Cuando ¨¦ramos parias (Madrid, Espa?a)
Qu¨¦ buena noticia es el fin de las visas: desde ahora dejaremos de pedir perd¨®n por los dem¨¢s
Cuando ¨¦ramos parias, nos levant¨¢bamos a las cuatro de la madrugada para que nos humillaran desde las siete en el consulado de Espa?a. Hace unos a?os quise gritarle ¡°pues qu¨¦dese con su pa¨ªs¡± a la funcionaria caradura que revisaba mi carpeta llena de ¡°papeles para la visa¡± con las puras ganas de negarme la entrada a Madrid. ¡°Pero si esto le sobra, se?or, si es que ustedes no aprenden¡¡±, fue lo ¨²nico que me dijo la muy bur¨®crata, golpeando su microfonito arrogante con mis extractos bancarios, sin mirarme a los ojos. Si no le respond¨ª en nombre de una naci¨®n deshonrada, si no se me escap¨® un ¡°pero si los dos somos herederos de una cultura que lo ensombrece todo, que lo enreda todo¡¡±, fue porque cre¨ªa que Colombia ten¨ªa que re¨ªrse de su estereotipo ¨Cy lo creo¨C, pero tambi¨¦n porque ten¨ªa por delante un viaje de trabajo.
Ya hab¨ªa hecho yo desde las cinco aquella fila desoladora. Ya les hab¨ªa o¨ªdo a los vendedores de puestos, que en ese entonces cobraban 50.000 pesos por un mejor lugar en la l¨ªnea, mil y un relatos de terror sobre colombianos inocentes a los que les negaban la visa porque s¨ª ¨C¡°por feos¡±, ¡°por no tener palancas¡±¨C como cerr¨¢ndoles la puerta de Alcal¨¢ en las narices. Ya hab¨ªa visto el nerviosismo devastador, de visa negada, de la se?ora pereirana que s¨®lo quer¨ªa viajar a Espa?a para ver a su nieto ¡°antes de que nos pase algo a alguno de los dos¡±. Ya hab¨ªa soportado la condescendencia del bogotan¨ªsimo portero con acento madrile?o que parec¨ªa un criollo arriando indios. Ya hab¨ªa aguantado la respiraci¨®n en un par de salas de espera de juzgado.
Pero prefer¨ª tragarme lo que pensaba, como un James Rodr¨ªguez ante un Rafa Ben¨ªtez, para ahorrarme un poco de bilis: cuando ¨¦ramos bichos, escarabajos que se daban en esta tierra minada, y harta de coca, era lo pr¨¢ctico callarse los desdenes, las afrentas.
Yo no he tenido que ver con hampones, pero esa vez, igual que siempre ¨Cpor resignado, por colombiano¨C, me asombr¨® que me dieran la visa. El viaje s¨ª fue lo esperado: los vigilantes del aeropuerto de Bogot¨¢ en el papel de ¡°las autoridades¡± que cuidan, de la malencarada gente de ac¨¢, a este pobre mundo; las miradas de reojo, de Migraci¨®n a Inmigraci¨®n, a un pasaporte vinotinto que se volvi¨® escarlata: ¡°c¨®mprele funda¡±, dec¨ªan; las preguntas tajantes, desde lo alto, en las cabinas del aeropuerto de Madrid. Fue, claro, cuando ¨¦ramos parias: cuando no se hab¨ªa dado la noticia del fin de las visas, cuando a Europa no le daba verg¨¹enza maltratar a los ciudadanos de un pa¨ªs que serv¨ªa a sus negocios, cuando ser colombiano era esa mala fama: ¡°d¨¦jenlo¡±, grit¨® mi atracador, en un peligroso barrio parisino, cuando le respond¨ª que era de Colombia.
Mi abuela Aurora, que naci¨® en Fuentes de Nava, en Palencia, en 1905, pero se fue quedando aqu¨ª desde los veintisiete a?os, se pas¨® la interminable Segunda Guerra Mundial poniendo las huellas en una oficinita gris de Cartagena ¨Cvigilada por funcionarios abusivos que insist¨ªan en que s¨®lo estaban haciendo su trabajo¨C semana tras semana. En ese entonces los parias eran, aqu¨ª, los espa?oles. Y ella pens¨® en volverse colombiana para que la dejaran en paz. No lo hizo porque el final de la guerra fue primero. Y entonces entendi¨® que no hab¨ªa que sentirse avergonzado ni orgulloso de haber nacido en ninguna parte, pero que tampoco hab¨ªa por qu¨¦ resignarse a los estigmas.
Qu¨¦ buena noticia es el fin de las visas: desde ahora no haremos m¨¢s que un par de filas gratis; reconoceremos, como quien nada debe y nada teme, que Colombia ha dado los esclavistas y los g¨¢nsteres y los corruptos que tambi¨¦n ha dado el mundo; dejaremos atr¨¢s esa man¨ªa de pedir perd¨®n por los dem¨¢s, por ¡°los colombianos¡±, tan nuestra cuando ¨¦ramos parias.
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