist¨¢n donde el emir de Al Qaeda dictaba lecciones a sus disc¨ªpulos, hab¨ªan escuchado desde muy peque?os lo mismo: que la m¨²sica es pecado. Y ellos ten¨ªan p¨¢nico a pecar. Suleiman, un chaval con deportivas y una mirada dulce y transparente, lo explicaba con naturalidad en la puerta de su casa: ¡°S¨¦ que la m¨²sica es mala. S¨¦ que me har¨ªa da?o. A mi cabeza, a mis pensamientos. La m¨²sica no es buena para las personas. Lo s¨¦ desde peque?o¡±. Azzid, su padre, un hombre barbudo y con los tobillos al aire en signo de pureza, afirmaba que era decisi¨®n de su hijo.

El salafismo se extiende desde hace d¨¦cadas como una mancha de aceite por muchos rincones de Europa y aunque representa una minor¨ªa entre el colectivo musulm¨¢n, cada vez son m¨¢s quienes afirman que ¡°si escuchas m¨²sica y te toca el coraz¨®n, no te llega la lectura del Cor¨¢n¡±, frase de Abdelila, de 48 a?os, el im¨¢n marroqu¨ª de la ¡°mezquita blanca¡±, en la Ca?ada de Hidum, el centro religioso m¨¢s rigorista de Melilla, el punto de encuentro de los barbudos.

La elecci¨®n de Batacl¨¢n como objetivo del comando terrorista del ISIS no fue casual. Los criminales no buscaban solo un lugar concurrido de j¨®venes estudiantes y profesionales- m¨¢s de 1.000 personas- donde hacer el mayor da?o. Quer¨ªan silenciar el sonido de la trompeta de Sat¨¢n, acallar su melod¨ªa, ¡°limpiar¡± para siempre los pensamientos ¡°impuros¡± de sus v¨ªctimas.